viernes, 21 de marzo de 2014

35




35






35 es tan solo un número, uno de los infinitos números... hoy, sin embargo, es un número de dolor. Me pregunto si no será también el dolor infinito, como lo son los números, si no será nuestro destino el del dolor acabado como cuando una obra de arte recibe la última mano, después de tanto tiempo y esfuerzo en ella invertidos. Me dicen que tengo el don de expresarme, como si mis dedos tecleasen solos las ideas... pero yo sé que cada frase, y a veces cada palabra, son como surcos en la tierra, en cierto sentido como heridas, y al final aquello que queda, la secuencia de pensamientos, sentimientos y deseos, es como algo alumbrado no sin haber dejado atrás sombras y silencios.

Ha venido a verme el administrador del barrio con la noticia. La lluvia abundante de estos días se ha llevado 35 casas en uno de los barrios más pobres de Pemba. Poco tiempo después me informaba que en Mahate sólo eran cinco. Y un poco más tarde ya casi todos tenían un numero, de los diferentes barrios, de las aldeas cercanas, los monzones no se recordaban tan furiosos. Familias enteras sin encontrar refugio, en medio de la tempestad... las autoridades han acudido a lo peor, allí donde se ha sufrido menos seguirá el olvido, ahí no ha sido tanto el daño, porque de hecho todos tienen que afrontar el mañana, duro y amenazante, y sobrevivir es la única ley que ahora importa.

Los alumnos no aparecen a clase. No se han dormido, se han quedado sin lugar donde dormir. Sólo consigo guardar silencio, más silencio, y sombras, y esperar a que llegue ese momento en que pueda decirlo. Algunos creen que dramatizo, que va conmigo, que engrandecer lo sucedido es uno de mis defectos, pero hoy es uno de esos días en los que quisiera que fuera cierto. 

A muchos de mis hermanos de la comunidad las aguas torrenciales no se les han llevado la casa. Sólo no han podido descansar porque se les inundaron...

No importa demasiado, su fortaleza es increíble, no se llevan con ellos la sombra que a mí me oprime, porque mi casa es segura, aguanta y no se la llevará la lluvia.

Mientras escribo esto las lluvias parecen haber suavizado su caída. Podríamos estar más preparados, es verdad, pero lo que es posible para algunos no lo es para muchos. Quizás es en parte porque nunca aprendemos, pero la naturaleza puede ser devastadora, el pasado año fue la vez del centro y del sur, este es sencillamente el destino que tiene que llegar un día. Creo que hay algo de muy malo en el destino, algo verdaderamente fatídico, y sin embargo, como la rueda del tiempo no es posible alejarse ni huir de ello.

Las vidas que en estas lluvias cesarán quizás tendrán quien las llore, pero siempre serán el precio que hay que pagar en lo que es una lucha por sobrevivir, una competición de la que algunos saldrán vencedores y podrán contarlo un año más.

Cuando en enero un sobrino mío me contaba la trama de uno de sus libros, con el curioso título de "juegos del hambre", me sentía incapaz de entenderlo, hoy me consume el miedo al verlo demasiado claro. No quiero creer que algo así sea real, no quiero aceptarlo.

Si los problemas de más de la mitad de la humanidad condenada a competir en los juegos del hambre no se resuelven es porque estructuras de poder sin piedad así lo han decidido. Cierto que los más valientes podrán jugar sin hacer daño o haciendo el menor posible, pero que algo, (una política, una ideología o una religión) pueda justificar esto no soy capaz de entenderlo.

Siento desde mi lugar que todo el mal que las personas se infringen no es sino una falsedad, una máscara que oculta el verdadero mal, el más radical, el que nos justifica en un mundo al que protegemos con una alambrada de cuchillas...


No podemos permanecer parados, es tiempo de despertar al mundo, pero sólo si nosotros estamos verdaderamente despiertos sucederá algo. Lo peor de la miseria es ese poder de seducción capaz de hacer que uno se acostumbre a ella. Y no es tan distinto cuando es de dentro. Hay una llamada de la vida que clama porque se ahoga y espera nuestra respuesta. El más peligroso silencio es el de aquellos que no hacen nada.


Posos de Café en Pemba 52, 20 de Febrero de 2014.