De la ceniza…
Un amigo me dijo una vez que hay heridas que sólo en la cruz se redimen. Entiendo que el mal sólo busca apoderarse de todo, configurarlo todo a su capricho, y que al final no quede ya nada que pueda dar vida. Pero lo cierto es que mientras el mal se cree poderoso, en su engaño no se ha dado cuenta de que ha desatado una infinidad de bondad que más tarde o más pronto acabará por vencerlo. La guerra, el odio, el racismo, la codicia, la envidia y la mentira, siempre harán mucho ruido. Pero el ruido del árbol que cae jamás podrá competir con el silencioso bosque que crece.
La medida del amor es la medida del dolor, y esta lo es de la vida. Porque sufrimos sabemos que estamos vivos. Hay demasiada irrealidad en un mundo sin dolor. Me enfrento conmigo mismo, con mis huidas, con mi encerramiento, y descubro que es la verdadera vida la que se me escapa. Mientras me acerco a los demás, en la impotencia y el dolor, me duele la piel, pero sé que estoy vivo. Es alto el precio de sumergirse en el mundo de la pobreza, sobre todo de la más interior, la del desprendimiento de todo y de todos. Sólo sé que únicamente por gracia puede vivirse y que cada uno de los que llegan a mí se han convertido en verdaderos maestros de mi corazón y por ellos sé cuán lejos está todavía.


Cuando te adentras en la vida de las personas te sorprendes de cuán fácil es tomar la vida en las manos y convertirla en ceniza. Lo cierto es que así es incluso dentro de ti mismo. Solo la confianza absoluta nos da esa asombrosa libertad de vivir creando vida.
Pero África es un pueblo que todavía tiene mucho miedo, porque el miedo es la ración de cada día en estas ancestrales culturas. Y cuando hay miedo es difícil la confianza. Las palabras se envuelven de sentidos no dichos, los sentimientos esconden otros, siempre amenazadores, gestos y actitudes se cargan de conspiraciones. Y así advienen las rupturas, los conflictos, la violencia… y en medio de ellos me encuentro más veces de las que quisiera.
En la comunidad sufro por familias que acaban enemistándose con otras, jóvenes que hasta ahora cantaban juntos y que de repente rompen el ritmo, y en el fondo siempre el sentimiento de la humillación y la herida del orgullo que tan difícil es de curar. Mientras escribo pienso que perdonar es lo que más nos cuesta a los seres humanos, pero no solo a estos. Pienso en mí y en los míos y también veo mucha ceniza. Y sin embargo, aquí y allá, de la ceniza brotan flores.
El tío Lázaro es un señor mayor de la comunidad, con la mano seca pero el corazón muy húmedo. Su mirada humilde es capaz de llegar a todos, desde los más pequeños y los jóvenes hasta los mayores. Me voy enterando de toda la vida que, en lo escondido, va derramando. Una palabra a Angelita, una joven que anda en discusiones con otros jóvenes hasta el punto de decidir apartarse de todo y de todos, un gesto a Melchor, animándole a seguir adelante, en esos días en los que nadie parece tener ganas de hacer caso. Es de esas personas que está cuando más se la necesita, pero si no es así no está. Junto al tío Joaquim, al tío Mariano y algunos otros suele estar presente en el consejo de los ancianos. Nada me hace sentir tan seguro y confiado como este consejo. En cada uno de sus miembros presiento esa mezcla de sabiduría y serenidad que dan los años pero también eso tan propio y especial que sólo puede dar África. Entre ellos parece que la sombra ya no tiene poder o por lo menos no les amedrenta. Y me parece que estoy en medio de una selva llena de flores, verde y exuberante, en la que todo aquello que quiere destruir se convierte en un impulso para crecer más y dar más vida.
En el fondo el misterio de la confianza depende de la convicción del corazón que sabe que en la cruz se han curado todas las heridas y especialmente aquellas que nosotros no podemos curar. Una vez más me descubro con una fe demasiado pequeña, ante estas personas que se sostienen cada día por su gran fe. Me pongo en su lugar y me pregunto si sería capaz de sostenerme así. Lo que es cierto es que, como dice aquel proverbio, las flores más bonitas crecen en los basureros.
Posos de Café en Pemba 49, 15 de Noviembre de 2013.