lunes, 11 de febrero de 2013

Puertas...




Puertas…  


Es una de las expresiones del Evangelio más enigmáticas: Yo soy la Puerta.
 Hay algo de muy básico, natural y espontaneo, en esto de las puertas. Convivimos con ellas inconscientemente, de hecho son de esas cosas que olvidamos porque forman parte de nuestro cotidiano vivir.

En Mahate hemos habilitado una sala para que pueda quedarme a vivir allí, o mejor dicho la han habilitado un grupo de jovenzanos sin desperdicio: albañiles, fontaneros, carpinteros, pintores, sin faltar los que intentan ayudar en la supervisión de los materiales. Los conocí hace ocho días con este de hoy y para hacerse una idea hay que explicar algunas cosas.

En Pemba y, por extensión en todo Cabo Delgado, la provincia norteña de Mozambique son muy pocos los que hablan el portugués. Esta es una de las características que hacen esta realidad muy distinta. Es un revuelto de lenguas en el que predominan el makúa y el makonde, pero este todavía más al norte. Dudo mucho que se pueda decir que hemos entrado en esta realidad sin conocer makúa, por lo menos, aquí en Pemba. Con los niños de Mahate es imposible comunicarse en portugués. Los adolescentes y los jóvenes saben algo más, pero sólo los que han frecuentado la escuela, lo que disminuye bastante su número. Si, como es el caso de estos jóvenes, no han ido a la escuela o sólo han ido unos pocos años, la conversación transcurre siempre en makúa. Al ser una lengua endemoniadamente difícil, tanto en la pronunciación como en la estructura, uno se siente como un pez fuera del agua. Cierto que eso no es óbice para que poco a poco se cree una relación de confianza que al principio parece muy lejana para ser sinceros. El primer día se puede cortar con navaja el hielo que se levanta entre nosotros, pero poco a poco se derrite. Después de ocho días de cercanía, de cuidado, de conocer a cada uno y de interesarte por ellos, acabas por entrar en su mundo, como si fuese normal y algo que siempre ha sido así. Para mí esta experiencia es un motivo de agradecimiento profundo y me hace creer todavía más en la verdad del camino de la encarnación.

Pero los problemas han llegado con las puertas. Esta noche no puedo evitar pensar que precisamente ahí resuena esta palabra de Jesús: Yo soy la puerta. Y esto es lo que ahora medito.

 
Cuando me planteé hacer estas pequeñas obras en la sala del centro de formación siempre tuve claro que los trabajadores tenían que ser del barrio, así que pedí consejo a la comunidad y a la mañana siguiente ya tenía albañil y fontanero. Said es, por decirlo así, el maestro de los albañiles. Con él llegaron Tarriji, Musa, Nelson y Auni. Todos musulmanes. También Yuma, el fontanero.

Es importante pensar que el 95 por ciento de la población del barrio es musulmana. Por lo que sea, aunque puedo imaginar que por las más y mejores posibilidades, los musulmanes han capacitado mejor a su gente, la han preparado y hacen las cosas bien. Los cristianos, al ser muchos menos y generalmente no bien vistos, sufren la segregación o simplemente se les relega al silencio. Sin embargo la convivencia es pacífica las más de las veces y la pobreza une a las personas por encima de credos o ideologías.

 
Cuando en una realidad así empiezas una obra de la que aunque sea poco se puede sacar algo, aparecen muchas personas inesperadas, dispuestas a aprovechar la ocasión para salir beneficiadas. Eso es lo que ha pasado con Ulamo, el carpintero. Por el tan malhadado miedo de África nadie se atrevió a decirme que tenía un problema serio con la bebida, a pesar de ser musulmán. El primer día se llevó dos de las puertas del centro, de menor tamaño pero en perfecto estado, más el dinero para comprar madera y hacer otras dos nuevas de mayor tamaño. Dijo que volvería a los tres días con el trabajo hecho, pero ni el quinto ni el sexto había dado señales de vida. Lo llamaron, apareció totalmente ebrio y alguien dijo que había vendido las puertas y “se había bebido todo el dinero”. Lo cogí aparte, lo miré a los ojos, le dije que él era demasiado importante para destruirse de ese modo y lo abracé. Se marchó diciendo que desde ese día vendría a la capilla a rezar, que acababa de ver a Dios… y prometió una y otra vez que a la mañana siguiente traería el trabajo. Esperé otros tres días y fui a su casa. Había llovido y todo estaba enlodado, incapaz de reaccionar por la bebida me enseñó unas tablas mojadas… Dos días más y, por fin, con la presión de todos, trajo las puertas. En una de ellas se había esmerado, pero la otra… “A ver, Ulamo, le dije, ¿qué le ha pasado a Ulamo que hace bien una puerta y mal la otra? Su mirada me recordaba la impotencia, la indigencia, la inocencia incluso, pero sobre todo el dolor, no sabría decir cuánto, ni de qué tipo, pero era mucho dolor. Callé, le dije que mañana tenía que dejarlas bien puestas, que sólo faltaba su trabajo.

Ulamo ha venido hoy al parecer bien dispuesto, mientras colocaba la primera de las puertas me parecía que había esperanza. Entonces me he ido a buscarles cena como todos los días y al volver había serrado la puerta porque, según él, no encajaba. He tenido que gritarle… pero su silencio seguía siendo una fortaleza inexpugnable, la fortaleza de la impotencia y de la vulnerabilidad. Y en este momento sigue siéndolo dentro de mí. Impotente, cansado, triste, me he ido sin compartir el bocadillo con ellos, con todos, como hago todos los días, sin poder imaginarme, demasiado centrado en mi mismo, lo que estaba haciendo.

 
Después de una media hora, Said llama a mi teléfono: que dónde estoy, que porqué no he cenado con ellos, que han dejado la comida sin tocar encima de la mesa, porque me he ido así. Y se me ha derrumbado todo… Hassane, el que supervisa los trabajos cuando no estoy, ha llamado después: que porqué les he despreciado así… Auni, un poco después, para que sepa que ellos no han entendido por qué me he ido, aunque me ha confesado que los bocadillos se los han comido porque son pobres, que si fuesen ricos los hubiesen dejado…

Ulamo, seguramente, habrá vuelto a su casa, a encontrar algo de beber que le haga olvidar de nuevo su impotencia. Pero esta vez yo habré pagado la botella.

He intentado explicar lo inexplicable y en un momento he descubierto toda la sarta de justificaciones con las que necesitaba proteger mi imagen, mi falta de verdadero compromiso, mi comodidad y mi poco amor. Aunque las conversaciones por teléfono han aclarado mucho, puesto que todos han pensado que mi enfado injustificado era por todos ellos, sé que esta noche en Mahate no he sido capaz de ver la Puerta, ni mucho menos de pasar por ella. Y ahora, cada vez que pienso en este versículo de evangelio, sólo soy capaz de ver a Ulamo, pequeño, delgado, lleno de sudor por el esfuerzo y la falta de alcohol, con la mirada abierta de par en par y sin comprender mis reacciones, con un dolor que me sigue atravesando el alma.

 




 




Yo soy la puerta... Ulamo, tú eres la Puerta. Déjame entrar por ti, de nuevo, perdona mi arrogancia y sobre todo mi pobre amor, mi falta de ternura y comprensión. No he sabido ver al que te ha puesto en mi camino…



Posos de Café en Pemba 26, 6 de febrero de 2013.





1 comentario:

  1. Miro por la ventana y en el poquito hueco de cielo que mis ojos pueden ver, diviso una pequeña pero brillante estrella y me dirijo a ella y le pido que su Luz penetre muy dentro de ti para que colme tu Corazón, tu Alma... todo tu ser.
    Eduardo, ahora soy yo la que te miro fijamente a los ojos y te digo que eres una perona demasiado importante y humilde a la vez, demasiado místico y frágil a la vez, demasiado sensible y en algunos momentos duro a la vez... demasiado grande, pero también con ese carisma de niño que de vez en cuando sin querer saca la pataleta y después reacciona y se siente derrumbado, débil... pero por todo esto -no puedes dejar destruir toda tu belleza interna y externa que existe dentro de ti.-
    Quizás hoy no has sido capaz de ver "La Puerta", pero por esto no puedes acusarte de tu falta de Compromiso, de Amor... Meter la pata es de humanos y saber pedir Perdón es de Valientes. Y recuerda, después de una oscura noche, siempre brilla el Sol a la mañana siguiente... todo depende de unos mismo y yo -confío plenamente en Ti, en ese Amor tan inmenso que existe dentro de ti- y ya verás cómo mañana las cosas se verán con otros ojos... con los ojos de Dios, con los ojos del Perdón y de la Reconciliación.
    Hermano, la vida está llena de puertas y para abrir una tienes que ir cerrando otras, por mucho que nos duela -la vida es así- y hay que ser fuertes para dar el paso en cada una de ellas.
    Hay puertas que son fáciles de traspasar... pero otras que han sido muy duras... pero lo importante es no sentirse derrotado, sino sacar toda la fortaleza de cada instante por muy duro que sea y nunca dejar de sentir que aunque en momentos no somos capaces de sentir o de ver a Dios en nuestro camino ...-El siempre está llevándonos- no nos deja e incluso si tenemos que caernos, lo permite, porque sabe que "la Levantada será Más Fuerte".
    Te envío mucha Fuerza, mucha Calma. Cierra los ojos y siente como mis manos aprietan tus manos y como Dios te está Abrazando como una Madre abraza a su hijo para arroparlo, consolarlo y a través de su Amor... Fortalecerlo.
    Hermano, Amigo y Compañero de Caminos ¡No esás solo... mucho Ánimo!.
    Siempre estaré a tu lado. Besicos Maite (6-2-13)

    ResponderEliminar