Después de meses
desafiando lo inevitable, cavando en este desierto sin esperanza, en busca de
alguna razón para creer que alguien o alguna medicina podría curarle, que
talvez seria diferente, y quizás Dios le ayudaría, le permitiría esa
oportunidad imprescindible, la que siempre se les niega a los pobres,... uno
de mis animadores de la misión, Faustino, ya no aguantó y ayer lo enterramos.
Me dicen los médicos
que quizás un tratamiento de quimioterapia a tiempo y una cirugía podría haber
cambiado el desenlace. En estos meses hizo tres viajes a Nampula y en el
último, cuando dos médicos coreanos iban a operarle, un cirujano de aquí dijo
que el estado en el que le dejaría la intervención exigiría una atención
clínica diaria, y que es difícil que una familia pueda soportarlo...
Faustino vivía en una casa sin luz ni agua corriente. Con su mujer y una gran familia... Empezó entonces a aceptar su situación... Cada semana he ido a llevarle leche, sémola y fruta...
Lo único que conseguía comer.
La pobreza es muerte.
Quizás esto lo tendríamos que recordar más insistentemente a quienes creen en
ciertas nociones idílicas. Y es muerte, porque es injusta, porque no es posible
que muchas personas no tengan lo necesario, ni en alimento ni en salud, ni en
educación... si no es porque algunos tienen demasiado.
Sólo habla de pobreza
quien no es pobre, y se atreve a dar tantas soluciones para algo que no ha
vivido... porque la pobreza es muerte y es también silencio. Después de estos
años ya no tengo soluciones, solo intento responder a cada uno que llama, cada
día, a mi puerta.
Hace dos semanas
llevé al cirujano del hospital a un joven que tiene que sufrir una intervención
delicada. Nos hizo volver el viernes de esa semana para realizar la operación,
pero cuando llegamos él no estaba en la lista. Volvimos a casa, la semana
siguiente fuimos varias veces al hospital, y el jueves iban a internarlo ya,
pero de nuevo no estaba su nombre en la agenda. Escribí al cirujano, porque yo
tengo el privilegio de tener su número, y pidió perdón... El lunes
volveremos... ¿Cuántas veces deben volver los pobres?
Quizás es mi edad, mi
situación más vulnerable y sensible, pero me duele cada vez más esta muerte, y
tengo miedo de que vuelva mañana, y de quién será... Por lo que sea me alejo de
la indiferencia y me acerco de la indignación, y sobre todo de la impotencia,
de esa cruz que misteriosamente vence el mal del mundo.
Es la muerte mi
maestra, en estos días, la que me hace entender, donde no conseguía. Gracias a
ella empiezo a comprender un poco más, pero también a preguntarme y me da miedo...
Entendí que Jesús
muere todas las muertes... Y que eso es porque tiene la medida de Dios... Pero
no consigo imaginar cómo puede soportar tanto dolor... cómo se puede sentir
tanto, y continuar sin aniquilarse. Cuando pienso en las muertes injustas de
tantas vidas, incontables no sólo por ser tantas sino sobre todo porque no
cuentan.
Porque el dolor de
Dios está lejos de ser únicamente el de un cuerpo crucificado...
Entendí que el dolor es el del amor llagado, aquel que la compasión informa a nuestra consciencia. El dolor inconsolable de la madre que llora por los hijos... Ese grito desgarrador por el hijo único. Y luego, yo me encuentro horrorizado, al ver a tantos... Y veo que no puede ser gratuito para Dios, no, el precio de su sufrimiento...pero tiene que haber una puerta por algún lado...
Es la única manera de poder vivir esto.
Como la resurrección de Jesús... que El ha Resucitado
todas nuestras resurrecciones, hasta que se realice en nosotros... Y todo se
consume.
Y si es verdad, y Jesús ya ha resucitado nuestra resurrección, como primicias, quizás sólo precisemos cambiar nuestra colocación... Pensar que encajamos en El, como partes de su cuerpo, no tanto por su muerte sino sobre todo por su resurrección. Quizás es eso lo que significa que llevamos en nosotros la semilla de la resurrección...
De cualquier manera no hay otro relato capaz de desafiar la muerte de esta pobreza, como este de la resurrección, ningún otro que sea capaz de mantenernos aquí, contra toda esperanza.
Septiembre 2021
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