viernes, 19 de abril de 2013

Entusiasmo



Entusiasmo 



El entusiasmo es una vibración que se va imponiendo, como la primera luz del día vence a las sombras de la noche, impregnándolo y poseyéndolo todo… Entusiasmo ha sido la experiencia de la Pascua aquí en Mahate.

Una vibración de cada uno que se iba confundiendo con la de todos, hasta que canto, ritmo y danza han alcanzado tal equilibrio que, como tantas veces he sentido en África, esta voz única así empujada manifiesta un poder capaz de destruir los muros más elevados del odio y la injusticia. Todos y cada uno entregados así a la única experiencia capaz de hacerles vivir por encima de todas las cosas, y sin embargo sin un atisbo de credulidad, con la clara conciencia de saberlo. He notado una diferencia: aquí el despertar interior es muy progresivo, muy gradual, sólo más adelante, siempre más adelante, se produce este milagro de resurrección verdadera. Pero entonces, por un momento, puedes llegar a sentirlo todo envuelto en una luz transfigurada que llena de sentido, de vida, de alegría y agradecimiento. Y tú, estás allí, transportado a esa dimensión difícilmente definible, y te sientes colmado indebidamente, inmerecidamente, afirmado más allá de todo lo que normalmente te limita y condiciona. Y lo que todavía es más impresionante, “ellos” son los que lo han hecho posible, para ellos es algo cotidiano, de cada semana, una vibración familiar sin la que no pueden comprenderse, para ti, es el milagro capaz de abrirte al misterio de los pobres, los que están llenando el mundo de Evangelio. 



Pensaba que en algún lugar se cuenta esta historia como aquí la cuento, pero ahora creo que son infinitos los lugares donde acontece, y se repite sin cesar, por lo inagotable de la fuente que sigue manando de la oquedad abierta de ese sepulcro que ya nadie podrá cerrar. 



Recuerdo que hace años leí una historia centenaria sobre la mano de la virgen. La misma que no pude ver un día pero que sentí posada sobre mí cuando todo empezó, y por eso no la he olvidado. Un joven pobre que pretendía la mano de una bella noble y piadosa, y que sin conseguirla quiso intentar con malas artes atraerla a su corazón y hacerla suya. Pero no pudo, se volvió atrás antes de vender su alma. Mientras lloraba amargamente a los pies de una imagen de la Virgen la joven a la que amaba se fijó en él especialmente, admirada por aquella pena sincera, y entonces la vio, la mano de María, descendiendo suave sobre aquel joven ya sin esperanza. Lo siguió, lo alcanzó, le contó el milagro que acababa de contemplar pero él le confesó su miseria, su corazón ensombrecido, porque al fin había entendido que no merecía su amor ni el de ninguna otra criatura. Ella, sin embargo, le respondió: no lo entiendes, no es a ti a quien ha hablado la Virgen, es a mí, a mi duro corazón, incapaz de ver un amor tan puro como el tuyo.

 
Otra vez, es posible que “ellos” no lo hayan visto, quizás porque es natural a su vida y a su mundo, pero yo lo he visto, y mi duro corazón se goza al ver un amor tan puro como el suyo. Esto de la Pascua tiene mucho de celebración de bodas, o al menos a mí me lo ha parecido… Pero esta vez toda una comunidad, revestida de luz, me ha cortejado, todos, grandes, pequeños y ancianos, al ritmo inveterado de los orígenes, como la luz del día abraza las sombras de la noche hasta disolverlas, cada mañana.


Algunos días algo muy especial sucede en la bahía. Si algunos lo vieran, seguro que lo contarían como una de esas maravillas, como la aurora boreal o los grandes bosques del Amazonas. Debe ser la calma de los vientos, pero la superficie toda de la bahía se convierte en un inmenso espejo, y si hay nubes, como había hoy, se reflejan en su superficie. A veces, al volver del interior, coincidía en ese momento en que el sol poniente ruboriza las orillas del Índico y los reflejos púrpuras y rosados se disparan al cielo, y me parecía estar ante un espectáculo increíble, sin embargo esta tarde puedo decir que jamás había contemplado algo semejante. Alguien diría que si Dios usa un espejo debe ser este, la grandiosa bahía de Pemba. 


Miráis a las nubes y decís: viene lluvia… sabéis distinguir las señales del cielo pero no reconocéis ante vuestros ojos al que ha venido para abrir todos los sepulcros, vencer todas las muertes, llenar de esperanza todos los corazones… No es posible depararse con tanta belleza y quedar indiferente. Siento mi comunidad como una bahía en la que se reflejan “los ojos deseados que hay en mis entrañas dibujados”, y celebro la fiesta de bodas de esta Pascua, dejándome llevar, sin merecerlo, por el ritmo, la danza y el canto… 


Posos de café en Pemba 32, 5 de abril de 2013.



 

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