sábado, 12 de febrero de 2022

El poder del mal


El poder del mal

La frialdad de los funcionarios de acción social y protección de infancia me provoca estremecimientos. Por mucho que quiera comprenderlos no consigo asimilar cómo se puede vivir sabiendo que condenas a un grupo de niños al sufrimiento y probablemente a la muerte... Esa frialdad no parece humana...

Aunque sabes que este momento poscolonial no pone fáciles las cosas, porque la tentación de ejercer el poder que el sistema otorga para decidir quien vive o quien muere, quien pasa hambre y quien no..., es todavía tan fuerte, (una tan manifiesta herida no curada del colonialismo) ... cuando algo así sucede en la realidad y afecta a quienes amamos y tenemos cerca, el dolor es difícil de aceptar.

El sufrimiento injusto de los niños, no sé cómo es posible que alguien alguna vez pueda considerarlo justo, o tan solo tolerable, pero cuando sucede en casa, es difícil decir algo con sentido.

No se trata del sufrimiento de una enfermedad, ésta puedes acogerla porque forma parte de nuestra experiencia natural. Si un niño tiene quien le ame al lado, encontrará un sentido a su enfermedad y en el abrazo sentirá que duele menos. Aquí se trata del dolor de no significar nada, de no importar a nadie, el sentimiento de pánico que a veces he visto en sus ojos, por esa experiencia de profunda soledad que no soy capaz de imaginar, esa conciencia de no significar nada, para nadie...

Y esto es lo que creo que han provocado esos funcionarios, que parecen sin alma, de acción social.

Sucedió hace unos dias cuando alguien trajo una carta informando que los pequeños que habíamos acogido en las hermanas, durante este tiempo de ataques, con la madre muerta o loca, desnutridos severamente, empezarían a ser reintegrados a sus familiares... Precisamente ahora, cuando la crisis de refugiados, el hambre y la miseria, están fustigando la provincia.

Dos de ellos, Ayuba y Kanaia llegaron por recomendación de la doctora Joana, jefa de pediatria del hospital de Pemba, que solía llamarme cuando tenía un niño en riesgo. Pero los de acción social me dijeron que no saben quien es esa doctora.

Al parecer lo que faltó fue el protocolo de avisarles y pedirles permiso o incluso esperar de ellos la decisión de acogerlos... Y uno siente que esa carta es como una especie de venganza y no puede no preguntarse, entonces, ¿qué significan estos niños?, O si Importa algo su vida... Algunas de sus familias podrán hacer algún esfuerzo, y quizás acaben ayudando a los pequeños a olvidar la experiencia que han tenido hasta ahora y les ha hecho sonreír. Pero los padres que perdieron a sus esposas y nos confiaron sus pequeños lloraban, porque no saben cómo harán ahora...

He intentado comprender esto. Los más ancianos de nuestra comunidad piensan que alguien está por detrás provocando a los de acción social por algún problema con las hermanas. Les pregunté si estos niños estarán mejor en sus realidades familiares y si acción social va a garantizar eso. Me dicen que yo puedo garantizar eso, con ellos, que no deje de ayudarles en sus famílias. Pero les digo que no, (aunque luego veré), porque yo ayudo a las personas cuando puedo, y esos niños están conmigo para asegurarme de que reciben lo necesario y eso no sucede cuando están con sus familias, porque todas ellas tienen demasiadas bocas que alimentar.

Y les hablo de Kanaia que internou tres veces con desnutrición, aunque su abuela recibía leche y aquellas galletas... Y ahora Kanaia corre y ríe feliz.

Pero no quieren escuchar. No les importan los niños. Y no sé si les importarán los suyos, si los tienen. Sólo les importa la ley, aunque no entiendan su espíritu.

Puede ser que no sea tan dramático, que esa indiferencia al final nos impregna a todos, porque necesitamos anestesiarnos del dolor... Pero entonces, qué razón puede haber para seguir viviendo? Por supuesto, esa es una pregunta que no se hacen los indiferentes.

No me quedo quieto. Busco la respuesta y grito, busco una grieta que la palabra pueda quebrar en algún corazón todavía vivo. Llamé a los directivos, solicité audiencias... Puede ser que alguien sienta...

Pasados unos días vienen a verme, los de acción social. El director adjunto y la técnico de infancia. Y parece que algo ha cambiado, pero sólo lo parece. Por detrás está el dinero, y mucho, que está recibiendo el gobierno para la protección de la infancia, especialmente aqui en Cabo Delgado, con esta crisis de refugiados. Pero aunque lo intuía, lo he sabido tarde.

Nos dijeron que todos los menores acogidos por las hermanas tenían que volver con sus familias, las que fuesen... También las más mayores, las que llevan ya años con las hermanas y sus familias nunca han dado señales de vida o simplemente son muy conscientes de que sus sobrinas o nietas están muy bien con las hermanas y protegidas de uniones prematuras...

Y ahora parecía que se estaban echando atrás, porque al sentarnos a hablar, antes de otra cosa, me comunican que hubo un malentendido y que las jóvenes que están con las hermanas, las aspirantes, pueden seguir con ellas... Pero no los pequeños...

Y entonces empiezo a sospechar que viene algo después, y espero.

El hogar de la fundación Esperanza ha cerrado, después de varios años de lidar con los mismos de acción social... El año pasado se llevaron a todos los niños que llevaban años en la fundación con la historia de la reintegración... Parece que no entienden que a veces no hay donde reintegrar, o que para integrar a un niño sería deseable que hubiese unos padres, una família mínimamente organizada... Lo que para estos pequeños nuestros no sucede. Las responsables del hogar de la fundación, hartas ya, cierran la puerta y exigen a acción social que saque a los últimos cinco niños que quedaban. Pero resulta que en Pemba ya no existe otro centro de acogida... Y entonces vienen a pedirme que acoja a estos cinco, que son refugiados de guerra... Justo cuando las hermanas ya han arrojado la toalla y no quieren continuar. Les pregunto si van en serio o lo dicen de broma... Y les recomiendo que intenten hablar con ellas y convencerlas, porque son ellas las que asumen este compromiso.

Un juego de poder, una manipulación tras otra, ahora para sacarles del apuro con cinco niños... Ayer no teníamos ninguna autorización para los pequeños acogidos y hoy nos las dan todas...

Las hermanas y yo decidimos hablar todo esto antes de dar una respuesta, pero el hogar cierra el lunes y hoy es viernes y no tienen donde dejarlos. Es posible tener tanta cara dura.

Las hermanas van y vienen en sus razones, si pueden ayudar lo harán, yo más diablo viejo, lo veo venir... Pero habrá que esperar... Al final decidimos acoger a tres de los cinco, los mas pequeños.

Ya han pasado dos semanas y los de acción social no han venido a por los pequeños, para la reintegración familiar, y ahora hay tres más, pero no tenemos camas ni condiciones. Las hermanas han entregado a Xabir y a Estela, creyendo que sus familias, quizás,  conseguirán cuidarlos un poco.

De la fundación me dicen que los de acción social los han utilizado de todas las maneras, obligándolos a acoger sólo a los que ellos permitían, pero sin que ninguna ayuda real llegase a ellos. Son muchos los fondos para la infancia refugiada que han llegado a Pemba, y las únicas casas con niños de acogida no han visto nada.

Supongo que dejarán enfriar el asunto con nuestros pequeños y no se atreverán a llevarlos ahora. No quiero pensar qué estará pasando la pequeña Estela, si su tia no la ha vendido a algún hombre por poco dinero, y menos mal que Kanaia todavía está con nosotros...


Cuánto vale un niño aquí, qué importancia tiene, cuando la vida es un desafío que nadie quiere pasar, porque de hecho, para la gran mayoría, vivir es morir poco a poco.

Yo sólo sé cómo me ha cambiado la vida mi amistad con los pobres y los pequeños, y cómo se siente tan diferente cuando la injusticia la sufre quien te importa... Y no es sólo un proyecto humanitario.

Pero hacer que te importe la gente debe ser el gran trabajo de la vida, además de que con seguridad es lo que hace que merezca la pena.

Las hermanas benedictinas de la misión han descubierto su vocación con estos pequeños... Tiene demasiado valor esto para perderlo. Necesitan levantar su casa y un hogar para estos niños, son las tres que están aquí conmigo hijas de la vecina Tanzania, y no han tenido ni tienen una vida fácil. Talvez por eso tenga más valor que incluso así acojan a los pequeños.

Se me ocurre hoy que nuestro seguimiento del evangelio y de Cristo no es para llenar las barcas de peces, sino para que salvemos en ellas a todas las personas que podamos... Aunque la barca no sea muy buena.

Un abrazo desde la misión

Pe Eduardo 

 


 

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