domingo, 12 de diciembre de 2021

Quedará el amor...

 

Al final, después de todo, quedará el amor...

Son las cosas más obvias las que a veces me parece que necesito comprender de nuevo.

Pensaba que el amor tenía una dosis, que es sencillamente la que tiene cada uno, y conforme a ella se ama... Pensaba que esa medida es la que es y que no le puedes pedir a nadie que ame más de lo que él está dispuesto, porque es su medida...

Pero hace ya tiempo que sé que no hay un depósito en algún lugar de nosotros para el amor, he aprendido que el amor es una historia, es la historia que cada uno se permite vivir, y esta es su única medida.


Jesús es la mejor historia de amor, no me cabe duda. Y sólo cuando entro en su historia, cuando me doy permiso para entrar hasta donde sea, el amor se vuelve la medida de mi humanidad. Creo que esa medida es la gratuidad, lo que indica que la humanidad ha alcanzado su madurez.


Hay una niña pequeña en mi vida,  ella es la maestra de amor que Dios me ha enviado en esta etapa de mi vida. Quizás consigáis entenderlo si digo que ella ha sido la puerta de todas las niñas y niños, de todas las personas vulnerables y olvidadas, de todos los indefensos y los impotentes.

Cada día descubro en su historia cómo el amor crece, captura nuevos reflejos de luz y se enriquece de colores, matices, sentimientos. Entonces algo de mí vuela lejos, muy lejos, hacia un horizonte insospechado, hacia nuevos mundos y hacia las historias no vividas, y me doy cuenta que es el amor, una fuente inagotable, eterna, siempre nueva... Capaz de impregnar y transformar la historia encarnada de cada momento, nunca la misma, siempre, eternamente nueva.

Luego pienso en mis amigos y en cuanto los amo. Y sé que es un amor distinto, más rico, más lleno, más nuevo, el que ahora tengo... Y sé que mañana todavía será mejor.

Es esta niña pequeña la que me ha hecho comprender estas cosas. Y aunque no sé explicarlo mucho, cada vez que veo un niño, un pequeño, en su vulnerabilidad, veo a Dios... Y creo que es también por eso por lo que su dolor es también cada día más intenso, más agudo y profundo, más doloroso, si puedo decirlo así.

Entonces, y aunque me asusta un poco, parece que comprendo un poco esa cruz, a ese que está clavado en ella. Y mirar al niño ya no es posible sin contemplar todo esto...

Porque un niño se nos ha dado, recitaremos esta Navidad. Un niño... Una inagotable fuente de amor puro, una ternura capaz de destruir las piedras más duras... Un poder inusitado de novedad y gracia, que sólo el mal más puro se atreve a herir o a matar.

Porque la historia de este niño es también la de los inocentes, la del Dios que desafía al mal de este mundo, como él nunca esperaría... Un niño, que nunca dejó de habitar en Jesús, el niño que fue su secreto, el que le llevó a vencer al final, como el mal jamás podría haber imaginado.

Un apócrifo de Lucas cuenta que Jesús niño una noche no podía dormir, una noche especial, no de tantas en las que él se divertía solo con las estrellas, como contaba su madre. Ella también lo siguió esa noche mientras subía la loma cercana de la vieja casa, y su corazón de madre se encogió al ver a su hijo pequeño ante una sombra sobrecogedora. Quiso darle alcance pero algo la retuvo. Una mano de oscuridad se alzó en aquella sombra y arrancó del suelo el brote joven de un olivo y lo mostró a Jesús. Un niño sosteniendo la amenaza del vacío y la nada. Y al instante, aquella esperanza de vida, desde la raíz hasta las hojas, secó y se desintegró en polvo y ceniza.

Pero el pequeño Jesús no se inmutó, firme y resuelto, como quien descubre el sentido de todo, y agachándose ante la sombra, cogió un puñado de tierra, la levantó y desafío a la oscuridad, mientras un brote verde y luminoso crecía entre sus dedos, y apartaba la sombra que parecía huir amedrantada. Lo contaba su madre, cuando todo empezó, después del Gólgota.


Cuando veo un niño recuerdo esta historia, imagino a su alrededor los brotes de vida y esperanza que crecen y expulsan las sombras del mundo. La oscuridad es cuando ya no hay historia, porque el odio no se permite vivirla. El mal es el rostro sin rostro, la palabra vacía, el polvo y la ceniza.

Se nos ha dado un niño. Nada es tan sagrado, nada es tan puro... Su total ausencia de poder es lo que los asemeja a Dios, como pocas otras cosas... Y es precioso recordar cada día que esa es nuestra esencia, la del niño que fuimos una vez, la del Dios que sigue dentro de nosotros.

Tanta violencia y muerte, tanta oscuridad, debe ser sólo eso, el poder que nos hace olvidar nuestra divinidad interior, nuestro niño. Quizás por eso al hacernos adultos olvidamos que esta búsqueda tenemos que hacerla dentro, y que sólo al renunciar al poder, podremos encontrar algo...

Es bueno que lo recordemos en el adviento. Es un niño, esa salvación que todos veremos... Como cada año, ojalá este lo comprendamos.


Pe Eduardo

5 de diciembre de 2021 



domingo, 5 de diciembre de 2021

El frasco de perfume...

 

En medio de la tragedia, cuando uno solo tiene ojos para las heridas, cuando te parece que si algo no pasa la desesperación tomará cuenta de todo, y en medio de los respiros que regalan un y otro amigo, de esos que aparecen sin avisar y siempre para aliviar, llegó la carta de la donación para la iglesia.


Alguien vio lo que debió ver el ciego del camino, el que no podía ver. Alguien detuvo sus ojos por detrás del fuego y de la tempestad, y vislumbró más allá la esperanza.



Se llaman Ayuda a la Iglesia Necesitada y eso es lo que hacen, ayudar a los cristianos que sufren alrededor del mundo... Y tienen ojos para ver, más allá de las tinieblas del mal.

Si, en medio de una situación extrema  y crítica, en medio del drama humanitario que seguimos viviendo, de repente recibes una noticia así, entonces te das cuenta de la sorpresa del Dios del evangelio.

Hace años, cuando mis teorías tantas tomaban cuenta de mí, con indudables argumentos, yo mismo hubiera cuestionado la necesidad o incluso la verdad pastoral de construir una iglesia. Con muchas más razones en un contexto como este, donde la pobreza extrema, la falta de condiciones mínimas de habitación para muchos, la irrefutable prioridad de los servicios básicos inexistentes para vivir con dignidad, son claramente un desafío que sólo puede dejar de lado otras cuestionables necesidades, como puede ser una iglesia.

No puedo dejar de pensar en aquellas palabras de Judas, por el perfume de nardo caro que aquella mujer derramó en los pies de Jesús. Si algo está justificado, o incluso lo justifica todo, es dar a los pobres lo que este sistema sin escrúpulos les roba cada dia.

A mí esa respuesta de Jesus me duele. ¿Cómo es posible que diga eso? Que a los pobres siempre los tendremos con nosotros... Cuántos habrán justificado su modo de vivir con estas palabras... Enigmáticas, como tantas de las que dijo.

Es por la otra parte de la frase, lo de a mí no siempre me tendréis, lo que parece permitir entender que construyamos una iglesia y gastemos tanto en un perfume de nardo caro.

Ya suben las paredes, ya se adivina un poco lo que ella será... Paso instantes esperanzados en ella, porque la siento preñada de futuro... Como si ese monte de cemento estuviese gritando, allí en su quietud, como un profeta herido, a toda esta realidad terrible, que el mundo que viene es de Dios!

Cuando llegué a Mahate, la primera misión de la ciudad de Pemba, donde llegaron los primeros misioneros, y se instalaron en medio de un pueblo con ya mil años de tradición islámica,  mi comunidad era un pequeño resto de pobres de Dios, y con muy poca comprensión de las cosas de Dios... La misión tenía el título de casiparroquia, porque no llegaba a cumplir lo necesario y tras la devolución de las misiones, era apenas una comunidad de la gran iglesia de santa Maria Auxiliadora.

Me pedían los más próximos una iglesia, porque un garaje de la vieja casa de los misioneros nos servia de capilla. Pero al menos hasta pasar dos o tres años no necesitamos más espacio... Los domingos empezaron a llegar más cristianos porque las familias aumentaban ligeramente por vários motivos. Siempre respondí lo mismo. Piedras vivas necesitamos, no muertas...

Y fueron estas, las que, sin duda, el Espíritu fue llamando...

Tuve que construir un cobertizo grande para proteger del sol y la lluvia. Hoy llegan y se quedan fuera porque ya no hay lugar dentro...

Desde hace tres años, nuestras comunidades han crecido, ya son cinco, sobre todo con la llegada los hermanos del norte, huyendo de los ataques terroristas.

Pero si esta es una razón suficiente para la iglesia, para mí no es la principal. Quienes más me han convencido por dentro han sido los otros hermanos, los musulmanes. Y esta historia merece contarse.

Hoy muchos de ellos se acercan a nuestra iglesia y entran en el recinto y no tienen miedo. El miedo y el prejuicio son las peores amenazas de la paz. En estos casi diez años, la búsqueda de un espacio en el que pudiésemos encontrarnos, reconocernos y dialogar, ha sido una de mis mayores preocupaciones. Y solo después de los ataques y de la resistencia a la que someten los africanos a cualquier extranjero que llegue para quedarse, conseguimos encontrar ese espacio. Hoy y más últimamente llegan aquí los imanes y yo veo con gratitud que se sienten confiados, en estos tiempos en los que tan facilmente estigmatizamos.

La iglesia que se levanta es un testimonio del encuentro, la acogida incondicional y el diálogo. Y esto es lo que la convierte en una necesidad de primer orden. Esto es lo que en verdad la justifica.

Solo esta mirada puede entender que se gaste el dinero del frasco de nardo puro, y que se entienda que los pobres seguirán entre nosotros.

Lo que AIN nos ha dado es este frasco para que el buen olor del evangelio se sienta por todo el barrio... Y muchos, de cuantos oran en las siete mezquitas que nos rodean, pueden sentirlo. Saben que esta casa acoge, venda heridas, acompaña y cuida... Y eso huele bien...

Lo demás no tiene mucha importancia.

Pe Eduardo

Mahate, Pemba

2 de diciembre de 2021 



Apuntes de la memoria

Apuntes de la memoria

Voy para los 54 años. Soy africano desde 1999. Me vienen a la idea algunas conexiones que me ayudan a comprender y a encajar el tiempo de necesario desasimiento que ahora me toca vivir...


Me ayuda mucho pensar las relaciones que vivo hoy y las que he vivido en el pasado... Pueden haber quedado atrás unas, mientras otras también se alejan... Otras aún empiezan... Y es como un siempre avanzar, y siempre llenar de nombres tu vida. Pero en muchas, y no sé decir cuántas, mi humanidad dejó su impronta, su humanidad se unió a la mía, y ya no soy más, ahora somos.


Quizás se pueda vivir de otro modo y se pase haciendo el bien, sin dejar huella, y uno puede volverse sin mucho esfuerzo a donde salió. Quizás demasiada comunión, para otros, no sea muy célibe, y uno pierda su capacidad de libertad...


Muy joven todavía una tarjeta de recuerdo de 25 años cayó en mis manos. Me parecía entonces que faltaba mucho. Eran palabras del poeta indio Tagore: libertad, ¿quién quiere libertad?, No se ha atado él mismo? Decía, y justificaba esos años de entrega de aquellos que celebraban.


El pensamiento de atarse me acompaña desde entonces. ¿Acaso no es lo que hace este Dios humanado?

Pero, ¿hasta donde atarse, hasta donde llegar al encarnarse, si es que tiene que haber un límite... ?

No me parece que Jesús lo tuvo, no me parece que todos fueron Pedro, Santiago y Juan, o María, Marta y Lázaro de Betania...

Con todo, parece que esa vocación de disponibilidad, etérea, hacia unos ideales brillantes y creíbles, se resiente, si te atas demasiado...


Me impresionaba y sobrecogía escuchar a mi hermano de curso cantar con aquella voz de barítono la súplica de Isaac a su padre que se dispone a ofrecerlo en sacrificio: Aquedah! Gritaba Isaac. Y le pedía a su padre que lo atase fuerte, para que no se resistiese y no fuese en vano el sacrificio.


Hoy sé que donde estoy atado es donde Dios espera mi sacrificio. ¿Qué otra fidelidad puede tener sentido? ¿A qué ideal, si no es a la carne herida de los pobres?

¿Hay algo del amor crucificado en ese atarse a ideales?

No, una idea no puede redimirnos.


Dios sólo debe saberlo, pero yo rezo: Escóndeme y átame en tus heridas... Pero no dejes que se me nuble el corazón. Y si se nubla, átame fuerte y que yo no me resista...


Después de los años, pienso que muchos se han olvidado de mí. Como yo mismo me olvido de aquel que me redimió, o de mi padre y mi madre... Es cierto que a Jesús sólo le vuelve un leproso curado. Los demás acaban sintiendo que aquella salud recuperada les pertenecía, como a los niños que sienten que desde el pecho les pertenece la madre, y ya no hablan de ella, porque lo que ellos son ahora es también su madre.

Aquellos otros 9 no deben ser ingratos, para ellos Jesús se quedó en los cimientos, aunque no lo vean o no lo digan, pero Jesús hizo su parte.


Y es cierto, me he quedado en los cimientos de muchos que ya están lejos, en la memoria, soy algo más que les pertenece, no tiene sentido decirle a tu cuerpo gracias por curarte, es lo que tiene que hacer, curarte, porque le pertenece hacerlo.


Con otros por quienes pasé pero ya se habían construido, la gratuidad lo preside todo, forman aquel ciento por uno que uno recibe, en el misterio mismo de la libertad. Están en esa dimensión en la que no tienen sentido las medidas.


Hoy veo y comprendo mejor cómo se van soltando aquellos a los que ya les han crecido las alas... Ya no espero mucho, porque a veces no sé si estoy en los cimientos o soy una experiencia buena de un viaje... Pero sé que es así y me ayuda a quedarme quieto y silencioso... Pacificado por dentro... Con la sensación de estar, eso sí, lleno de nombres.


Empezamos el Adviento y tantos nombres no han vuelto mi corazón pesado. Las heridas de su cuerpo están sucias, sangran y supuran, el polvo y el sudor, y la muerte, huelen. No podré presentarme muy limpio, o muy bien vestido, espero que lo entienda, pero para la fiesta sí que estaré, si no le importa compartirla con los pecadores, y creo que no, porque son ellos los que arrancan a danzar cuando suena su música.


Aun sin fuerzas o enfermos, sin que luego haya algo esperando en la mesa, los pobres danzan porque esperan al esposo, danzan porque saben que vendrá siempre, saben que no los defraudará.

Y esto, sólo esto debe ser el Adviento.

Al final, la gracia de quedarme bien atado, para que esta historia nuestra continúe, es la que más necesito. Y lo es, sin duda, porque son ellos los que pueden atarte a sus vidas o nada tuyo lo conseguirá. Y cuando sucede, entonces puedes intentar lavar heridas, limpiar lo sucio, ayudar a consolar cuando llega la muerte, y sentir el milagro de la vida como nunca antes lo habías sentido.


Los hermanos musulmanes comienzan la oración con el gesto de sus manos lanzando hacia atrás todo lo que se anteponga al Dios a quien van a adorar. Es un deseo hermoso, porque lo que importa es esta historia de cada uno con Dios. Nuestro año nuevo tendría que empezar con este deseo. Que no te desates de aquellos para quienes Dios te llama a ser su humilde Encarnación.

Feliz Adviento

28 de noviembre de 2021 

 


 

viernes, 12 de noviembre de 2021

Reabrimos la escueliña


Reabrimos la escueliña...


Sólo quien conozca un poco África, y su rostro más pobre, puede comprender un poco el impacto que tienen las escuelas infantiles, en este régimen que las misiones comenzaron en sus orígenes y que garantiza la alimentación indispensable de los más pequeños, además de su primera educación.

Hacía meses que las autoridades no nos dejaban abrir, por la pandemia fundamentalmente. Pero el decreto de presidencia de hace dos meses ya había autorizado la reabertura. Por una razón inextricable, los servicios sociales de infancia no cedían y nos han mantenido en un tira y afloja, dejando pasar el tiempo quizás hasta que el año termine. Pero yo no cedí, llevé el asunto a la procuraduría en un encuentro de violaciones de derechos humanos entre los refugiados. Y tuve resultados. Ayer recibimos el oficio de abertura. Otras provincias, sim embargo, llevan meses abiertas.

Cuál es la razón que hace que algo tan importante no interese... Qué tiene que haber en un ser humano para sentir aquello que falta en otro ser humano? Es una medida de humanidad, nada más...

Nuestra escueliña, como se las conoce aqui, acoge a niños de dos a cinco años, de famílias que no consiguen darles lo indispensable para su crecimiento saludable. En los ambientes más urbanos los centros infantiles son casi un lujo y sólo familias con recursos fuertes pueden frecuentarlos. Únicamente las escueliñas de las misiones siguen siendo un refugio para los pobres.

Esto que todo el mundo puede comprender, es un problema para las autoridades locales, que siguen la legislación que algunos han hecho para sus hijos, desde una perspectiva muy lejana de la realidad africana. En teoría nuestras escueliñas no encajan en ningún tipo de centro infantil, porque son instituciones de caridad y está claro que lo referente a la educación infantil es una obligación del estado. Lo entiendo, las escueliñas no deberían existir porque el Estado debe tener a todos los niños protegidos en sus propias instituciones. Pero la realidad de África está muy lejos de permitir esto. Mucho más en contextos de guerra o de crisis de refugiados como el que vivimos.

En tiempos de normalidad pedimos una contribución simbólica a las familias que traen a sus niños que es suficiente para acercarnos a un funcionamiento sostenible, aunque siempre necesitemos ayudas. Ahora el impacto de la pandemia y de la guerra se deja sentir en todos los ámbitos. Casi al final del año, en el calendario austral, que celebra las vacaciones de verano en diciembre y enero, son pocas las familias que están trayendo a sus niños, otros de los que  ya conocíamos han crecido y tienen que empezar la primaria. Pero yo estoy pensando en los que no pueden porque no tienen recursos y en los refugiados. La organización portuguesa Helpo que nos ha estado apoyando desde comienzos de este año en la crisis de refugiados nos ha dado diez becas para niños que provienen de estas familias. Los registros que tenemos aqui en el barrio hablan de mas de 4.000 niños desplazados. Somos la única escoliña en varios km hasta la ciudad y no hay otra en la periferia. Es una gota de agua, una diferencia que permite vivir con dignidad a solo un puñado de tantos. Cuando estamos a todo ritmo acogemos a 150 niños, lo consigo gracias a las ayudas que cada año nos llegan con fidelidad. Este año tuvimos que hacer reformas, canalizar agua y construir espacios abiertos, para descongestionar otros... Cada niño nos sale a unos 15 euros por mes. Pero desayunan, almuerzan y meriendan, antes de volver a sus casas. Y yo duermo un poco mejor.

Al estar tan cerca el fin de año sé que no tendremos mucha respuesta de aquellos que confían sus niños a nuestra escueliña, pero llevamos desde el año pasado sin abrir, y los pequeños son los más vulnerables en los contextos de pobreza y guerra. El lunes empezamos con los que haya, intentaré poner otros diez con otras ayudas, y si llego a quince, ya serán 25, y si todo va bien, seguiremos aumentando. No cerraremos en Navidad. Vacaciones no tienen los pobres... aseguraremos que puedan tener lo necesario hasta finales de enero. En febrero abriremos para el nuevo curso con la esperanza de poder volver a los 150, y quién sabe, igual a los 200.

Ojalá podamos, porque para mí significa menos lágrimas, más esperanza, más Dios en todo esto. 

Pe Eduardo. Mahate, Pemba 



jueves, 28 de octubre de 2021

Con Sheik Bacar, 5. Lucman

 Con Sheik Bacar, 5. Lucman

Había en tiempos del Rey David, un sabio llamado Lucman, respetado y amado por el pueblo. Cierto día Lucman aconsejaba a su hijo, sobre los principios con los que tendría que orientarse en su vida para ser un buen creyente en Dios.

El primero de los consejos decía así: No confundas a Dios con ninguna otra cosa de este mundo, ni lo asocies con nada más.

Cualquier asimilación de Dios, de su Santidad, a algo de nuestro mundo es una idolatría. Ni el poder, ni el dinero, ni la fama, pueden usarse para llegar a Dios... Y Bacar, mientras me cuenta la historia, dice, es un gran pecado reducir a Dios, olvidarse de que Él no tiene medida y que no existe otra actitud religiosa fuera de este continuo sentimiento de pequeñez ante su majestad. Y me pregunto cómo es posible que alguien grite el nombre de Dios para matar a otros.

El segundo consejo pedía parecido: no te confundas a ti con nada ni nadie de este mundo, ni te asocies con nadie ni nada que le pertenezca.

Yo tenía una idea diferente de la identidad musulmana, tantas veces asociada a la umma, la comunidad orante que, ante Dios, se somete como un solo cuerpo. Sin embargo, el consejo del sabio Lucman parece querer decir que Dios tiene reservado un camino de Santidad para cada uno y de un modo incomparable.

Supongo que hay todavía mucho más en el islam que no sé o no entiendo bien.

Los consejos del sabio Lucman a su hijo continuaban enumerando pequeñas cosas unidas a actitudes deseables para los creyentes del islam. Por ejemplo, nunca acabar el alimento ofrecido, porque es una señal de prodigalidad. Y así, en tantas cosas de la vida se comporta el creyente con humildad, ciertamente la virtud más característica de los santos... ningún cristiano sentirá ajenas estas palabras.

Recuerdo haber escuchado de otro maestro del islam una explicación de la yihad, el sacrificio del infiel, que solo le es permitido al que ya ha vencido todas sus pasiones, porque sólo así puede Dios aprovechar ese sacrificio. Vencer las pasiones es la gran misión del buen creyente musulmán. Y solo la humildad es posible en ese camino, porque muy pocos llegan a ese estado que les permitiría, impasibles, sacrificar al infiel. Mientras nos domine alguna pasión tendremos que vivir humildes y renunciar a cualquier violencia. Pero cuando hayamos vencido las pasiones, ¿habrá lugar para la violencia?

Cuando pregunto a quien estuvo secuestrado por yihadistas el porqué de su violencia, todos responden lo mismo. Odio, un odio enconado a sus enemigos, la peor de las pasiones.

Por eso los grandes sabios musulmanes dicen que matar al otro nunca está justificado, porque nadie llega nunca totalmente a dominar sus pasiones.

Después de contarme su historia del sabio Lucman me quedé pensando en los dos mandamientos que Jesús dice al doctor de la ley que son la síntesis de toda la ley y los profetas. Y me parece que el parecido es notable en el primero, y que el segundo debe tener que ver con aquello de como a ti mismo. Que no te asocies a nadie ni a nada es amarse a si mismo, respetarse, Jesús dice, para amar al prójimo.

Que no asocies a Dios con nada es sin duda lo del con todo tu corazón y entendimiento y con todas tus fuerzas y voluntad. 

Porque si fuese algo menos que el todo, entonces pasaría a ser algo que se puede medir, y eso sólo es posible si Dios se asimila a cualquier cosa del mundo.


Es fácil decir tantas cosas del islam. Ese enemigo del liberalismo, han sentenciado incluso algunos especialistas. Sin embargo, no lo parece cuando uno escucha los consejos del sabio Lucman. Suena a libertad y autonomía que sólo Dios puede llenar...


Bacar suele amenazar a los que nos buscan aquí en nuestro pequeño centro interreligioso, les dice que yo me haré musulmán. Tengan cuidado, dice sonriendo. Ambos sabemos que ese paso sería un fracaso de nuestra misión, tanto de mi lado como del suyo, porque necesitamos dejar testimonio de que convivir es posible. Pero él sabe más de mí, aquello que decía el sabio sufí: quien tiene la enfermedad que se llama Jesús ya no se cura. Y yo estoy enfermo.

Padre Eduardo, 18 de octubre de 2021 





sábado, 25 de septiembre de 2021

Con Sheik Bacar

Me estoy dando cuenta que el mal que realiza la pascua no es tanto la violenta muerte de Jesús, sino sobre todo toda muerte de lo humano, de la bondad, la verdad y la belleza del mundo... Es el mundo de quienes no aman... Lo que está en juego no es simple, no es algo sin importancia, no es una única vida, sino la misma posibilidad del bien.

Desde este lado, afirmar la esperanza es lo más heroico que puede hacerse...

Aquello que leo en los profetas y los salmos... Mirad cómo matan al justo! Debe ser el mismo rostro del mal y sólo más allá  es posible pensar la esperanza...

La guerra, el hambre, la enfermedad,..., La muerte, el resultado.... Porque, como dice el Corán, el mal no se pudre, pero el bien no se olvida. Las dos frases las dice juntas mi amigo el imán Bacar, en árabe.

Parece que hay una advertencia sobre el mal, recordándonos que a lo largo de nuestra historia nos pisará los talones, y con la misma fuerza de siempre, volverá una y otra vez a asediarnos... Me lleva a pensar que no debe ser muy evangélica la vida que contra el mal no luche. Y quizás nuestra comodidad nos encierra en un individualismo cada vez más indiferente hacia el mal, sin darnos cuenta que también lo es hacia el bien.

Y, al mismo tiempo, hay una respuesta. Como si hacer el bien fuese levantando un muro que el mal no puede franquear. Un muro que ya hemos levantado y que, mientras avanza la historia, va creciendo y venciendo al mal. Si este no se pudre, el bien no para de crecer... Hazlo, parece decir, para que no se olvide.

Debe ser la santidad una memoria que no olvida el bien, ni lo olvida ni se olvida de practicarlo. Y quien no olvida el bien que ha recibido vive en un agradecimiento permanente.

Por eso cada vida levanta su muro... O se olvida del bien.

Es difícil situarse en la esperanza cuando se vive en estas situaciones extremas, pero sobre todo cuando se ve que podría ser diferente y por razones incomprensibles se te ha privado de esta posibilidad.

Esta mañana ha venido el señor Nakade, hace más de un año que huyó de Bilibiza, a unos 40 km de aquí, con su mujer y sus hijos, cuando los terroristas llegaron tan cerca de Pemba. Su aldea pertenece a Quissanga, la zona próxima a Pemba, al otro lado de la bahía. Como todos los que huyeron había dejado sembradas la mandioca y las legumbres, el sustento de la familia. Pero hace dos meses que las autoridades del país afirman que ya  es seguro regresar a esta zona. Aún con miedo, su mujer dejó a los niños con su padre y se aventuró a ver si encontraba algo en los sembrados. La semana pasada un grupo de terroristas la mató con otros cinco... Los encontraron degollados.

Esta mañana el señor Nakade tartamudeaba, sin acertar a decir algo coherente, pero en un gesto de dolor que lo decía todo. Para él lo mas importante que yo debía saber es que su mujer era su esposa, que no me quedase con una idea equivocada, pensando que era solo otra mujer... Todavía no sé cuántos niños ha dejado atrás. El señor Nakade me dice que no es católico, pero no sabe dónde ir...

La crisis de refugiados es tan escandalosa cuando sucede así, con el drama de la violencia, pero yo creo que es más terrible que eso, o por lo menos, no es eso lo más terrible. Porque donde el mal verdaderamente triunfa es cuando su afilada hoz no hace ruido. Y casi cada día desde hace ya unos meses alguien refugiado, ancianos y niños sobre todo, muere en el silencio cómplice de una situación a la que nos estamos acostumbrado... Y que lamentablemente se normaliza. Esta semana son ya tres días seguidos... no es la lejanía de sus casas y tierras, es el desvalimiento de volverse gente sin nombre, dependientes de un poco de ayuda de quien sea, enfermos sin remedio, sin tener en verdad donde reclinar la cabeza... Y ¿para qué vivir en un mundo así?

Me pregunto cuánta muerte aguantan los ojos... Y en esos momentos sólo consigo callar.

Después es como el Gólgota, sólo algunos lloran, muchos vuelven su rostro, se niegan a ver... yo tengo que decir algo, porque todos esperan, y miro a mi corazón y les digo lo que sale, que es bueno vivir dando para que no te duela tanto la muerte...

No recuerdo qué noche oscura atraviesa el alma después de que Dios se ofusque y parezca que todo se tambalea. Pero sí que sé que si estoy aquí, es porque tengo la misión de encender antorchas y mostrar caminos, dando la espalda al mal que quiere confundirme hasta que pierda la esperanza... Y sé que no puedo hacerlo solo.

Por eso, ayúdame, le digo, y derrama otro poco de tu gracia, cada día...

Y callo y respiro...

 Mahate, 23 de Septiembre 2021





domingo, 19 de septiembre de 2021

Primicias...

Primicias...


Después de meses desafiando lo inevitable, cavando en este desierto sin esperanza, en busca de alguna razón para creer que alguien o alguna medicina podría curarle, que talvez seria diferente, y quizás Dios le ayudaría, le permitiría esa oportunidad imprescindible, la que siempre se les niega a los pobres,... uno de mis animadores de la misión, Faustino, ya no aguantó y ayer lo enterramos.

 

Me dicen los médicos que quizás un tratamiento de quimioterapia a tiempo y una cirugía podría haber cambiado el desenlace. En estos meses hizo tres viajes a Nampula y en el último, cuando dos médicos coreanos iban a operarle, un cirujano de aquí dijo que el estado en el que le dejaría la intervención exigiría una atención clínica diaria, y que es difícil que una familia pueda soportarlo...

Faustino vivía en una casa sin luz ni agua corriente. Con su mujer y una gran familia... Empezó entonces a aceptar su situación... Cada semana he ido a llevarle leche, sémola y fruta...

Lo único que conseguía comer.

 

La pobreza es muerte. Quizás esto lo tendríamos que recordar más insistentemente a quienes creen en ciertas nociones idílicas. Y es muerte, porque es injusta, porque no es posible que muchas personas no tengan lo necesario, ni en alimento ni en salud, ni en educación... si no es porque algunos tienen demasiado.

 

Sólo habla de pobreza quien no es pobre, y se atreve a dar tantas soluciones para algo que no ha vivido... porque la pobreza es muerte y es también silencio. Después de estos años ya no tengo soluciones, solo intento responder a cada uno que llama, cada día, a mi puerta.

 

Hace dos semanas llevé al cirujano del hospital a un joven que tiene que sufrir una intervención delicada. Nos hizo volver el viernes de esa semana para realizar la operación, pero cuando llegamos él no estaba en la lista. Volvimos a casa, la semana siguiente fuimos varias veces al hospital, y el jueves iban a internarlo ya, pero de nuevo no estaba su nombre en la agenda. Escribí al cirujano, porque yo tengo el privilegio de tener su número, y pidió perdón... El lunes volveremos... ¿Cuántas veces deben volver los pobres?

 

Quizás es mi edad, mi situación más vulnerable y sensible, pero me duele cada vez más esta muerte, y tengo miedo de que vuelva mañana, y de quién será... Por lo que sea me alejo de la indiferencia y me acerco de la indignación, y sobre todo de la impotencia, de esa cruz que misteriosamente vence el mal del mundo.

 

Es la muerte mi maestra, en estos días, la que me hace entender, donde no conseguía. Gracias a ella empiezo a comprender un poco más, pero también a preguntarme y me da miedo...

 

Entendí que Jesús muere todas las muertes... Y que eso es porque tiene la medida de Dios... Pero no consigo imaginar cómo puede soportar tanto dolor... cómo se puede sentir tanto, y continuar sin aniquilarse. Cuando pienso en las muertes injustas de tantas vidas, incontables no sólo por ser tantas sino sobre todo porque no cuentan.

Porque el dolor de Dios está lejos de ser únicamente el de un cuerpo crucificado...

 

Entendí que el dolor es el del amor llagado, aquel que la compasión informa a nuestra consciencia. El dolor inconsolable de la madre que llora por los hijos... Ese grito desgarrador por el hijo único. Y luego, yo me encuentro horrorizado, al ver a tantos... Y veo que no puede ser gratuito para Dios, no, el precio de su sufrimiento...pero tiene que haber una puerta por algún lado...

Es la única manera de poder vivir esto.

Como la  resurrección de Jesús... que El ha Resucitado todas nuestras resurrecciones, hasta que se realice en nosotros... Y todo se consume.

Y si es verdad, y Jesús ya ha resucitado nuestra resurrección, como primicias, quizás sólo precisemos cambiar nuestra colocación... Pensar que encajamos en El, como partes de su cuerpo, no tanto por su muerte sino sobre todo por su resurrección. Quizás es eso lo que significa que llevamos en nosotros la semilla de la resurrección... 

De cualquier manera no hay otro relato capaz de desafiar la muerte de esta pobreza, como este de la resurrección, ningún otro que sea capaz de mantenernos aquí, contra toda esperanza. 

Septiembre 2021




viernes, 10 de septiembre de 2021

De mis encuentros con Sheik Bacar

 

De mis encuentros con Sheik Bacar



Mientras le hablaba de mis problemas con algunos de la comunidad, de esos que nunca faltan, Sheik Bacar me contó esta historia...

Moisés bajaba del Sinaí y se encontró al diablo con una cesta de pan.

Al verlo, Satanás hizo ademán de huir de tan grande adversario. Pero Musa, como es conocido Moisés en el Islam, lo detuvo y preguntó: qué llevas ahí?

Pan, dijo el diablo, obediente.

No tiene buen aspecto, respondió Musa, y preguntó: ese pan de colores te facilita el trabajo?

Había en la cesta panes negros, verdes y rojos.

A regañadientes, el diablo respondió:

Los panes negros son los que más se comen, dijo, son los panes de la envidia... pero esos se los doy a las personas de Dios, a los sacerdotes, pastores, imanes y rabinos, lo comen en abundancia, y se matan entre ellos, es mi mejor arma contra los creyentes.

Los verdes son los panes de la ambición y la codicia, y esos tienen mucho éxito entre los comerciantes. Con solo un poco se olvidan de vosotros, los santos y los profetas, con rapidez, no necesito esforzarme mucho.

Los panes rojos se los voy a dar a comer a tu pueblo, dijo el diablo, son los panes de la falsedad y la mentira. Verás cómo alaban a Dios mientras roban y matan, cómo se visten de verdad los que vencen con la mentira...

Y Moisés, cargado con aquellas grandes losas de piedra, mientras descendía del Sinaí, sintió un peso enorme de repente, y rezó en silencio, pidiendo un pan que bajase del cielo para vencer al mal sobre la tierra.


Para quien no toma cuidado, comer de estos panes acaba decidiendo su vida, y lamentablemente, malográndola. Pero es que además es muy fácil descuidarse... Y sin darte cuenta estás comiendo un pan que te enferma. Darse cuenta de lo mal alimentados que están otros es fácil, cuesta mucho más reconocerlo en uno mismo.

Me han vuelto al recuerdo aquellas palabras sobre la compasión... Quien no reza por las serpientes todavía no ha llegado al amor de Dios... O cuando el cestero le dijo al monje que pedía a Dios ocupar el lugar del castigo de los pecadores... O aquel otro que no quiso entrar en el paraíso hasta que todos estén dentro y ningún ser humano se quede fuera...

Y hay algo de esta compasión que se nos escapa, algo que es de lo más íntimo de Dios...

Cada día me voy haciendo más consciente de la historia de salvación que tengo que vivir, encarnándome aquí, muriendo aquí, resucitando... Esto no lo veía tan claro, como ahora... Encerrado aún en el juicio de mi corazón. Sin descubrir la libertad de los últimos... el pan que levanta y colma de bienes.

He pasado mucho tiempo sufriendo por una dignidad que me parecía la tienen que dar los otros, quienes siguen expoliando y descartando a los pobres, por cualquier motivo... Y he perdido tantas oportunidades de experimentar el gozo de la vida, entre los pobres. Porque yo mismo pensaba que esta no es una vida digna...

La humanidad es digna porque es una experiencia de Dios, donde está, en cualquier parte, no porque responde a nuestra medida.

Estos espíritus que somos haciendo una experiencia encarnada... tienen la misión de realizar una historia de amor en el tiempo y el espacio que les han dado.

No hay nada más allá, nada sube a Dios sin la carne de la historia.

Esto que vivo un poco me hace exultar de gozo, porque comprendo la gracia que se me ha dado...

Y vivirlo, profunda y contemplativamente, es toda mi misión.

Este pan bajado del cielo, es el que Moisés pidió y Dios hizo llover para su pueblo, es el pan que tengo en mis manos pobres y llenas de llagas...

Ahora sé que quien come de él ya no tendrá hambre.

Aunque no lo parezca, la historia de estos olvidados del mundo, es la historia de Dios...

Septiembre 2021 



Las cadenas de Yuma

 

Las cadenas de Yuma

En el silencio del atardecer llegué al patio de su hermana. Desvencijado, con varios niños jugueteando aquí y allá. Más hacia dentro, bajo el mango, echado en el suelo, encadenado un pie al robusto tronco, estaba Yuma.

Desde abril que le volvió la locura. No lo atarian si no lo destrozase todo cuando se pone así. Pero ya lleva dos semanas, y su hermana vino ayer a pedir de nuevo ayuda.

Cuando está bien, suele ganarse la vida vendiendo pescado, yendo y viniendo a la playa, comprando a los pescadores o vendiendo para ellos, y sacarse un plato de comida.

Pero últimamente casi no comía, solo bebía, ese aguardiente barato que tienen los pobres.

No es la primera vez que le pasa. Desde que estoy aquí es la cuarta o la quinta, ya no lo recuerdo bien.

La primera vez me arrancó la matrícula del coche en uno de sus delirios. Como siempre ante el regocijo de niños y mayores que le siguen por todo lado, sin que nadie se atreva a acercarse a él, tocado por los espíritus...

Entonces y con un vaso de leche caliente le puse unas gotas de medicina que una religiosa me había dado. No tardó en mejorar y volver a la normalidad. Pero nunca dejó esa otra cadena de la bebida, y más tarde de otras drogas... Lo que fuese con tal de olvidar esta miseria. Poco tiempo después dejó el tratamiento y otra crisis apareció. Más violenta que la anterior, Yuma pasó a ser un peligro. Lo llevé al hospital, cuando ya no tenía más medicinas, pero nadie se atrevía a tocarlo, el mal de espíritus es contagioso...

Conseguí que volviese al tratamiento, otras tres veces... Siempre en el mismo círculo...

Nadie quiere hacerse responsable, nadie hacerse cargo... Sólo parece preocuparle a su hermana, y a mí... El enfermero de psiquiatría me advirtió que no lo acogiese en casa porque después yo tendría que asumir las consecuencias. Y es difícil tomar una decisión así...

Yuma es uno mas, otros son Helena, Mussa, Ana... Y los que deambulan casi desnudos por las calles de Pemba, de los que todo el mundo tiene miedo. Alguien ha escrito de los locos de África...

Mis amigos consiguieron enviar un frasco de medicina para Yuma. En correos esta vez la policía de frontera nos hizo abrir el paquete, pero nos dejaron ir sin decir nada... Porque ese medicamento tenía que llegar a Yuma. Y no hay puertas cerradas para el que mueve la historia desde abajo.


Hoy es el tercer día que Yuma está tomando su medicina. En su locura es como si supiera que ese es su remedio, el único que puede librarle de la cadena del mango.

Hoy ya conseguía distinguir mejor lo real de lo imaginario. Aún habla algo inconexo, mientras intenta un discurso normal, en las pausas, se precipita hacia ese mar de la locura, pero luego vuelve... Y cada día mejora un poco.

Quizás mañana podamos soltarle la cadena...

Hace años en una campaña de Cáritas por los ancianos, en Roma, el cartel decía algo así:  si hubieses sido anciano nos habrías enseñado a serlo... Y eso forma parte de la soledad de ellos, pero más lejos aún, mucho más, están los locos... A ellos tenemos que llegar más todavía. A ellos y a esa parte de nosotros que es como ellos...


En Mahate soñamos que un día estas personas tengan un lugar donde estar, donde tratarse y vivir sin que su dignidad sea olvidada. 




El Reino...



La escena final de la película "La misión" es silenciosa.

La verdadera vida, se intuye al final, está más allá, está donde ellos se dirigen. Y permanece oculta, prohibida para nosotros, los telespectadores. Permanecemos con la mirada perdida, con el gusto amargo de la muerte injusta, nos gustaría una continuación, hacia el paraíso soñado... Pero el director nos la prohíbe.

Quizás con la intención de gastar un último cartucho. Una desesperada última oportunidad, para que pensemos... Y cambiemos la dirección de nuestras vidas.

Pero quizás esto sea algo que yo deseo, únicamente eso, un deseo desesperado cuando ya no hay remedio.

Se podría pensar que muchos no seguirán río arriba en aquella barca, engañados por  nuestras  promesas vacías, e intentarán llegar una y otra vez a nuestras costas. Pero muchos más, los que han conocido la verdadera vida, podría ser que estén escondidos a nuestros ojos... Que estén lejos de nuestra calculadora comprensión y que a nosotros se nos esté privando de la verdadera vida.

Se podría pensar y podría ser...

Es justo preguntárselo:

No hay otra posibilidad?

Una parte de África muere nuestra misma muerte. La muerte del océano de la indiferencia. Pero es posible que muchos vivan, más allá de donde somos capaces de ver y medir, más allá de lo que pretendemos y esperamos usar.

Entonces, no hay ya ninguna posibilidad?

Tan solo intuyo una respuesta.

Para mí, la de intentar cada vez que llego a África subirme a esa barca y adentrarme un poco más hacia la verdadera vida. El precio es el de desprenderme de todo...

Para otros, no lo sé muy bien, pero quizás hacerse costa, para que puedan llegar aquellos que todavía no han comprendido el engaño y han sobrevivido al océano. Pero hacerse costa es renunciar a lo propio, abrirse a lo otro sin cesar... Sin poder cerrar nunca ese puerto conscientemente abierto y sin poder evitar que lleguen los otros... Sin la libertad de poder decidir quién será el que llegue...

Es posible que así, manteniendo esa actitud, una vez que nuestros pies hayan llegado a su destino, se abra ante nosotros la puerta de los benditos del padre...

Puede ser que sea tan fácil como esto. Puede ser que sea tan difícil... Todo está en la manera que escojamos para mirar al mundo y a los demás. Es esta mirada la única dificultad, el único obstáculo...

Pues allí está el reino, allí está el tesoro, dónde están nuestros ojos y nuestro corazón. 



sábado, 14 de agosto de 2021

Nuestro Bien...

Hay una relación proporcional entre el grado de encarnación en una realidad y la fuerza que alcanza la cruz. Pero qué mal me suena decir esto con estas palabras, e intentar nombrar lo que no se puede. Además, tendría que añadir aquí, a la fuerza de la cruz, la gracia de la resurrección. Lo que es aún más difícil, porque lo de la resurrección es menos evidente, es ese lugar donde sólo la fe alumbra, pero se hace más necesaria no por lo que vivimos de hecho, sino por lo que esperamos...

Pero uno comprende que ciertas situaciones amenacen la esperanza.

A la cruz, sin embargo, hay que enfrentarla, cuando venga, como venga. O lo haces o huyes.


La complejidad de África no se pone de manifiesto únicamente en el mundo de las relaciones sociales, también la vivencia de la encarnación, la forma de amar, sufrir, gozar y morir, están penetradas del misterio africano.

Lo que es indudable es que hacer nuestro el evangelio implica revivir la historia de la salvación en nuestra carne... De un modo suplementario, pero en una verdadera historia de encarnación.


Debe ser por esto que ahora miro al mal y lo veo, como si se estuviese preparando para el sacrificio... Confabulando y maquinando en otro sanedrín, la manera de confeccionar la trampa...


La profunda felicidad que siento al acoger la sonrisa de niña de África, que se abandona en mis brazos, después de más de dos décadas esperando, merece la pena y el sufrimiento injusto de la cruz...

Este abandono, esta ternura, esta confianza, no pueden medirse ni compensar ninguna ración de dolor, ellas se sitúan más allá, en la dimensión del mundo renovado, donde la luz ha desvanecido toda oscuridad.


Pero al abrir los ojos, no puedes dejar de mirar en el camino duro de la subida, porque ahora sabes que esperan un paso en falso, acechando en la oscuridad, para empujarte al abismo...

A veces, en el sueño de la noche, tropiezas y caes, y no parece haber un fin, pero después de todo aquel miedo, unas manos te sostienen.

Son las manos, las que acunaban las mías en las noches de soledad...

Los sanedrines existen para que este misterio se realice. No es cierto que tu alma lo acoja, no. Yo no quiero beber ese cáliz...

Quizás la imagen que más adecuada me parece es esa gran losa cubriendo la gruta del sepulcro. Y es curioso que mis amigos musulmanes me estén ayudando en este contexto... El Espíritu surca los cielos que todos respiramos...


Una parábola suya cuenta que una vez tres hombres quedaron encerrados en una mezquita donde se habían refugiado a pasar la noche de camino a otra ciudad. Al levantarse encontraron una enorme roca sellando la entrada y los ventanucos estaban demasiado altos y eran demasiado pequeños para pretender salir por ellos. Solo Dios podía haber puesto esa enorme piedra en la entrada e impedir su camino, se dijeron, y empezaron a pensar cuál debía haber sido su pecado para merecer eso.


Así pasaron horas... Y muchas cosas malas, unas pequeñas y otras grandes pasaron por su cabeza. Quizás pedir perdón de todas ellas aplacaría el enfado de Dios y tendría misericordia. Pero ninguna de las oraciones de penitencia tuvo cualquier efecto, ni las lágrimas de arrepentimiento, ni las promesas de conversión, sirvieron para algo. Allí, pesada y enorme permanecía la roca.


Tras un largo silencio, uno de los tres dijo en voz baja: quizás el Señor no quiere nuestro mal sino nuestro bien, quizás no le estamos dando lo que Él quiere. Y empezó a contar algo muy bueno que había hecho hacia sus semejantes, cuando después de haberse visto obligado a cerrar su negocio, decidió indemnizar a todos sus trabajadores. Uno de ellos no había venido a recibir su dinero y él lo utilizó para intentar nuevamente levantar su empresa. Y lo consiguió, llegando a construir una obra incluso mayor que la otra, pero pasados tres años aquel trabajador apareció a reclamar lo suyo. Puesto que la nueva empresa había sido posible con el dinero de la indemnización, decidió entregársela a su trabajador, que se volvió así en su dueño. Entonces le dijo a Dios: este bien que hice te entrego. Y la enorme roca se deslizó unos centímetros dejando a la vista una rendija del exterior.


Admirados, los dos restantes comenzaron a pensar en algo bueno que hubiesen hecho hacia los demás.

Y así contó el segundo. Hace unos años el hambre se cernió sobre la aldea donde vivía porque había sido un mal año de lluvias. Una sobrina se aproximó de él para pedir ayuda en alimentos, para ella y sus hijos pequeños, y él le dijo que la ayudaría a cambió de unos favores sexuales. La joven se negó y volvió a su casa apesadumbrada. Unos días después volvió a pedir ayuda y esta vez ella accedió a pagarle. Triunfante por su victoria, el hombre preparó la habitación y recibió a la joven en su lecho, pero antes de tocarla, ella le preguntó: pero, tú no temes a Dios? Y en ese momento, cayendo en si, suplicó el perdón y entregó a la joven cuanto necesitase para dar alimentos a su familia, y lo siguió haciendo hasta que el hambre dejó de acuciar.

Un instante después de hablar la gran roca empezó a moverse otra vez y ya dejaba espacio para poder observar el exterior pero no el suficiente para atravesar.

Entonces habló el tercero. Era un joven con hijos pequeños y padres ancianos que había hecho un largo camino en busca de leche para sus hijos. Su familia no era abastada, pero conseguía mantenerse con dignidad. Había decidido llevar a sus hijos un regalo especial, y un lujo en las aldeas pobres africanas, una bota de leche fresca. Al llegar en casa ya anocheciendo encontró a sus hijos acostados y a sus padres ancianos en el anexo de la quinta. No había carbón en su viejo fogón y él supo que no habían cenado. Recordó las palabras que el imán de la aldea recordaba a menudo, honrar a los ancianos, respetar a los padres... Y entonces ofreció la leche de sus hijos a sus ancianos padres. Dios también tendría que acoger con agrado esta buena acción.

Y en efecto, la gran piedra acabó deslizándose del todo y dejando al descubierto la entrada de la mezquita.


Por cuál de todas las cosas que hice me condenáis?... Preguntaba Jesús al sanedrín. Pero no era por ninguna cosa buena que había hecho, sino por hacerse Hijo de Dios, por mostrar un camino de salvación.

Las grandes piedras que nos cierran el camino se apartan si damos a Dios nuestro bien, no si le damos el mal que hemos hecho... Algo de lo que los tambores africanos son testigos, cada vez que repiquetean quebrando poco a poco las grandes rocas que todavía sepultan a sus pueblos.

Qué pequeño es mi dolor incluso, si lo comparo con el que viven estos más pequeños.

He comprendido que ellos son las llagas, en las que le pido que me esconda y, con ellos, nos consuele su pasión.

No olvidarme del bien que Dios espera, no cansarme, no desistir, no dejar que muera la esperanza, aunque no la vean nuestros ojos.

Agosto 2021 




 


 

domingo, 18 de abril de 2021

Dios nos bendiga!

 


Hoy he pasado el día con todas estas familias de refugiados. Han venido hasta la letra j. El lunes vendrán los restantes. Cada uno representa una familia. Hay una gran tensión en el aire, es muy difícil vivir así.

Hace unos días nos llamó la embajada para decirnos, sin obligar, que consideremos una salida temporal de Pemba. Después del ataque a Palma y tras varios dias sin que se pronunciase el presidente, las embajadas han llamado a sus presidentes para decirles que estamos en manos de un incapaz...

No faltan motivos para la alarma. Han llegado refugiados con algún miembro amputado, trayendo el recado: id y decid que llegaremos a Pemba...

Y en verdad no parece que tengamos otra protección que la del Ángel de la guarda.

Se han ido varias comunidades, mientras dure la inseguridad... De nuestros misioneros. Han cerrado proyectos que yo creia que estaban allí para mostrar esa entrega sin medida de  quienes seguimos a Aquél que nos lo dejó tan claro. Pero ahora parece que esta medida es irrebasable. Y no creo que pueda culpar a nadie... Porque al fin y al cabo mi valor es lo que soy capaz de amar, y cada uno tenemos el nuestro. Quizás deberíamos crecer cada día, ser más valiosos... No pararnos en eso...

Pero sin embargo creo que es ese valor sin medida el que hemos celebrado hace poco.

Yo no puedo evitar querer ser más valioso, amar más, y quizás por eso me duele tanto que el amor no sea amado.

En esta fase de mi vida creo que el amor se ha encarnado como nunca antes lo hizo en mi vida, aunque siempre lo vi, lo experimenté y lo tuve... Talvez esta situación límite me esté dando esto...

Puede ser que se estén escribiendo las páginas más importantes de mi vida... Aunque cada vez se me vuelve más claro que la verdad es que el grano de trigo muera...

Me cuesta entender que amigos míos esten cerrando las puertas a sus proyectos en este momento de confusión y miedo. Pero es lo que hicieron los discípulos, lo decía el evangelio... Necesitaban el empujón de la resurrección... También nosotros...

En mi se ha revelado algo muy importante y es que mi amor es más fuerte hacia estos hermanos, esta familia de Pemba, que hacia mis amigos... Y es algo que no sé explicar mejor, pero está ahí, y entiendo que con esto dentro alguien pueda decir que si le matan resucitará en su pueblo...

No tengo muchos oídos cerca que puedan entender estas palabras, y algo me suenan a tentar a Dios, como dice Isaías. ¡Dame una señal! Quienes estan aqui dentro de mi, quienes confían, saben que no se trata de mi, sino de todo lo que hace que una vida tenga sentido.

Y es eso, lo que quizás lo justifica todo...

No tengáis miedo, que es amor lo que queda.

Quedan pocas cosas importantes, cerca, cuando algo así te toca en suerte... Es muy fácil que perdamos esta oportunidad por todo lo que creemos que aún no hemos vivido.

Pero sin duda debe tener que ver con la gracia...

Que seáis mi lugar de intimidad, eso no tiene precio.

Y es porque estais a mi lado que todavía tiene más sentido vivir todo esto hasta el final.

Nuestra pequeña luz acabará fundiéndose con la luz eterna...

Brillar ahora es más importante que nunca.

Que Dios nos bendiga! 

Mahate Pemba. Abril 2021