domingo, 12 de diciembre de 2021

Quedará el amor...

 

Al final, después de todo, quedará el amor...

Son las cosas más obvias las que a veces me parece que necesito comprender de nuevo.

Pensaba que el amor tenía una dosis, que es sencillamente la que tiene cada uno, y conforme a ella se ama... Pensaba que esa medida es la que es y que no le puedes pedir a nadie que ame más de lo que él está dispuesto, porque es su medida...

Pero hace ya tiempo que sé que no hay un depósito en algún lugar de nosotros para el amor, he aprendido que el amor es una historia, es la historia que cada uno se permite vivir, y esta es su única medida.


Jesús es la mejor historia de amor, no me cabe duda. Y sólo cuando entro en su historia, cuando me doy permiso para entrar hasta donde sea, el amor se vuelve la medida de mi humanidad. Creo que esa medida es la gratuidad, lo que indica que la humanidad ha alcanzado su madurez.


Hay una niña pequeña en mi vida,  ella es la maestra de amor que Dios me ha enviado en esta etapa de mi vida. Quizás consigáis entenderlo si digo que ella ha sido la puerta de todas las niñas y niños, de todas las personas vulnerables y olvidadas, de todos los indefensos y los impotentes.

Cada día descubro en su historia cómo el amor crece, captura nuevos reflejos de luz y se enriquece de colores, matices, sentimientos. Entonces algo de mí vuela lejos, muy lejos, hacia un horizonte insospechado, hacia nuevos mundos y hacia las historias no vividas, y me doy cuenta que es el amor, una fuente inagotable, eterna, siempre nueva... Capaz de impregnar y transformar la historia encarnada de cada momento, nunca la misma, siempre, eternamente nueva.

Luego pienso en mis amigos y en cuanto los amo. Y sé que es un amor distinto, más rico, más lleno, más nuevo, el que ahora tengo... Y sé que mañana todavía será mejor.

Es esta niña pequeña la que me ha hecho comprender estas cosas. Y aunque no sé explicarlo mucho, cada vez que veo un niño, un pequeño, en su vulnerabilidad, veo a Dios... Y creo que es también por eso por lo que su dolor es también cada día más intenso, más agudo y profundo, más doloroso, si puedo decirlo así.

Entonces, y aunque me asusta un poco, parece que comprendo un poco esa cruz, a ese que está clavado en ella. Y mirar al niño ya no es posible sin contemplar todo esto...

Porque un niño se nos ha dado, recitaremos esta Navidad. Un niño... Una inagotable fuente de amor puro, una ternura capaz de destruir las piedras más duras... Un poder inusitado de novedad y gracia, que sólo el mal más puro se atreve a herir o a matar.

Porque la historia de este niño es también la de los inocentes, la del Dios que desafía al mal de este mundo, como él nunca esperaría... Un niño, que nunca dejó de habitar en Jesús, el niño que fue su secreto, el que le llevó a vencer al final, como el mal jamás podría haber imaginado.

Un apócrifo de Lucas cuenta que Jesús niño una noche no podía dormir, una noche especial, no de tantas en las que él se divertía solo con las estrellas, como contaba su madre. Ella también lo siguió esa noche mientras subía la loma cercana de la vieja casa, y su corazón de madre se encogió al ver a su hijo pequeño ante una sombra sobrecogedora. Quiso darle alcance pero algo la retuvo. Una mano de oscuridad se alzó en aquella sombra y arrancó del suelo el brote joven de un olivo y lo mostró a Jesús. Un niño sosteniendo la amenaza del vacío y la nada. Y al instante, aquella esperanza de vida, desde la raíz hasta las hojas, secó y se desintegró en polvo y ceniza.

Pero el pequeño Jesús no se inmutó, firme y resuelto, como quien descubre el sentido de todo, y agachándose ante la sombra, cogió un puñado de tierra, la levantó y desafío a la oscuridad, mientras un brote verde y luminoso crecía entre sus dedos, y apartaba la sombra que parecía huir amedrantada. Lo contaba su madre, cuando todo empezó, después del Gólgota.


Cuando veo un niño recuerdo esta historia, imagino a su alrededor los brotes de vida y esperanza que crecen y expulsan las sombras del mundo. La oscuridad es cuando ya no hay historia, porque el odio no se permite vivirla. El mal es el rostro sin rostro, la palabra vacía, el polvo y la ceniza.

Se nos ha dado un niño. Nada es tan sagrado, nada es tan puro... Su total ausencia de poder es lo que los asemeja a Dios, como pocas otras cosas... Y es precioso recordar cada día que esa es nuestra esencia, la del niño que fuimos una vez, la del Dios que sigue dentro de nosotros.

Tanta violencia y muerte, tanta oscuridad, debe ser sólo eso, el poder que nos hace olvidar nuestra divinidad interior, nuestro niño. Quizás por eso al hacernos adultos olvidamos que esta búsqueda tenemos que hacerla dentro, y que sólo al renunciar al poder, podremos encontrar algo...

Es bueno que lo recordemos en el adviento. Es un niño, esa salvación que todos veremos... Como cada año, ojalá este lo comprendamos.


Pe Eduardo

5 de diciembre de 2021 



domingo, 5 de diciembre de 2021

El frasco de perfume...

 

En medio de la tragedia, cuando uno solo tiene ojos para las heridas, cuando te parece que si algo no pasa la desesperación tomará cuenta de todo, y en medio de los respiros que regalan un y otro amigo, de esos que aparecen sin avisar y siempre para aliviar, llegó la carta de la donación para la iglesia.


Alguien vio lo que debió ver el ciego del camino, el que no podía ver. Alguien detuvo sus ojos por detrás del fuego y de la tempestad, y vislumbró más allá la esperanza.



Se llaman Ayuda a la Iglesia Necesitada y eso es lo que hacen, ayudar a los cristianos que sufren alrededor del mundo... Y tienen ojos para ver, más allá de las tinieblas del mal.

Si, en medio de una situación extrema  y crítica, en medio del drama humanitario que seguimos viviendo, de repente recibes una noticia así, entonces te das cuenta de la sorpresa del Dios del evangelio.

Hace años, cuando mis teorías tantas tomaban cuenta de mí, con indudables argumentos, yo mismo hubiera cuestionado la necesidad o incluso la verdad pastoral de construir una iglesia. Con muchas más razones en un contexto como este, donde la pobreza extrema, la falta de condiciones mínimas de habitación para muchos, la irrefutable prioridad de los servicios básicos inexistentes para vivir con dignidad, son claramente un desafío que sólo puede dejar de lado otras cuestionables necesidades, como puede ser una iglesia.

No puedo dejar de pensar en aquellas palabras de Judas, por el perfume de nardo caro que aquella mujer derramó en los pies de Jesús. Si algo está justificado, o incluso lo justifica todo, es dar a los pobres lo que este sistema sin escrúpulos les roba cada dia.

A mí esa respuesta de Jesus me duele. ¿Cómo es posible que diga eso? Que a los pobres siempre los tendremos con nosotros... Cuántos habrán justificado su modo de vivir con estas palabras... Enigmáticas, como tantas de las que dijo.

Es por la otra parte de la frase, lo de a mí no siempre me tendréis, lo que parece permitir entender que construyamos una iglesia y gastemos tanto en un perfume de nardo caro.

Ya suben las paredes, ya se adivina un poco lo que ella será... Paso instantes esperanzados en ella, porque la siento preñada de futuro... Como si ese monte de cemento estuviese gritando, allí en su quietud, como un profeta herido, a toda esta realidad terrible, que el mundo que viene es de Dios!

Cuando llegué a Mahate, la primera misión de la ciudad de Pemba, donde llegaron los primeros misioneros, y se instalaron en medio de un pueblo con ya mil años de tradición islámica,  mi comunidad era un pequeño resto de pobres de Dios, y con muy poca comprensión de las cosas de Dios... La misión tenía el título de casiparroquia, porque no llegaba a cumplir lo necesario y tras la devolución de las misiones, era apenas una comunidad de la gran iglesia de santa Maria Auxiliadora.

Me pedían los más próximos una iglesia, porque un garaje de la vieja casa de los misioneros nos servia de capilla. Pero al menos hasta pasar dos o tres años no necesitamos más espacio... Los domingos empezaron a llegar más cristianos porque las familias aumentaban ligeramente por vários motivos. Siempre respondí lo mismo. Piedras vivas necesitamos, no muertas...

Y fueron estas, las que, sin duda, el Espíritu fue llamando...

Tuve que construir un cobertizo grande para proteger del sol y la lluvia. Hoy llegan y se quedan fuera porque ya no hay lugar dentro...

Desde hace tres años, nuestras comunidades han crecido, ya son cinco, sobre todo con la llegada los hermanos del norte, huyendo de los ataques terroristas.

Pero si esta es una razón suficiente para la iglesia, para mí no es la principal. Quienes más me han convencido por dentro han sido los otros hermanos, los musulmanes. Y esta historia merece contarse.

Hoy muchos de ellos se acercan a nuestra iglesia y entran en el recinto y no tienen miedo. El miedo y el prejuicio son las peores amenazas de la paz. En estos casi diez años, la búsqueda de un espacio en el que pudiésemos encontrarnos, reconocernos y dialogar, ha sido una de mis mayores preocupaciones. Y solo después de los ataques y de la resistencia a la que someten los africanos a cualquier extranjero que llegue para quedarse, conseguimos encontrar ese espacio. Hoy y más últimamente llegan aquí los imanes y yo veo con gratitud que se sienten confiados, en estos tiempos en los que tan facilmente estigmatizamos.

La iglesia que se levanta es un testimonio del encuentro, la acogida incondicional y el diálogo. Y esto es lo que la convierte en una necesidad de primer orden. Esto es lo que en verdad la justifica.

Solo esta mirada puede entender que se gaste el dinero del frasco de nardo puro, y que se entienda que los pobres seguirán entre nosotros.

Lo que AIN nos ha dado es este frasco para que el buen olor del evangelio se sienta por todo el barrio... Y muchos, de cuantos oran en las siete mezquitas que nos rodean, pueden sentirlo. Saben que esta casa acoge, venda heridas, acompaña y cuida... Y eso huele bien...

Lo demás no tiene mucha importancia.

Pe Eduardo

Mahate, Pemba

2 de diciembre de 2021 



Apuntes de la memoria

Apuntes de la memoria

Voy para los 54 años. Soy africano desde 1999. Me vienen a la idea algunas conexiones que me ayudan a comprender y a encajar el tiempo de necesario desasimiento que ahora me toca vivir...


Me ayuda mucho pensar las relaciones que vivo hoy y las que he vivido en el pasado... Pueden haber quedado atrás unas, mientras otras también se alejan... Otras aún empiezan... Y es como un siempre avanzar, y siempre llenar de nombres tu vida. Pero en muchas, y no sé decir cuántas, mi humanidad dejó su impronta, su humanidad se unió a la mía, y ya no soy más, ahora somos.


Quizás se pueda vivir de otro modo y se pase haciendo el bien, sin dejar huella, y uno puede volverse sin mucho esfuerzo a donde salió. Quizás demasiada comunión, para otros, no sea muy célibe, y uno pierda su capacidad de libertad...


Muy joven todavía una tarjeta de recuerdo de 25 años cayó en mis manos. Me parecía entonces que faltaba mucho. Eran palabras del poeta indio Tagore: libertad, ¿quién quiere libertad?, No se ha atado él mismo? Decía, y justificaba esos años de entrega de aquellos que celebraban.


El pensamiento de atarse me acompaña desde entonces. ¿Acaso no es lo que hace este Dios humanado?

Pero, ¿hasta donde atarse, hasta donde llegar al encarnarse, si es que tiene que haber un límite... ?

No me parece que Jesús lo tuvo, no me parece que todos fueron Pedro, Santiago y Juan, o María, Marta y Lázaro de Betania...

Con todo, parece que esa vocación de disponibilidad, etérea, hacia unos ideales brillantes y creíbles, se resiente, si te atas demasiado...


Me impresionaba y sobrecogía escuchar a mi hermano de curso cantar con aquella voz de barítono la súplica de Isaac a su padre que se dispone a ofrecerlo en sacrificio: Aquedah! Gritaba Isaac. Y le pedía a su padre que lo atase fuerte, para que no se resistiese y no fuese en vano el sacrificio.


Hoy sé que donde estoy atado es donde Dios espera mi sacrificio. ¿Qué otra fidelidad puede tener sentido? ¿A qué ideal, si no es a la carne herida de los pobres?

¿Hay algo del amor crucificado en ese atarse a ideales?

No, una idea no puede redimirnos.


Dios sólo debe saberlo, pero yo rezo: Escóndeme y átame en tus heridas... Pero no dejes que se me nuble el corazón. Y si se nubla, átame fuerte y que yo no me resista...


Después de los años, pienso que muchos se han olvidado de mí. Como yo mismo me olvido de aquel que me redimió, o de mi padre y mi madre... Es cierto que a Jesús sólo le vuelve un leproso curado. Los demás acaban sintiendo que aquella salud recuperada les pertenecía, como a los niños que sienten que desde el pecho les pertenece la madre, y ya no hablan de ella, porque lo que ellos son ahora es también su madre.

Aquellos otros 9 no deben ser ingratos, para ellos Jesús se quedó en los cimientos, aunque no lo vean o no lo digan, pero Jesús hizo su parte.


Y es cierto, me he quedado en los cimientos de muchos que ya están lejos, en la memoria, soy algo más que les pertenece, no tiene sentido decirle a tu cuerpo gracias por curarte, es lo que tiene que hacer, curarte, porque le pertenece hacerlo.


Con otros por quienes pasé pero ya se habían construido, la gratuidad lo preside todo, forman aquel ciento por uno que uno recibe, en el misterio mismo de la libertad. Están en esa dimensión en la que no tienen sentido las medidas.


Hoy veo y comprendo mejor cómo se van soltando aquellos a los que ya les han crecido las alas... Ya no espero mucho, porque a veces no sé si estoy en los cimientos o soy una experiencia buena de un viaje... Pero sé que es así y me ayuda a quedarme quieto y silencioso... Pacificado por dentro... Con la sensación de estar, eso sí, lleno de nombres.


Empezamos el Adviento y tantos nombres no han vuelto mi corazón pesado. Las heridas de su cuerpo están sucias, sangran y supuran, el polvo y el sudor, y la muerte, huelen. No podré presentarme muy limpio, o muy bien vestido, espero que lo entienda, pero para la fiesta sí que estaré, si no le importa compartirla con los pecadores, y creo que no, porque son ellos los que arrancan a danzar cuando suena su música.


Aun sin fuerzas o enfermos, sin que luego haya algo esperando en la mesa, los pobres danzan porque esperan al esposo, danzan porque saben que vendrá siempre, saben que no los defraudará.

Y esto, sólo esto debe ser el Adviento.

Al final, la gracia de quedarme bien atado, para que esta historia nuestra continúe, es la que más necesito. Y lo es, sin duda, porque son ellos los que pueden atarte a sus vidas o nada tuyo lo conseguirá. Y cuando sucede, entonces puedes intentar lavar heridas, limpiar lo sucio, ayudar a consolar cuando llega la muerte, y sentir el milagro de la vida como nunca antes lo habías sentido.


Los hermanos musulmanes comienzan la oración con el gesto de sus manos lanzando hacia atrás todo lo que se anteponga al Dios a quien van a adorar. Es un deseo hermoso, porque lo que importa es esta historia de cada uno con Dios. Nuestro año nuevo tendría que empezar con este deseo. Que no te desates de aquellos para quienes Dios te llama a ser su humilde Encarnación.

Feliz Adviento

28 de noviembre de 2021