Paquitequete
Parece de juguete, verde y blanca, cuatro pináculos coronados de una media luna y un plano más arriba otro par de ellos esta vez con la característica gota de agua, el minarete se eleva sobrio y elegante, proporcionado al lado de la pequeña cúpula central, una media luna que mece una estrella de cinco puntas corona ambos. La única puerta es un círculo perfecto, encajado en un dosel más bien clásico. Frente a ella, la Mezquita de Paquitequete, una gran explanada rodeada de las casas más pobres de Pemba, las de los pescadores.
Mientras escribo suena la llamada a la oración de las tres de la tarde. No puedo evitar pensar en el único Dios y en tantos caminos que los hombres han abierto para llegar a él, quizás sin conseguirlo. Me da que el camino menos enredado a pesar de tantas sombras pasa por buscarle en las personas y, desde luego, cada día me parece más acertado. He venido a recoger a Said y a Tarriji, que han venido a levantar un muro de esos que el mar no respeta y cuando se han visto tan lejos de Mahate y sin coche, con un palmo de narices han llamado: Padre, sabe, es que estamos muy cansados... en las pocas palabras de makúa que voy conociendo y sobre todo en las risas y las expresiones me he dado cuenta perfectamente de que les había salido bien la jugada. Paquitequete es el barrio más pobre de toda la ciudad, si es que pueden hacerse comparaciones con esto de la pobreza. Un par de playas que merecerían estar en esos cuadros de Sorolla, marcan los límites de este barrio mwaní, el más antiguo de Pemba.
Entrar en el barrio se hace por una pasarela de cemento que se ha levantado a escasa altura del suelo porque cuando la marea sube lo inunda todo y entonces el acceso al barrio sería imposible. El espectáculo sin embargo es cuando hay bajamar, todo alrededor se convierte en una auténtica escombrera, por descontado, llena de niños rebuscando en los montones inacabables de basura.
Los mwanies son un pueblo huraño, musulmanes en su totalidad y la tercera lengua de la provincia de Cabo Delgado. Sus fronteras marinas les aislaron también de los efectos de la presencia colonizadora y siguen aislándolos de todos los que ellos consideran extraños. Como si el mar y su entrega y vocación a él los hiciese curiosamente impermeables.
Ninguno de ellos habla portugués ni aceptan hacerlo, y aunque es imparable evolucionar en estos tiempos se resisten fuertemente a perder una identidad que posiblemente les ha mantenido hasta hoy. La verdad es que contactos con todo lo demás no les faltan, y su persistencia en seguir siendo ellos mismos es de admirar.
Quizás demasiado fácilmente renunciamos a lo que somos por tantas presiones exteriores...
Entrar en el barrio se hace por una pasarela de cemento que se ha levantado a escasa altura del suelo porque cuando la marea sube lo inunda todo y entonces el acceso al barrio sería imposible. El espectáculo sin embargo es cuando hay bajamar, todo alrededor se convierte en una auténtica escombrera, por descontado, llena de niños rebuscando en los montones inacabables de basura.
Los mwanies son un pueblo huraño, musulmanes en su totalidad y la tercera lengua de la provincia de Cabo Delgado. Sus fronteras marinas les aislaron también de los efectos de la presencia colonizadora y siguen aislándolos de todos los que ellos consideran extraños. Como si el mar y su entrega y vocación a él los hiciese curiosamente impermeables.
Ninguno de ellos habla portugués ni aceptan hacerlo, y aunque es imparable evolucionar en estos tiempos se resisten fuertemente a perder una identidad que posiblemente les ha mantenido hasta hoy. La verdad es que contactos con todo lo demás no les faltan, y su persistencia en seguir siendo ellos mismos es de admirar.
Quizás demasiado fácilmente renunciamos a lo que somos por tantas presiones exteriores...
Pero en todo esto hay algo que no puedo dejar a un lado y por eso he querido escribirlo. Algo de incondicional que tiene el amor y naturalmente toda persona conoce, algo que a mí me está poniendo en mi sitio en tantas vivencias con estas personas. Que falte arroz en casa puede ser aquello que te recuerda que puedes hacer algo. Pero esto es sencillo, lo que no lo es tiene que ver con la libertad y con los sentimientos, con el corazón, que tiene sus idas y venidas y no deja de jugar buenas y malas pasadas. Cuando te muestras como eres, sin pretenderlo, porque espontáneamente eres así, puede ser que no te des cuenta que para los demás apareces desnudo. Y toda desnudez es frágil y es vulnerable. Lo que importa entonces son tantas reacciones y lo verdaderamente admirable es la incondicionalidad del amor... aunque seas una lata llena de agujeros, oxidada por todos los lados, también se puede hacer café.
Cuando alguien te dice que todo en ti está bien y que solo te falta dejar de fumar te está poniendo en tu sitio, pero no en algo tan sencillo como esto. Porque seguramente tu problema no son los cigarrillos sino ese corazón que espontáneamente se mete en su vida. Es el amor quien habla poniéndote en tu sitio. Sucede cuando has sido escogido, cuando las personas han conocido quien eres y quieren amarte, y entonces tienes que estar dispuesto a todo, sobre todo si quienes te aman son los pobres. Sólo puedo sentir de nuevo esa verdad, más profundamente todavía, de los pobres que me evangelizan cada día más allí donde pensaba que nunca llegarían.
Desde que estoy en Mahate me fallan las comunicaciones, estas de la técnica, porque para las otras, las de verdad, no doy abasto. Una distancia se abre mientras yo mismo me veo adentrado en el misterio de un pueblo que me seduce por su virginidad, su libertad y su amor. Hemos empezado un curso de formación bíblica y después de dos horas todos decían lo mismo: sabemos quién es este Dios de Jesús porque nos lo dice la vida, lo que vivimos cada día, porque es la experiencia humana de cada uno de nosotros. La miseria nunca será capaz de destruir lo humano aunque una y otra vez lo intente.
Hace una semana que hemos empezado el curso y el reencuentro con los alumnos ha sido como meterse en carrera cuando ésta ya llevaba un buen trecho recorrido. Es lo que hace la confianza, puentear, ahorrar esfuerzos y trabajos… lo mismo que sucede con Dios, siempre levantando puentes donde nosotros los hemos derribado, este Dios que nunca dejará de confiar en nosotros, porque no puede negarse a sí mismo.
Cuando alguien te dice que todo en ti está bien y que solo te falta dejar de fumar te está poniendo en tu sitio, pero no en algo tan sencillo como esto. Porque seguramente tu problema no son los cigarrillos sino ese corazón que espontáneamente se mete en su vida. Es el amor quien habla poniéndote en tu sitio. Sucede cuando has sido escogido, cuando las personas han conocido quien eres y quieren amarte, y entonces tienes que estar dispuesto a todo, sobre todo si quienes te aman son los pobres. Sólo puedo sentir de nuevo esa verdad, más profundamente todavía, de los pobres que me evangelizan cada día más allí donde pensaba que nunca llegarían.
Desde que estoy en Mahate me fallan las comunicaciones, estas de la técnica, porque para las otras, las de verdad, no doy abasto. Una distancia se abre mientras yo mismo me veo adentrado en el misterio de un pueblo que me seduce por su virginidad, su libertad y su amor. Hemos empezado un curso de formación bíblica y después de dos horas todos decían lo mismo: sabemos quién es este Dios de Jesús porque nos lo dice la vida, lo que vivimos cada día, porque es la experiencia humana de cada uno de nosotros. La miseria nunca será capaz de destruir lo humano aunque una y otra vez lo intente.
Hace una semana que hemos empezado el curso y el reencuentro con los alumnos ha sido como meterse en carrera cuando ésta ya llevaba un buen trecho recorrido. Es lo que hace la confianza, puentear, ahorrar esfuerzos y trabajos… lo mismo que sucede con Dios, siempre levantando puentes donde nosotros los hemos derribado, este Dios que nunca dejará de confiar en nosotros, porque no puede negarse a sí mismo.
Después de varios días Auni, orgulloso y desconfiado, empezó a sonreír, y desde ese día ya no ha dejado de hacerlo cada vez que me ha visto. Selemane, el ayudante del carpintero, un mwaní de Paquitequete ha permanecido como una figura impasible durante todo el tiempo de trabajo, ayer su sonrisa también me lo decía: he roto la muralla, acepto cruzar el puente, este puente que nos une porque somos humanos, hijos de la tierra, más allá de lo que nos reviste por fuera, sea lo que sea.
Posos de café en Pemba 28, 20 de febrero de 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario