Reflexiones por la Visita del Papa a Mozambique
Mozambique es un país lacerado, herido y golpeado de una forma cruel y continuada por la peor de todas las armas: la miseria. La miseria es un pleonasmo, una pobreza demasiado pobre es miserable. Pero además la miseria tiene a favor una negatividad que se dimensiona más allá de lo material, hacia lo moral, incluyendo así otros aspectos como la corrupción, la falta de solidaridad o la indiferencia social de los poderosos.
Mozambique es un país lacerado, herido y golpeado de una forma cruel y continuada por la peor de todas las armas: la miseria. La miseria es un pleonasmo, una pobreza demasiado pobre es miserable. Pero además la miseria tiene a favor una negatividad que se dimensiona más allá de lo material, hacia lo moral, incluyendo así otros aspectos como la corrupción, la falta de solidaridad o la indiferencia social de los poderosos.
Cuando uno llega a Maputo se encuentra con una parte de Mozambique que no
representa la verdad de este país. Pero para una mirada
observadora y conocedora de los entresijos de África,
la desigualdad no se esconde fácilmente…Conocer un país, sin embargo, no es conocer su
miseria, porque no se puede amar la miseria, y solo lo que se conoce se ama.
Solo conoce aquel que ama… cuando el amor es verdad. Quien
no ama no conoce aunque haga brillantes discursos.
"Por eso os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he
oido de mi padre". Jn 15, 15
Acabo de volver de Maputo de la visita del Papa Francisco, del día 4 al 6 de septiembre de este año de Gracia de 2019. Aunque haría discursos quizás
brillantes, aquí no hablo de lo que sé solamente sino de lo que amo, porque lo conozco.
Y esto, aunque no sé muy bien porqué, me parece que se gana cuando puedes hablar de la
suciedad que tienes en casa mientras la limpias. Pero entonces hablas porque
hay alguien que te escucha, y te escucha porque comparte contigo esa misma
suciedad, y la limpia contigo.
Creo que después de estos años he visto que hay como dos secretos de Jesús en
los que puede resumirse su evangelio: uno se podría
llamar vivir la familia, el otro es haber entendido el misterio de la muerte.
El Papa no ha venido a solucionarnos ningún
problema, aquí a los africanos de Mozambique,
ha venido a decirnos que el camino es el amor y la familia, y que hay que
aprender a morir. Y Él se ha puesto a limpiar el
suelo con nosotros, y nos ha hecho entender que conoce y por eso ama los fondos
de miseria y dolor de Mozambique, y ha salido de aquí feliz, pero mucho más
cargado, con una carga mucho más pesada, la de un dolor que
conoce y ama y por eso se lo lleva consigo.
Don Chimoio es el arzobispo de Maputo y en las palabras sentidas de
despedida al Papa después de la misa, hizo referencia a
un refrán de los pueblos makúas
que dice algo así: Cuando no oyes cantar al
muiaipuile (un pájaro local), ven a su encuentro!
Don Chimoio le dijo que en este viaje a Mozambique, algo así es lo que ha hecho el Papa, venir al encuentro
del árbol que ya no daba fruto y del amigo que ya no
danzaba y cantaba. Por eso en esta celebración
el amigo ha vuelto a danzar y cantar.
Corre por todo Maputo la fe ciega en el Papa que ha traído la lluvia. Es tiempo seco, todo el mundo lo
sabe, nunca llueve en esta altura del año, ni desde hace ya unos meses y
no volverá a hacerlo hasta Diciembre. Sólo el Papa puede haber traído la lluvia. El muchacho que me llevó a la residencia ayer en su moto-taxi, después de la misa en Zimpeto con el Papa, en medio del
día lluvioso y frio que se quedó, se escandalizó
de que yo lo dudase… Ya lo había dicho el chofer de las hermanitas del Hogar de
los desamparados, donde me alojé, el día de antes: lloverá,
el papa trajo lluvia la última vez, también la traerá esta vez… pero mi cabeza dura y mi corto entendimiento no
son capaces de ver, de conocer, de amar… Pero, Señor, qué torpes y necios somos para
creer lo que hablan los profetas!
Una tierra sin agua no puede dar fruto, cuando falta el amigo la tristeza
te invade y no cantas. Pero cuando el amigo está
con ellos "no pueden ayunar", son cantos y danzas… ¿por qué me parece que quien no canta ni danza no entiende
el evangelio?
No soy persona muy de institución, aunque respeto y obedezco sin
muchos problemas. Nunca me hallé en una situación que cuestionara mi conciencia y mi deseo ha sido
muchas veces mayor que el de mis superiores. Antes han tenido que pararme los
pies que obligarme a decidir. Pero está claro que no soy un dechado de
virtudes, solo un pobre sacerdote, uno de los hombres más pobres que hay, como nos ha dicho el Papa.
Aunque parezca no venir al caso, esto que acabo de comentar es importante. El
papa no habla a las personas como quien se sabe las lecciones ni tan siquiera
con la conciencia de ser una autoridad y pretendiendo dejarlo claro. Tuve esta
certeza interior mientras le escuchaba, todas las veces, aunque por supuesto es
aventurado y subjetivo lo que digo: es consciente de nuestra realidad de
pobreza espiritual, pobreza de todos, pobreza de la que no se excluye, y es
además consciente de las resistencias enormes que le
rodean, y creo que piensa que esas resistencias no son tan fuertes entre las
personas sencillas y humildes del pueblo, lo son mucho más entre los suyos…
Cuando el Papa habla no es un moralista, usa la parábola, la sugerencia, la comparación, y espera que haga su efecto en el corazón de los que escuchan. Al oir tu corazón intenta buscar la otra parte de lo que ha dicho
para que en ti acontezca el descubrimiento de la verdad, supongo que es como
cuando un virus te infecta o algo semejante. A la carta del presbítero que le puso enfrente sin mucho decoro la
situación que muchos sacerdotes africanos viven, el Papa
no respondió dando recetas morales, él dice cosas como por ejemplo: no busquéis aquello que puede llevaros a la ruina, y así, cuando escuchas, tienes que buscar dentro de ti
qué pueden ser esas cosas que podrían llevarte a la ruina. Pero es un trabajo que
tienes que hacer tú y que tiene el único límite de tu libertad. Se intuye
un respeto extraordinario del Papa hacia todas las personas, un reconocimiento
de la dignidad de cada uno, del valor absoluto que son para él sus interlocutores, que muestra un poco su
grandeza. Y supongo que es eso también lo que le compromete a hacer
suyas las vidas hacia las que él va, con las que él quiere encontrarse… y
quizás también eso explique porque se resiste
a ir a otros lugares.
Y aunque esto es como yo lo sentí, el papa deja translucir su
autoridad. Si es cierto que el valor de las personas y las cosas lo damos
nosotros entonces, en la persona del Papa, hemos puesto el mayor valor de bien
y de esperanza que nuestro corazón alberga, en alguien que camina
entre nosotros en esta tierra. En África este valor no se
demuestra, forma parte de la fe genuina de los africanos, nadie lo duda, nadie
duda que el Papa ha traído la lluvia. Pero esto no es
algo que se pueda objetivar, no, es el espacio sagrado que todavía no ha podido destruirse en el corazón y el alma africanos, donde conviven en paz la
razón y la fe, sin que las preguntas de la crítica puedan alterar esta alianza. Para los
africanos del Papa emana la luz del Bien, la fuente de la esperanza, la fuerza
del amor.
No pueden entender que alguien lo dude. Y esta es quizás una de sus tristezas mayores.
En el autobús de regreso del Zimpeto, un
grupo de jóvenes e adolescentes recordaban frases que el Papa
había dicho, ya ayer en el encuentro interreligioso.
Una decía: cómo me gusto cuando el Papa dijo:
vosotros sois importantes, vosotros sois importantes, no sois solamente el
futuro, sois el presente. Y otra añadía:
no os resignéis, no dejéis que os dividan, no dejeis que os roben la
esperanza. Y yo pensaba que les habría costado entenderlo, que a
veces se confundía con el español, que… si este grupo de jóvenes de Maputo, con los varios miles que
recibieron al Papa en un compromiso de reconciliación que soy incapaz de expresar con palabras, y sin
pertenecer a ninguna especie de grupo religioso de identidad fuerte de los que
proliferan por todo lado, es capaz de recordar al Papa, como una palabra de
sentido en sus vidas, como una luz sin la cual no entienden sus vidas, entonces
es que el Reino de Dios ha llegado a nosotros…
Pero el misterio es comprender que el Reino de Dios es vivir la familia y aprender
la muerte. Nadie podrá nunca eliminar este destino,
que no sea así es un pensamiento que no viene
de Dios… El Papa nos ha confirmado en la familia y en la
muerte, ha venido a decirnos que él limpia con nosotros en casa y
que él va a Jerusalén
a morir. Y esto, así, yo no se lo había oído a otros.
Cuando desde el inicio de la misa en Zimpeto ante los millares de personas
allí reunidos, con frio y lluvia, sin poder
protegernos del día, el Papa empezó a hablar de justicia sin venganza, de compasión y perdón, de superar la lógica del ojo por ojo, mirando sin alejar la vista
el rostro herido de Mozambique, supe que él ha venido a morir delante de
nosotros. Supe que este es el gran secreto de la vida, saber amar hasta morir
por los que amas y haber vencido el miedo al amor. La oración colecta me despertó de mi sueño. Y aunque el frio y la lluvia no tuvieron piedad
de nosotros, comprendimos que había venido el amigo y ahora el
tiempo de la danza y el canto. Y así fue, nos arrebató el espíritu de la danza y empezamos a
olvidar el frio y la lluvia, y supe que es así
como se vence el dolor y el sufrimiento injustos, con la familia y los amigos
en casa, mientras juntos limpiamos la vida…
Esta es la impresión que me he llevado del Papa, en
los tres encuentros en los que he participado a lo largo de estos días. Un
hombre bueno, un hombre de Dios, un hombre preocupado por la humanidad que
sufre, un hombre consciente de la pobreza que somos todos ante Dios, un hombre
impregnado de Cristo y del Evangelio, un hombre de paz, un hombre dispuesto a
cargar el peso de los que ya no pueden llevar sus cargas, un hombre para los
pobres del mundo.
El otro punto de vista del paso del Papa por Mozambique quiero dedicarlo a
todos las personas que a lo largo de estos tres días me han sabido decir que el
mundo es enorme más allá de las fronteras de Europa o de occidente. Los
millares de mozambiqueños que se han acercado en medio
de la pobreza y conducidos por la bondad de sus corazones a ver al Papa. Los
millares de personas que son la verdadera vida, convencidos del amor que actúa y capaces de seguir adelante cantando y danzando
Aleluya, aunque sus heridas sean profundas. No soy capaz de distinguir lo
preparado de lo espontaneo, lo que sale sencillamente de sus espíritus de lo que está
bien ensayado… porque normalmente no existe
mucha diferencia entre los dos ámbitos.
Los jóvenes acudieron en multitud a la llamada del Papa.
Se esperaba que fuesen dos millares de católicos y otros dos millares de
otras religiones. Al parecer fueron unos seis mil, bastantes de los cuales no
consiguieron entrar en el pabellón de Maxaquene. Entre danzantes
y cantores sumarían unos quinientos. Tuve la oportunidad de participar, muy
cerca del Papa y del palco principal de las actuaciones. También esta vez como en casi todas, al Papa le acompañó el presidente de Mozambique, Filipe J. Nyusi. Fue
el primero en entrar y una gran ovación se hizo sentir en el pabellón, el presidente es un hombre querido. Pero lo
diferente y muy especial fue la entrada del Papa. Esperábamos la ovación renovada del presidente, pero alguien empezó a gritar antes del Papa iniciar su trayecto por
el tapete central la palabra Reconciliación!, y a repetirla una y otra
vez. Alguien unió sus manos en un gesto de
encuentro y compromiso, un gesto de alianza, al aire, en alto. Y todo el pabellón retumbó con la palabra. Reconciliación, Reconciliación,
Reconciliación…
de pie, gritando fuerte, con las manos unidas en un gesto de compromiso. Yo
sentí que la emoción se apoderaba de mí, por toda la carga de muerte que llevaba conmigo,
por tanta noticia y tanta injusticia. Y el Papa se rindió ante este grito.
Los millares de jóvenes convocados le estaban
diciendo al Papa que no estaban allí para pasárselo bien, que habían
llegado muy temprano, hacía siete horas que esperaban,
cristianos, musulmanes, hindúes, judíos, de las varias iglesias que se extienden por
Mozambique, para decirle al Papa que son instrumentos, y que el Papa disponga
de ellos, para reconciliar, para reunir, para vencer la violencia, para la Paz.
La fuerza de tantos jóvenes a los que el Papa bendijo
solo empezar: vosotros sois importantes, vosotros sois el presente, no dejéis que os dividan quienes están interesados en hacerlo, no dejéis de creer en vosotros, no dejéis que os roben la esperanza, no os resignéis, caminad siempre juntos, unidos, sin olvidar
vuestros mayores, vuestras raíces…
En todos los encuentros con el Papa, nadie se le acercó, estuvo continuamente protegido por seis hombres
de negro, que impedían de antemano cualquier
tentativa de acercarse. Me contrastó esta actitud con lo que suele
presentarse de él, al mismo tiempo se le veía lleno de vitalidad pero envejecido, limitado,
cojeando, frágil en cierto sentido.
Desconozco si hubo algún protocolo añadido de seguridad por ser
Mozambique un país en riesgo de terrorismo, eso
podría ser un motivo. Este distanciamiento aceptado por
el Papa no le impidió entregarse en sus palabras a
todos los que le escuchábamos. Yo sentí que el encuentro con el Papa había llenado el espacio, y creo que así lo sintieron todos. Creo que todos comprendieron
que el Papa es una señal más de un estilo de vida que merece la pena porque
es fuente de una alegría y una esperanza inagotables.
Al volver a Pemba y retomar la vida, tan herida, de cada día, uno se da cuenta de que la realidad será la misma tensión
de siempre… las amenazas y los ataques que no terminan, el
flagelo de la miseria, la indiferencia y el desprecio de los pobres, la
injusticia que tienen que masticar constantemente…
pero ahora, una luz pequeña, protegida, interior, brilla
sin vacilar, entonces, en la penumbra del inmenso océano sabes hacia dónde
vas, y que no te acabarás perdiendo. Pero sobre todo
sabes que, poco a poco, se juntan otras pequeñas
luces, sin poder ni gran luminosidad, pero firmes y seguras, todo lo que el
amor es capaz de mantenerlas.
Y el Papa, sí, ha tenido que ver a la hora de
creer en este amor, a pesar de todo.
Eduardo A. Roca
Oliver
Pemba, 14 de
Septiembre de 2019
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