Nadie lo dice, pero la pobreza es la primera causa de muerte en el mundo. Ni las epidemias ni los accidentes de tráfico... Aunque la muerte no se puede, por respeto, explicar con números.
La pobreza es una consecuencia directa de la desigualdad en un mundo que unos piensan para ellos, y en el que no caben aquellos que no tienen nada.
Anoche mi vecino abrió su discoteca después de estos meses de pandemia. Cada uno pagaba sus 8 euros de entrada y tenía derecho a tres consumiciones. Parece que se volverá normal, cada sábado noche... como el aforo puede ser de hasta 500 personas para las fiestas nocturnas, supongo que ya no hay problema... Al anochecer vi llegar muchos coches, grandes y pequeños.
A la puerta de la construcción de la iglesia unos pequeños construyen pequeños muros con la tierra húmeda, en el centro un letrero con piedrecillas, REEF, la empresa de mi vecino israelita, que ha ido asumiendo los proyectos de construcción en la provincia, con la mirada puesta en la explotación de gás natural del norte. Ese desarrollo de sangre...
Los pequeños miran a mi vecino y se quedan deslumbrados, por todo lo que tiene... Pero al final, de lo que se trata es de disfrutar al máximo la vida, sin sentir vergüenza de hacerlo al lado mismo de tanta miseria.
Ayer enterré a una madre que no faltaba ningún domingo, desde que llegó del norte a refugiarse. Hoy han muerto otras dos, porque es lo que le queda a quien ya lo ha perdido todo, esperar a morirse. A esta gente, la mayoría, los pobres, poco más les queda.
Pienso en la gran ceguera de nuestro mundo desarrollado, que pretende guiar a todo el resto del mundo. Pero lo más triste quizás sea que desde ese otro lado no se vea, o no haya, otra alternativa.
Cuando no queda nada, apenas las migajas que llegan de los donadores, al menos, son alguna cosa. ,Cómo ha de ser posible encontrar una alternativa?
Sólo espero que mi vecino no haya entrado en ese mundo oscuro de la droga y la prostitución infantil que cada vez me asusta más. No sé si tardará mucho. Rezo para que así sea.
A veces me ayuda porque dice que soy el padre y, aunque él es judío de pocas prácticas, cree que hacemos un buen trabajo. Lo de la ceguera es comprensible, para quien hace los negocios con los empresarios, es una oportunidad que no se puede perder. La clave es no ver, no mirar de cara, a la pobreza. Entonces, creyendo que la realidad no existe, todo es posible y lícito para enriquecerse.
No sé si hay algo que despierte a los ricos, quizás las calamidades naturales o la guerra, pero no lo tengo claro. Mientras el mundo siga siendo injusto, y siga creando ciegos de poder y riqueza, habrá guerra. Aquí, o en Ucrania y Rusia. Nada se alcanza con la guerra, solo la destrucción y la muerte, primero de los mas pobres. Después de todo, el verdadero problema del mundo es que nos hayamos acostumbrado a la miseria y hayamos aprendido a cerrar los ojos y no mirarla. De estas muertes, de esta guerra silenciosa, nadie o casi nadie habla.
Alguien me dice que estoy un poco amargo como el gengibre. Me gustaría, en verdad, no ver lo que veo. Hace mucho tiempo que he renunciado a las soluciones y busco sólo otra oveja, y otra, y después otra... Sólo una más. El tiempo que me reste lo seguiré haciendo, en este campo de batalla silencioso, donde pocos luchan.
No sé si Ucrania está sola como Mozambique cuando empezó ka guerra de aquí, pero sí sé que Dios sí lo está, en el pobre, que sigue muriendo en esta guerra silenciosa. Y yo sólo quiero que me deje estar a su lado y curar alguna herida, y vendar y abrazar a los pequeños como si nada más en el mundo importase, aunque solo sea unos instantes.
Hace tres dias me llamó un amigo y me dijo que tenía que viajar a España porque su mujer, una gran amiga, había tenido un infarto. Estuvo cantando con los pequeños de nuestro centro infantil en diciembre. Estaba impresionada por el contraste tan brutal, decía, de la vida de unos y otros. Al volver a España siguió en su trabajo hacia los más pobres, con la cruz roja, viendo la manera de darle vueltas a la administración para proteger a los pobres de allí, y me compartía muchos de esos esfuerzos con el solo objetivo de ayudar. Hoy san Pablo dice que el esfuerzo Dios lo aprovecha, porque es él quien está en el campo de batalla... Pero sobre todo habla de una muerte que será vencida.
Sólo puedo rezar agradecido porque ya has vencido, Soraya, aunque me duela, escribirlo. Y dejarte estas palabras como humilde homenaje. Supongo que no importará mucha cosa desde allí, pero sé que buscarás la manera de ayudarnos, como siempre has hecho.
Pemba, 27 de febrero de 2022
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