Orígenes…
Pero toda la libertad que hoy experimento ha levantado un puente. “Te daré la cesta de la fruta si al recibirla eres capaz de renunciar a ella”, le dijo el Buda de la Compasión al mendigo… Atravieso los bosques y espesuras, me siento al pié de la mayor de las acacias y el éxtasis de sus colores jugueteando con la luz poderosa me sobrecoge, o tal vez me quedo ensimismado en algún rincón de la bahía, y mis ojos se pierden hechizados en las pinceladas de suaves verdes y azules transparentes, y en la blanca arena… Las libélulas se han escondido, o es que quizás las he perdido, no sé si atrás o delante. Un puente de amor, de una pureza que se escapa, hacia el más allá donde vivir es sólo eso, la transparencia de ser y amar en uno mismo.
Rocas milenarias, raíces que penetran hasta la misma fuente de la vida, árboles que hablan de lo más antiguo, del respeto y del amor, de la libertad y de la sabiduría, y en la piel de los cuerpos ancianos de los hijos de esta tierra los mismos surcos, las mismas estrías, los dibujos de miles de años, el mismo olor de los comienzos. Cambian las hojas, los frutos, pero la savia que los alimenta sigue latiendo desde antes de los tiempos.
No soy capaz de decirlo con otras palabras. Es la experiencia de los orígenes. Contemplar los rostros y las miradas, es recibir el regalo del primer día, cuando todo fue hecho. Es el poder inmenso de África, el mismo poder del evangelio: el comienzo, una y otra vez, de la historia de la libertad humana. Y la libertad… consiste en saber que la libertad está en peligro, ha dicho un filósofo. Las aguas del Robuma, del Niassa, de los grandes y majestuosos lagos, continúan bautizando en el misterio de la creación primera, la profunda sabiduría del respeto, del reconocimiento de la pequeñez y del don de todas las cosas, del agradecimiento por una vida recibida y por la madre naturaleza que todo lo ofrece y comparte.
Se acerca la Pascua. Hace unos días un musulmán me lo preguntaba, que qué es eso de la pascua. Nada más que la vida, le respondí. Esto que intentamos vivir juntos, el darnos unos a otros por amor, con amor y en el amor. Porque eso es la vida, para eso nos ha sido dada. Entonces, me dijo sonriendo, a lo mejor me hago cristiano. Hoy he sabido que va diciendo por ahí que él está a medio camino… Tengo que decirle que no importa lo que sea, que lo que importa es la vida porque el evangelio es el mismo libro de la vida.
Todo se ha ido preparando para este día: para cuando eres capaz de decir “está consumado”. Como quien firma una carta en la que acaba de escribir toda su vida, y en la que ha intentado vivir tan sólo para amar. Esta es la única pregunta que me importa, aunque tenga que borrar algunas líneas y haga tachones de algunas otras. Esta es la llamada permanente de África en mi vida, la misma llamada de los orígenes, y sólo me importa saber si ya estoy en condiciones de firmar la carta.
Es tarde, demasiado para Pemba. No han tocado las diez pero ya hace cuatro horas que ha anochecido y las personas se han retirado a descansar. Hace días que el ordenador me da problemas, y sin quererlo hace más distante la distancia. Hoy parece que tiene mejor día y lo estoy aprovechando. Tampoco el calor agobia tanto… ha llovido y algo está refrescando.
He decidido tender un puente. Voy dejando entre bastidores varios de mis posos, a la espera de algún hilo extraviado. Hoy he vuelto de nuevo de un viaje a las tierras vírgenes del interior, y me parece que voy oliendo a los comienzos. Es una sensación que se me va confirmando, de cada vez que me adentro un poco más en el misterio de esta tierra.
He decidido tender un puente. Voy dejando entre bastidores varios de mis posos, a la espera de algún hilo extraviado. Hoy he vuelto de nuevo de un viaje a las tierras vírgenes del interior, y me parece que voy oliendo a los comienzos. Es una sensación que se me va confirmando, de cada vez que me adentro un poco más en el misterio de esta tierra.
Muchos han dicho que todo empezó por aquí… por las orillas de los grandes lagos africanos, entre las viejas piedras de sus inmensos ríos… mientras atraviesas las rocosas y menudas montañas que se levantan como jorobas de cansados camellos, aquí y allá, algo que la simple visión no percibe va penetrando en el alma. Te sientes como invadiendo un misterio que debería permanecer eternamente escondido. Por un momento he sabido que el aura que envuelve las rocas, las inmensas acacias y la misma tierra también impregna a los africanos.
No sé si es mi admiración creciente y sin límites, lo cierto es que huelo a comienzos… como si en mí se imprimiese un tatuaje, el sello de los orígenes… como si la mano de Dios continuase modelando el barro del primer hombre, en el hueco inacabado que somos cada uno. No me es difícil contemplar una humanidad más realizada, mientras yo busco por tantos lados un camino que me acabe. Me pregunto si toda la respuesta ha de levantarse de nuevo o quizás ya lo esté haciendo, en las orillas embarradas del Robuma, de los lagos y la tierra que junto a ellos palpita, sobreabundante de vida.
Desde Pemba, cuya bahía se abre como un regazo, hasta la enorme Niassa y el lago que conserva las huellas de los primeros hombres, un olor de tierra modelada se extiende y permanece dando forma y figura a todo aquello que los sentidos acogen, marcando el territorio como hacen las grandes bestias que quizás recuerden lo que nosotros ya hemos olvidado.
Un sentimiento de profunda reverencia, de reconocimiento de la sacralidad de lo humano y de la tierra que va más allá de todas las determinaciones de la historia, se apodera poco a poco de la humildad de aquel que se adentra en tanta belleza.
No sé si es mi admiración creciente y sin límites, lo cierto es que huelo a comienzos… como si en mí se imprimiese un tatuaje, el sello de los orígenes… como si la mano de Dios continuase modelando el barro del primer hombre, en el hueco inacabado que somos cada uno. No me es difícil contemplar una humanidad más realizada, mientras yo busco por tantos lados un camino que me acabe. Me pregunto si toda la respuesta ha de levantarse de nuevo o quizás ya lo esté haciendo, en las orillas embarradas del Robuma, de los lagos y la tierra que junto a ellos palpita, sobreabundante de vida.
Desde Pemba, cuya bahía se abre como un regazo, hasta la enorme Niassa y el lago que conserva las huellas de los primeros hombres, un olor de tierra modelada se extiende y permanece dando forma y figura a todo aquello que los sentidos acogen, marcando el territorio como hacen las grandes bestias que quizás recuerden lo que nosotros ya hemos olvidado.
Un sentimiento de profunda reverencia, de reconocimiento de la sacralidad de lo humano y de la tierra que va más allá de todas las determinaciones de la historia, se apodera poco a poco de la humildad de aquel que se adentra en tanta belleza.
Pero toda la libertad que hoy experimento ha levantado un puente. “Te daré la cesta de la fruta si al recibirla eres capaz de renunciar a ella”, le dijo el Buda de la Compasión al mendigo… Atravieso los bosques y espesuras, me siento al pié de la mayor de las acacias y el éxtasis de sus colores jugueteando con la luz poderosa me sobrecoge, o tal vez me quedo ensimismado en algún rincón de la bahía, y mis ojos se pierden hechizados en las pinceladas de suaves verdes y azules transparentes, y en la blanca arena… Las libélulas se han escondido, o es que quizás las he perdido, no sé si atrás o delante. Un puente de amor, de una pureza que se escapa, hacia el más allá donde vivir es sólo eso, la transparencia de ser y amar en uno mismo.
Rocas milenarias, raíces que penetran hasta la misma fuente de la vida, árboles que hablan de lo más antiguo, del respeto y del amor, de la libertad y de la sabiduría, y en la piel de los cuerpos ancianos de los hijos de esta tierra los mismos surcos, las mismas estrías, los dibujos de miles de años, el mismo olor de los comienzos. Cambian las hojas, los frutos, pero la savia que los alimenta sigue latiendo desde antes de los tiempos.
No soy capaz de decirlo con otras palabras. Es la experiencia de los orígenes. Contemplar los rostros y las miradas, es recibir el regalo del primer día, cuando todo fue hecho. Es el poder inmenso de África, el mismo poder del evangelio: el comienzo, una y otra vez, de la historia de la libertad humana. Y la libertad… consiste en saber que la libertad está en peligro, ha dicho un filósofo. Las aguas del Robuma, del Niassa, de los grandes y majestuosos lagos, continúan bautizando en el misterio de la creación primera, la profunda sabiduría del respeto, del reconocimiento de la pequeñez y del don de todas las cosas, del agradecimiento por una vida recibida y por la madre naturaleza que todo lo ofrece y comparte.
Se acerca la Pascua. Hace unos días un musulmán me lo preguntaba, que qué es eso de la pascua. Nada más que la vida, le respondí. Esto que intentamos vivir juntos, el darnos unos a otros por amor, con amor y en el amor. Porque eso es la vida, para eso nos ha sido dada. Entonces, me dijo sonriendo, a lo mejor me hago cristiano. Hoy he sabido que va diciendo por ahí que él está a medio camino… Tengo que decirle que no importa lo que sea, que lo que importa es la vida porque el evangelio es el mismo libro de la vida.
Todo se ha ido preparando para este día: para cuando eres capaz de decir “está consumado”. Como quien firma una carta en la que acaba de escribir toda su vida, y en la que ha intentado vivir tan sólo para amar. Esta es la única pregunta que me importa, aunque tenga que borrar algunas líneas y haga tachones de algunas otras. Esta es la llamada permanente de África en mi vida, la misma llamada de los orígenes, y sólo me importa saber si ya estoy en condiciones de firmar la carta.
Posos de Café en Pemba 30, 20 de marzo de 2013.
“Cambian las hojas, los frutos, pero la sabia que los alimenta siguen latiendo...”
ResponderEliminarHermano, hablas de raíces que penetran hasta la misma fuente de la vida y de árboles que hablan... Nunca pensé que entre un árbol y yo pudiera existir una conversación. Sus propias raíces fueron capaces de penetrar hasta lo más profundo de mi vida, en mi Alma.
El árbol me ofreció sus flores para alegrar mi interior, me sorprendió con su verde intenso de las hojas para poner una chispa de esperanza en mi día a día, y hoy me demuestra que a pesar de su imagen de tronco débil y de hojas pequeñitas... es capaz de soportar el peso de las gotas de lluvia que se posan sobre él. Quizás esas gotas puedan ser una carga para sus hojitas... o quizás, precisamente están ahí para alimentarle y para demostrarle que a pesar de su debilidad, la sabia que le alimenta late muy dentro de su tronco y le hace fuerte.
Me encanta cuando te pregunta el joven musulmán ¿qué eso de la Pascua?... Me gustaría poder responderle:
“La Pascua, es descubrir en tantos Rostros, el rostro de un HERMANO que te dice ¡¡Heyyy, ESTOY AQUÍ!!. Es ver en tantas Sonrisas, SU Sonrisa que te recuerda ¡ADELANTE, TU PUEDES!. Es descubrir en tantas Miradas, SU Mirada de infinito AMOR que te hace sentirte tan QUERIDO y que te empuja a seguir entregándote y a seguir Amando incondicionalmente hasta las últimas consecuencias, -VIVIR TAN SÓLO PARA AMAR-¡QUE GRAN BELLEZA!!!. Y es sentir especialmente en tantos Abrazos, SU Abrazo que te ARROPA y te llena de tanta PAZ.”
Yo así lo he sentido a lo largo de la Pascua y lo sigo sintiendo día a día. Cada una de esas cositas han sido como Semillitas que se han posado sobre mí... como las semillas y la sabia del árbol que se cruzó en mi camino y que día a día mimaré, alimentaré y así de esta manera puedan dar sus frutos, frutos que a la vez esparcen semillas para que las huellas y la esencia de Jesús sigan teniendo vida y además en abundancia.
Gracias Padre, infinitamente gracias a TI y a todos los que día a día siguen caminando a mi lado, aportándome todo esto y mucho más.
Gracias Hermano por tus posos, que hacen que tu esencia y tus huellas estén a nuestro lado día a día.
Un inmenso Abrazo. Siempre Maite
“Cambian las hojas, los frutos, pero la sabia que los alimenta siguen latiendo...”
ResponderEliminarHermano, hablas de raíces que penetran hasta la misma fuente de la vida y de árboles que hablan... Nunca pensé que entre un árbol y yo pudiera existir una conversación. Sus propias raíces fueron capaces de penetrar hasta lo más profundo de mi vida, en mi Alma.
El árbol me ofreció sus flores para alegrar mi interior, me sorprendió con su verde intenso de las hojas para poner una chispa de esperanza en mi día a día, y hoy me demuestra que a pesar de su imagen de tronco débil y de hojas pequeñitas... es capaz de soportar el peso de las gotas de lluvia que se posan sobre él. Quizás esas gotas puedan ser una carga para sus hojitas... o quizás, precisamente están ahí para alimentarle y para demostrarle que a pesar de su debilidad, la sabia que le alimenta late muy dentro de su tronco y le hace fuerte.
Me encanta cuando te pregunta el joven musulmán ¿qué eso de la Pascua?... Me gustaría poder responderle:
“La Pascua, es descubrir en tantos Rostros, el rostro de un HERMANO (Jesús) que te dice ¡¡Heyyy, ESTOY AQUÍ!!. Es ver en tantas Sonrisas, SU Sonrisa que te recuerda ¡Adelante, tú puedes!. Es descubrir en tantas Miradas, SU Mirada de infinito AMOR que te hace sentirte tan QUERIDO y que te empuja a seguir entregándote y a seguir Amando incondicionalmente hasta las últimas consecuencias, -Vivir tan solo para Amar-¡Qué gran Belleza!!!. Y es sentir especialmente en tantos Abrazos, SU Abrazo que te ARROPA y te llena de tanta PAZ.”
Yo así lo he sentido a lo largo de la Pascua y lo sigo sintiendo día a día. Cada una de esas cositas han sido como Semillitas que se han posado sobre mí... como las semillas y la sabia del árbol que se cruzó en mi camino y que día a día mimaré, alimentaré y así de esta manera puedan dar sus frutos, frutos que a la vez esparcen semillas para que las huellas y la esencia de Jesús sigan teniendo vida y además en abundancia.
Gracias Padre, infinitamente gracias a TI y a todos los que día a día siguen caminando a mi lado, aportándome todo esto y mucho más.
Gracias Hermano por tus posos, que hacen que tu esencia y tus huellas estén a nuestro lado día a día.
Un inmenso Abrazo. Siempre Maite