Mientras llora la lluvia sobre el mar…
Ha
hecho un día raro, dicen. Se han presentado las lluvias, es su tiempo, pero
parece que siempre vienen sin avisar. Un día gris, de pescadores. Por lo menos
me venían a la memoria esos paisajes grises de los pueblos pescadores del norte
de España, casi siempre con lluvia. En las playas de arena blanca se mecían las
barcas, su sitio es el mar, parecían susurrarse unas a otras…

No
puedo quejarme, por un lado y otro voy viendo cómo brotan semillas, inesperadamente.
Es tan poco el tiempo que llevo... y ya no soy la misma persona que tenía aquel
apetito voraz. Sin embargo brotan semillas. Es curioso pero aquí no es tan
fértil la tierra, por eso cuando algo crece es como una de esas perlas
preciosas por las que vale la pena venderlo todo. “Usted tiene palabras
dulces”, me ha dicho un alumno. He supuesto que saboreaba el respeto, como yo
lo hago. “Le damos una carona (lo llevamos a casa) y así conversamos”. Lo que
importaba era la conversación, la necesidad de palabras vivas, la de sentirse
escuchado, más que llevarme a casa.
Siempre
los primeros días en cualquier lugar son días ciegos, los ojos absorben todo
pero no se dan cuenta de nada. Hoy mis ojos ya descansaban de tanto mirar y
entonces han empezado a ver: como si hubiesen necesitado todos estos días para
abrirse del todo. De repente he visto la violencia, alguien que golpeaba en
plena calle a una mujer. En una ciudad tan tranquila resultaba estridente. En
los contenedores un puñado de niños daba vueltas a las latas, un niño y una
niña un poco mayor cargaban, casi sin poder, una bolsa de tesoros de la basura:
zapatos, botellas, algún trozo de madera… y al volver la esquina, la mirada
perdida y embriagada de un anciano, yendo sin saber adónde ir. En clase ha
faltado un alumno, cercano, cariñoso, su mujer dio a luz esta semana pero el
bebé no ha logrado sobrevivir. Ayer me pidió salir a buscar medicina y
llevársela al hospital a su pequeño. Me quedé con ganas de decirle que contase
conmigo… no lo hice, y hoy ya era tarde. Es pronto todavía, lo sé, pero
necesito que sepan que estoy ahí.
Esta
semana será la última de Don Ernesto aquí en Pemba. Se despide el domingo de
todos los cristianos a los que ha acompañado con alegría durante ocho años. Ha
sido una voz evangélica, de las que recogen el grano maduro de la cosecha. Fue
al campo llorando pero vuelve cantando. Se lleva la paz de haber hecho bien las
cosas, de haber pasado haciendo el bien. Me habían dicho que quizás no lo
conocería después de tantos años, que el tiempo y los cargos suelen cambiar a
las personas. Pero he encontrado a la misma persona, el mismo corazón grande,
la misma generosidad y cercanía que hace veinte años nos invitó a cenar a mis
padres y a mí en un restaurante del Trastévere romano. El día aquel se encontró
con mi padre sin conocerlo mientras visitábamos San Pedro y se presentó sin
más. Sin miedo de ser evangelio. Aquí ha seguido siendo esa persona, levantando
a los que estaban caídos, apoyando la justicia y siempre sediento de sabiduría.
Humilde y humano, muy humano. De esos a los que sus principios evangélicos no
les permiten alardear ni situarse por encima, de esos a los que las dinámicas
del poder suelen ventilarse. Como así ha sido.
Siempre
digo que el miedo y la muerte, con el poder, impiden especialmente la
experiencia del evangelio y, por tanto, de la misma vida. En África todavía es
más patente comprobarlo: cómo amar el servicio cuando se busca sólo el poder,
cómo vivir la esperanza de la resurrección cuando se vive anclado en la muerte.
Pero en Ernesto no hay miedo ni hay muerte. Le oía estos días hablar de la
resurrección, con algo que a tantos falta, con entusiasmo. Uno se diría, no sé
si Cristo realmente resucitó, pero este hombre está convencido de ello. Sólo
con hombres así puede levantarse África de la muerte.
Cuando
estos días en clase hemos hablado de los comienzos de la filosofía, del cambio
libertador que supuso empezar a pensar la realidad desde ella misma, hemos
anunciado la resurrección. Estoy convencido, aunque no hayamos hablado de ella.
Posos
de café en Pemba, 2 de Noviembre de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario