40 días…
Y cuarenta noches… para que la mirada se habitúe a la vergüenza de saberse humano, y el corazón soporte el peso de la desigualdad.
Hace falta tiempo para que la impotencia no sofoque la vida, hundiéndola en el abismo de la desesperanza, y para que el resentimiento no arraigue profundamente, haciendo que todo tenga el sabor amargo de la injusticia. El silencio suaviza las aristas, los sentimientos se amoldan y la razón aprende a ser humilde.
Hace tiempo escribí en algún sitio sobre esa sensación de la diferencia que nos acompaña a los que venimos de fuera, con ese otro color de la piel. La sencillez de la presencia no basta sino reconoce la dignidad, y para eso tiene que levantar del polvo a los caídos, tiene que vendar heridas y hacerse cargo de aquellos que ya no tienen a nadie. Pienso que sentirme diferente quizás sea por no ser indiferente…
No puedo seguir buscándome a mí mismo, ni siquiera en la experiencia de la intensidad contemplativa, cuando millares de personas no pueden levantarse. Sé que les basta que yo conozca su nombre y lo ame, pero miro al horizonte, más allá de los que ya consigo pronunciar, y son demasiados.
Ha pasado la luna de julio, han pasado los cuarenta días y las cuarenta noches. El cuervo de la providencia nos trae cada día un pedazo de pan… hay cosas que deben hacerse, aunque no se sepa muy bien porqué o aunque parezca que no tienen sentido, como ayunar. En el pequeño mundo de cada uno, en la propia realidad, se juega el rostro de la compasión, de la entrega y del servicio, la única belleza de la humanidad por la que merece la pena darlo todo. Hoy mi mirada es más serena, más humilde, sabe que sólo puede dar una presencia que dice a cada uno su nombre, y que al decirlo acoge, acompaña, ama la vida que se ofrece en cada uno. Es necesario vivir para no ensuciar este rostro, para que su brillo siga dando esperanza en las noches más oscuras.
Los meses de sequía parecen tocar a su fin. Alguno de estos últimos días nos ha recordado el inclemente calor que se avecina aunque hoy los vientos juegan a su antojo por toda Pemba trazando una y otra vez en la superficie del mar pinceladas de grises y azules. Ha sido Id, la fiesta del sacrificio, y los hermanos musulmanes han celebrado las bendiciones de Alá, fiel a los que le obedecen. Me gusta pensar que la vida es siempre bendecida cuando somos fieles a su belleza, a un amor entregado, compasivo, servicial, hasta darlo todo. Id me ha recordado que en este tiempo de vivencia ha pasado ya un ciclo desde que llegué, no un tiempo que se cuenta sino un tiempo que se vive.
Estos días de silencio también han sido para hacer balance, el balance de una vida que unas veces se descubre maravillada, rodeada de tanta belleza, y que otras cree estar perdida en la impotencia y sin saber volver atrás.
Al escribir estas líneas me parece que las palabras esperaban a ser dichas y que los espacios blancos han estado sencillamente aguardando como si de una pequeña creación se tratara, desafiando el vacio que con insistencia amenaza. Las manos del alfarero cambian de color, por demasiado tiempo moldeando el barro… y yo siento que algo de dentro de mi también cambia. Como si la vida que escoges vivir también ella te moldease. Quizás sea este el misterio de la encarnación, el misterio de Jesús el diferente, la irresistible pasión de querer superar la diferencia y el dolor de tener que soportarla. Y aunque estas palabras parecen decirlo de modo complicado, todo es muy sencillo: es la cercanía de cada día, respirar y caminar con ellos, sonreír y sufrir y llorar, aun sabiendo que hay algo que irremediablemente te aparta de ellos.
Pero lo más importante de todo esto es que nada depende de ti sino de ellos. Nace en ellos la amistad que se acerca y confía, que te abraza y acoge, la que en verdad supera toda diferencia. Se llama amor y no hay nada capaz de igualarlo en el espíritu humano. Si algo tengo claro en este tiempo es que es su respuesta lo que importa, lo que te hace humano, y eso es el mayor regalo que se puede ofrecer a una vida.
Posos de Café en Pemba 42, 16 de Agosto de 2013.
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