viernes, 10 de septiembre de 2021

Las cadenas de Yuma

 

Las cadenas de Yuma

En el silencio del atardecer llegué al patio de su hermana. Desvencijado, con varios niños jugueteando aquí y allá. Más hacia dentro, bajo el mango, echado en el suelo, encadenado un pie al robusto tronco, estaba Yuma.

Desde abril que le volvió la locura. No lo atarian si no lo destrozase todo cuando se pone así. Pero ya lleva dos semanas, y su hermana vino ayer a pedir de nuevo ayuda.

Cuando está bien, suele ganarse la vida vendiendo pescado, yendo y viniendo a la playa, comprando a los pescadores o vendiendo para ellos, y sacarse un plato de comida.

Pero últimamente casi no comía, solo bebía, ese aguardiente barato que tienen los pobres.

No es la primera vez que le pasa. Desde que estoy aquí es la cuarta o la quinta, ya no lo recuerdo bien.

La primera vez me arrancó la matrícula del coche en uno de sus delirios. Como siempre ante el regocijo de niños y mayores que le siguen por todo lado, sin que nadie se atreva a acercarse a él, tocado por los espíritus...

Entonces y con un vaso de leche caliente le puse unas gotas de medicina que una religiosa me había dado. No tardó en mejorar y volver a la normalidad. Pero nunca dejó esa otra cadena de la bebida, y más tarde de otras drogas... Lo que fuese con tal de olvidar esta miseria. Poco tiempo después dejó el tratamiento y otra crisis apareció. Más violenta que la anterior, Yuma pasó a ser un peligro. Lo llevé al hospital, cuando ya no tenía más medicinas, pero nadie se atrevía a tocarlo, el mal de espíritus es contagioso...

Conseguí que volviese al tratamiento, otras tres veces... Siempre en el mismo círculo...

Nadie quiere hacerse responsable, nadie hacerse cargo... Sólo parece preocuparle a su hermana, y a mí... El enfermero de psiquiatría me advirtió que no lo acogiese en casa porque después yo tendría que asumir las consecuencias. Y es difícil tomar una decisión así...

Yuma es uno mas, otros son Helena, Mussa, Ana... Y los que deambulan casi desnudos por las calles de Pemba, de los que todo el mundo tiene miedo. Alguien ha escrito de los locos de África...

Mis amigos consiguieron enviar un frasco de medicina para Yuma. En correos esta vez la policía de frontera nos hizo abrir el paquete, pero nos dejaron ir sin decir nada... Porque ese medicamento tenía que llegar a Yuma. Y no hay puertas cerradas para el que mueve la historia desde abajo.


Hoy es el tercer día que Yuma está tomando su medicina. En su locura es como si supiera que ese es su remedio, el único que puede librarle de la cadena del mango.

Hoy ya conseguía distinguir mejor lo real de lo imaginario. Aún habla algo inconexo, mientras intenta un discurso normal, en las pausas, se precipita hacia ese mar de la locura, pero luego vuelve... Y cada día mejora un poco.

Quizás mañana podamos soltarle la cadena...

Hace años en una campaña de Cáritas por los ancianos, en Roma, el cartel decía algo así:  si hubieses sido anciano nos habrías enseñado a serlo... Y eso forma parte de la soledad de ellos, pero más lejos aún, mucho más, están los locos... A ellos tenemos que llegar más todavía. A ellos y a esa parte de nosotros que es como ellos...


En Mahate soñamos que un día estas personas tengan un lugar donde estar, donde tratarse y vivir sin que su dignidad sea olvidada. 




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