sábado, 29 de octubre de 2022

De mis encuentros con sheik Bacar 6

 

De mis encuentros con sheik Bacar 6

Hace ya unas semanas que me persiguen los demonios. Siempre vuelven cuando tenemos la casa limpia y ordenada, bajamos la guardia para descansar y se nos cuelan con la autosuficiencia. Vuelven, con otros siete...

Es importante no bajar la guardia en esto de la responsabilidad. Un joven rey de los tiempos del profeta Mahoma dormía plácidamente al medio día, mientras los sirvientes, preocupados, pretendían entrar y avisarle de una inesperada visita. Una y otra vez volvían a la antesala, pues se trataba de una visita importante, pero ninguno se atrevía a interrumpir el descanso de su señor. En la antesala jugaba sobre la estera, el pequeño heredero de cinco años que no comprendía la aflicción de los sirvientes.

Entonces, cansado de tantas idas y venidas, el pequeño decidió por su cuenta despertar a su padre.

Padre, despierta! No puede dormir el padre mientras los hijos tienen hambre!

No nos ha sido dada una vida tranquila... Vivir desde la responsabilidad es vivir preocupado. La preocupación por todas las almas, decían los maestros. Puede ser que los demonios aprovechen con los que se preocupan poco, o cuando el sueño nos vence y las descuidamos... Cuidar tener una vida preocupada por las almas... Debe ser esto.

Gracias a Dios, cuando nos despreocupamos, también nos queda camino. El profeta de Dios era un hombre sin odio, trabajado en la disciplina interior de no dejarse llevar por las pasiones, el verdadero sentido de la yihad. Cuentan que un vecino descontento solia ir todas las mañanas y hacer sus necesidades mayores delante de la casa del Profeta, antes de que se abriesen las puertas. Así lo hizo por mucho tiempo, hasta que un día dejó de hacerlo. Ese día el Profeta salió como de costumbre,  ya con la primera luz del día, a barrer el suelo. Preocupado, al no encontrar lo acostumbrado, buscó a los sirvientes y pidió que lo acompañasen hasta la casa del vecino, para entender qué había sucedido a alguien tan fiel a sus necesidades. Tras el saludo de costumbre, el Profeta preguntó qué había cambiado ese día. Una exclamación siguió al comprender la razón de aquella visita insigne: Entonces usted siempre supo que yo hacía eso? Por supuesto, respondió el profeta, y ya me había acostumbrado a limpiarlo todos los días, por eso hoy me quedé muy preocupado...


En lo cotidiano brilla la santidad, en nuestras reacciones más humildes de la vida de cada día. Quizás todo depende, al fin y al cabo, de nuestra fidelidad a las pequeñas bondades de cada día, las que no dejan entrar a los demonios... Cuenta el sabio Hampate Ba, que si no soltamos pájaros del mal, nunca saldrán de nosotros, y si nos empeñamos en lanzar los pájaros del bien, aunque sean pequeños, estos siempre volverán a sus nidos, y nacerán otros, y cada vez serán más sus nidos y sus bondades, en nosotros... No dejar salir el mal que ya está en nosotros, no dejarlo crecer, hasta que se extinga totalmente, mientras se ensancha de bondad nuestro corazón, hasta que ya no soporte tanta luz y se derrame por doquier... Hasta que ya no haya oscuridad en nuestro mundo.


Pe Eduardo

Pemba 27 de octubre de 2022  




martes, 11 de octubre de 2022

El lujo de la silla


El lujo de la silla

A veces me despierto en la realidad y veo mi cara de tonto por encima de tantos prejuicios de europeo acomodado que sigo manteniendo...

La encarnación es un despojamiento, no es una ascensión... Y aunque lo sabes, no acabas de creerlo, y no es fácil vivir sin asideros.

Creces en el triunfalismo, en la constante tensión hacia lo que está más arriba, y buscas huir de la humildad de la tierra...

Luego te das cuenta que en esto del evangelio no tienes donde reclinar la cabeza... Ni los nidos de los pájaros podemos esperar.



   Me miran con aquellos ojos, con aquel rictus incomprensible, de quien no entiende nada de lo que dices o haces... Pero haciendo un esfuerzo para entender. Por decir que podríamos sentar a los jóvenes en las esteras en el suelo sin terminar de la iglesia nueva, mientras hacemos la oración por la paz.

Pienso en cómo me gustaba de joven sentarme en el suelo, en tantos encuentros... Ahora sé que siempre había una silla para mí. Pero si nunca hubiese habido sillas en mi casa, me seguiría gustando sentarme en el suelo? Seguramente preferiria sentir aunque fuese sólo un corto espacio de tiempo qué significa sentarse en una silla.

Por eso me miran extrañados, despues de tantos años y parece que llegué ayer, y todavía no conozco África.

Hoy, quien más quien menos también en África tiene una silla, dicen. Pero no es verdad, en las casas más pobres solo hay esteras, quien puede tenerlas...

Cómo no van a querer una silla para cada uno, los que pocas veces han disfrutado de una...

De nuevo mis esquemas se imponen, y son tan míos que no consigo distanciarme. Quisiera que todos entendiesen lo sensato que es lo que yo pienso, y en ello se va mi energía... infructuosamente. No me doy cuenta de cuán importante es suspender tu juicio y abrirte al otro, a la experiencia del nuevo nacimiento... Porque es así, en el encuentro con cada uno ganamos o perdemos la oportunidad de nacer de nuevo.

Es importante lo de los prejuicios, a veces son una lepra y es esencial que me dé cuenta de ellos y que no pare de caminar...

Sólo puedo pedirselo a Dios, darme cuenta de mis prejuicios y de mi ingratitud. Son el asidero que nos hace sentir un suelo firme. No te das cuenta pero es la enfermedad la que consigue que las atenciones de los demás te afirmen en la devastación de tanto sentido de nuestro mundo. Al fin y al cabo lo que importa es que yo sea alguien para los demás.

Y quizá sea esto lo que hace que hasta la lepra me sirva de algo, aunque sea al precio de quedarme ciego para siempre, de vivir enfermo.

Darse cuenta es aceptar la dependencia que te constituye, la radical indigencia de ser recibido... porque sólo la gratitud expresa lo mas genuino de la humanidad. Esta dependencia es la salud, la salvación... ahora me doy cuenta que tanta autosuficiencia se construye de prejuicios.

Cada dia tengo que volver a los pies del maestro, para decirle gracias por curarme también hoy, por hacerme vivir en el recuerdo de lo que me salva en verdad, por hacerme reconocer la maravillosa libertad de mi fragilidad y mi dependencia... la libertad de ser un hijo...

Poder sentarme, junto a los demás, para pedir paz, perdón, pan y amor, es lo único que importa. Y hacerlo cada dia, después de otro trecho de camino, cuando llega la hora del merecido descanso, hasta que los pies, aunque sea a pasos lentos, vuelvan a ponerse en marcha.

Pe Eduardo

Mahate, Pemba

10 de outubro de 2022 




 

...contra el Justo


Confabularon contra el justo, lo dejaron desnudo, golpeado y atravesado del dolor de buscar aquellos que no quieren volver a casa.

Antes lo habían enfrentado con miedo, y una copa fue testigo de su victoria.

He dicho que ya no tengo miedo a morir, pero sí lo tengo al odio, a la división y a la violencia...

Miro con los ojos fríos a la tormenta. Asustan los truenos ensordecedores y los relámpagos se suceden, pero es la lluvia la que quiere destruirlo todo.

Tengo más miedo de aquellos que no pueden entender el amor, porque su corazón se ha endurecido, y juzgan solamente por el mérito con la vara de medir que les interesa... Levantam falsos testimonios y vendem su integridad por un puñado de monedas...

De estos tengo miedo, más que de los violentos yihadistas... porque muchos de estos sólo gritan, porque no tienen nada.

De los que ya no quieren entrar en casa, resentidos por causa de la compasión, olvidados del gran regalo que recibieron, de estos sí, tengo miedo.

Han corrompido sus almas y buscan corromper a cuantos se encuentran por el camino.

Recuerdo que fueron los suyos, los judíos, los que mataron al Señor, manipulando al poder de su tiempo. Y fue uno de los suyos, al que él amó, quien lo puso en sus manos.

Un hindú mató a Gandhi, no fue un musulmán. Uno de los suyos, incapaz de compreender un mundo de amor.

Se sirvieron de un pobre ladrón para matar a Luther King, cubriendo las maquinaciones de un poder blanco amenazado por la causa cada vez más extendida de la raza negra...

Sí, me da miedo ese abismo que sin saberlo, cavan ante sus pies, hasta que ya no pueden vencer la distancia, y se quedan encerrados en aquella prisión del odio.

Miedo a que mi corazón se canse de salir una y otra vez a la puerta para decirles que los amo, que Dios los ama...

Ahora es fácil encontrar, entre los africanos, quienes siguen viendo en un blanco la sombra del poder colonial, y siguen declarándole la guerra, sin compreender porqué todavía no han dejado de ser pobres...

El gran mal es pensar que la casa de la humanidad es sólo la casa de algunos, donde otros no pueden tener cabida...

Quizás el misterio del mal tiene más oportunidades cuando no es tan patente ni manifiesto, cuando es capaz de aprovechar los sentimientos heridos y las frustraciones que la injustícia genera. Porque entonces, mucha parte del mal que sucede se viste de justificaciones...

No extraña saber que el joven que asesinó a la hermana María era hijo de Chipene, donde ella estaba hacía años...

No extraña que a veces quien moja el pan en tu mismo plato sea el que se deja seducir por un puñado de monedas.

En el fondo el terror nace en cada uno de nosotros, y solamente un contexto más saludable hace que no nos entreguemos a él. Pero es cierto que nuestra violencia es siempre destructora, aunque sea la brizna de odio que se ha colado en nuestra conciencia.

Pe. Eduardo

Mahate, Pemba

1 de octubre de 2022 

 


sábado, 1 de octubre de 2022

Abierto...el Cielo

 

Pequeñita, como una muñeca, dormida en el regazo de su madre, acariciando con su sueño este mundo de claroscuros. Con tan sólo unos días respirando el aire salado que el calor ya ha empezado a regalarnos. Jonelcy ha sido presentada a los vecinos, y como la moneda perdida, la abuela no dejaba de contagiar alegría... Alegraos! Sí, alegraos conmigo! Porque encontré la moneda perdida!

La abuela Isabel creía que no vería una nieta, de sus tres hijas solo le habían llegado niños... No se sentía completa sin una niña, como la mujer que perdió una moneda.

Barrió toda la casa, mientras levantaba al cielo avemarías, una y otra vez, cada día, hasta que Dios le ha hecho esta misericordia.

Nos adentramos en las calles del barrio de la Hacienda, como lo llaman, por sus calles sin asfaltar, secas y polvorientas en este tiempo de cacimbo. En una intersección, la del Tudo muda, esperé a la hija pequeña de la abuela Isabel para guiarme hacia dentro. El color de una casa o su tamaño, o una frase pintada en otra, o un viejo baobad, incluso la chatarra de un camión, se convierten en África, en esas referencias fundamentales que necesitas para orientarte, donde no hay calles todavía... Con el tiempo, como el Tudo Muda, acaban siendo la única referencia para localizar los lugares y llegar a ellos sin perderte inexorablemente. Para quien no vive aqui es mejor no adentrarse en las barriadas enormes de las ciudades africanas.

No sabia muy bien a qué iba, pero le prometí a la tía que estaría presente y celebraría con ellos. Fue una sorpresa encontrar a las amigas y vecinas de la abuela Isabel en el patio de su casa en construcción... Las había llamado para celebrar que había encontrado su moneda perdida, y me había llamado a mí para bendecirla.

El patio estaba preparado, con las esteras, un bidón usado de aceite que había de servir de batuque, una pequeña mesa, una capulana nueva de flores que se lanzaban al aire, y un papel pequeño con los nombres de la abuela, la hija y la nieta. Pensé en este pedazo de historia de vida, de la abuela a la nieta, como si el universo estuviese hecho de infinitos pedazos como este, llenos de bondad y agradecimiento.

Yo había preparado las lecturas del domingo, aunque era sábado, pero alguien había buscado otras, y no eran las del día.

Tres lecturas que tenían que proclamar la historia de la pequeña Jonelsy, como una bendición que quedaría inextricablemente unida al nombre africano que acababan de imponerle, juntando los nombres de dos antepasados...

Me conformé con las lecturas que habían escogido y quedé maravillado, otra vez, por lo que hace el Espíritu entre los pobres.

Isaías hablaba de aquel en quien se puede poner la esperanza. Me pareció una bendición poderosa para Jonelsy, mirándola se me antojaba como una pequeña semilla, tan vulnerable, con el único empuje de la abuela Isabel, una brisa suave y fresca en el atardecer, bajo un cielo tranquilo y bello. En esta esperanza Jonelsy tiene que encontrarse, ser presencia de buena nueva de libertad y sanación para los corazones heridos. Casi nada en la bendición de un nombre.

Pensé que se nos olvidan los relatos de bendición y nuestros niños crecen sin los deseos puros de bien y bondad que nuestros antepasados nos legaron...

El salmo que dos vecinas cantaron era una invocación al cayado del pastor que sosiega y sostiene, lo estaban poniendo en manos de la pequeña, pidiendo para que nunca se suelte de él, porque solo en él se encuentra fortaleza.

Entonces la abuela y las vecinas abrieron el cielo en la tierra, con una danza de ofrecimiento en la que la pequeña Jonelsy de tan sólo unos días era introducida en el ritmo poderoso de África, como un prelúdio de las millares de danzas que ella misma hará a lo largo de su bendecida vida.

Una a otra las vecinas se pasaban  a Jonelsy, ofreciéndola a la fuente de la vida, al ritmo de un canto de resurrección. Y recordé que la historia de Dios la hacemos nosotros.

Danzaron sin descanso hasta que la abuela la puso en mis manos y yo me uní al canto, a la danza y a la alegría.

Sentí que no puede haber oscuridad que no sea vencida con la pequeña luz de una niña, aunque no lo parezca, aunque sólo se acumulen sombras y se olvide la esperanza.

Que precisamente en estos contextos de muerte y persecución, lo paremos todo, nos juntemos, no para escondernos sino para celebrar el milagro de una niña pequeña, eso es la profecía, la del hijo que se nos ha dado, y la mayor presencia del poder de Dios en la tierra, sembrado, en los vientres de nuestras madres de África, donde no lo esperan en absoluto.

Siento que las palabras susurradas al oido de Jonelsy, las de la abuela y la madre, y las de cada uno de nosotros, mientras danzamos al atardecer, cuando el sol se ha quedado sin defensas, tienen el poder del Espíritu que todo lo llena, renueva y purifica... Y una calma misericordiosa recorre mi cuerpo y mi alma...

No tengo nada más, terror del mundo, solo una hija pequeña que se nos ha dado, y te vencerá, en la oscuridad de la noche o en la llama ardiente del día.

Pe Eduardo

Mahate Pemba

Mozambique

26 de setiembre de 2022