domingo, 15 de septiembre de 2019

Reflexiones por la Visita del Papa a Mozambique



Reflexiones por la Visita del Papa a Mozambique


Mozambique es un país lacerado, herido y golpeado de una forma cruel y continuada por la peor de todas las armas: la miseria. La miseria es un pleonasmo, una pobreza demasiado pobre es miserable. Pero además la miseria tiene a favor una negatividad que se dimensiona más allá de lo material, hacia lo moral, incluyendo así otros aspectos como la corrupción, la falta de solidaridad o la indiferencia social de los poderosos.

Cuando uno llega a Maputo se encuentra con una parte de Mozambique que no representa la verdad de este país. Pero para una mirada observadora y conocedora de los entresijos de África, la desigualdad no se esconde fácilmenteConocer un país, sin embargo, no es conocer su miseria, porque no se puede amar la miseria, y solo lo que se conoce se ama. Solo conoce aquel que ama cuando el amor es verdad. Quien no ama no conoce aunque haga brillantes discursos.

"Por eso os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oido de mi padre". Jn 15, 15

Acabo de volver de Maputo de la visita del Papa Francisco, del día 4 al 6 de septiembre de este año de Gracia de 2019. Aunque haría discursos quizás brillantes, aquí no hablo de lo que sé solamente sino de lo que amo, porque lo conozco. Y esto, aunque no sé muy bien porqué, me parece que se gana cuando puedes hablar de la suciedad que tienes en casa mientras la limpias. Pero entonces hablas porque hay alguien que te escucha, y te escucha porque comparte contigo esa misma suciedad, y la limpia contigo.

Creo que después de estos años he visto que hay como dos secretos de Jesús en los que puede resumirse su evangelio: uno se podría llamar vivir la familia, el otro es haber entendido el misterio de la muerte.

El Papa no ha venido a solucionarnos ningún problema, aquí a los africanos de Mozambique, ha venido a decirnos que el camino es el amor y la familia, y que hay que aprender a morir. Y Él se ha puesto a limpiar el suelo con nosotros, y nos ha hecho entender que conoce y por eso ama los fondos de miseria y dolor de Mozambique, y ha salido de aquí feliz, pero mucho más cargado, con una carga mucho más pesada, la de un dolor que conoce y ama y por eso se lo lleva consigo.

Don Chimoio es el arzobispo de Maputo y en las palabras sentidas de despedida al Papa después de la misa, hizo referencia a un refrán de los pueblos makúas que dice algo así: Cuando no oyes cantar al muiaipuile (un pájaro local), ven a su encuentro! Don Chimoio le dijo que en este viaje a Mozambique, algo así es lo que ha hecho el Papa, venir al encuentro del árbol que ya no daba fruto y del amigo que ya no danzaba y cantaba. Por eso en esta celebración el amigo ha vuelto a danzar y cantar. 

Corre por todo Maputo la fe ciega en el Papa que ha traído la lluvia. Es tiempo seco, todo el mundo lo sabe, nunca llueve en esta altura del año, ni desde hace ya unos meses y no volverá a hacerlo hasta Diciembre. Sólo el Papa puede haber traído la lluvia. El muchacho que me llevó a la residencia ayer en su moto-taxi, después de la misa en Zimpeto con el Papa, en medio del día lluvioso y frio que se quedó, se escandalizó de que yo lo dudase Ya lo había dicho el chofer de las hermanitas del Hogar de los desamparados, donde me alojé, el día de antes: lloverá, el papa trajo lluvia la última vez, también la traerá esta vez pero mi cabeza dura y mi corto entendimiento no son capaces de ver, de conocer, de amar Pero, Señor, qué torpes y necios somos para creer lo que hablan los profetas!

Una tierra sin agua no puede dar fruto, cuando falta el amigo la tristeza te invade y no cantas. Pero cuando el amigo está con ellos "no pueden ayunar", son cantos y danzas ¿por qué me parece que quien no canta ni danza no entiende el evangelio?

No soy persona muy de institución, aunque respeto y obedezco sin muchos problemas. Nunca me hallé en una situación que cuestionara mi conciencia y mi deseo ha sido muchas veces mayor que el de mis superiores. Antes han tenido que pararme los pies que obligarme a decidir. Pero está claro que no soy un dechado de virtudes, solo un pobre sacerdote, uno de los hombres más pobres que hay, como nos ha dicho el Papa. Aunque parezca no venir al caso, esto que acabo de comentar es importante. El papa no habla a las personas como quien se sabe las lecciones ni tan siquiera con la conciencia de ser una autoridad y pretendiendo dejarlo claro. Tuve esta certeza interior mientras le escuchaba, todas las veces, aunque por supuesto es aventurado y subjetivo lo que digo: es consciente de nuestra realidad de pobreza espiritual, pobreza de todos, pobreza de la que no se excluye, y es además consciente de las resistencias enormes que le rodean, y creo que piensa que esas resistencias no son tan fuertes entre las personas sencillas y humildes del pueblo, lo son mucho más entre los suyos Cuando el Papa habla no es un moralista, usa la parábola, la sugerencia, la comparación, y espera que haga su efecto en el corazón de los que escuchan. Al oir tu corazón intenta buscar la otra parte de lo que ha dicho para que en ti acontezca el descubrimiento de la verdad, supongo que es como cuando un virus te infecta o algo semejante. A la carta del presbítero que le puso enfrente sin mucho decoro la situación que muchos sacerdotes africanos viven, el Papa no respondió dando recetas morales, él dice cosas como por ejemplo: no busquéis aquello que puede llevaros a la ruina, y así, cuando escuchas, tienes que buscar dentro de ti qué pueden ser esas cosas que podrían llevarte a la ruina. Pero es un trabajo que tienes que hacer tú y que tiene el único límite de tu libertad. Se intuye un respeto extraordinario del Papa hacia todas las personas, un reconocimiento de la dignidad de cada uno, del valor absoluto que son para él sus interlocutores, que muestra un poco su grandeza. Y supongo que es eso también lo que le compromete a hacer suyas las vidas hacia las que él va, con las que él quiere encontrarse y quizás también eso explique porque se resiste a ir a otros lugares.

Y aunque esto es como yo lo sentí, el papa deja translucir su autoridad. Si es cierto que el valor de las personas y las cosas lo damos nosotros entonces, en la persona del Papa, hemos puesto el mayor valor de bien y de esperanza que nuestro corazón alberga, en alguien que camina entre nosotros en esta tierra. En África este valor no se demuestra, forma parte de la fe genuina de los africanos, nadie lo duda, nadie duda que el Papa ha traído la lluvia. Pero esto no es algo que se pueda objetivar, no, es el espacio sagrado que todavía no ha podido destruirse en el corazón y el alma africanos, donde conviven en paz la razón y la fe, sin que las preguntas de la crítica puedan alterar esta alianza. Para los africanos del Papa emana la luz del Bien, la fuente de la esperanza, la fuerza del amor.
No pueden entender que alguien lo dude. Y esta es quizás una de sus tristezas mayores.

En el autobús de regreso del Zimpeto, un grupo de jóvenes e adolescentes recordaban frases que el Papa había dicho, ya ayer en el encuentro interreligioso. Una decía: cómo me gusto cuando el Papa dijo: vosotros sois importantes, vosotros sois importantes, no sois solamente el futuro, sois el presente. Y otra añadía: no os resignéis, no dejéis que os dividan, no dejeis que os roben la esperanza. Y yo pensaba que les habría costado entenderlo, que a veces se confundía con el español, que si este grupo de jóvenes de Maputo, con los varios miles que recibieron al Papa en un compromiso de reconciliación que soy incapaz de expresar con palabras, y sin pertenecer a ninguna especie de grupo religioso de identidad fuerte de los que proliferan por todo lado, es capaz de recordar al Papa, como una palabra de sentido en sus vidas, como una luz sin la cual no entienden sus vidas, entonces es que el Reino de Dios ha llegado a nosotros

Pero el misterio es comprender que el Reino de Dios es vivir la familia y aprender la muerte. Nadie podrá nunca eliminar este destino, que no sea así es un pensamiento que no viene de Dios El Papa nos ha confirmado en la familia y en la muerte, ha venido a decirnos que él limpia con nosotros en casa y que él va a Jerusalén a morir. Y esto, así, yo no se lo había oído a otros.

Cuando desde el inicio de la misa en Zimpeto ante los millares de personas allí reunidos, con frio y lluvia, sin poder protegernos del día, el Papa empezó a hablar de justicia sin venganza, de compasión y perdón, de superar la lógica del ojo por ojo, mirando sin alejar la vista el rostro herido de Mozambique, supe que él ha venido a morir delante de nosotros. Supe que este es el gran secreto de la vida, saber amar hasta morir por los que amas y haber vencido el miedo al amor. La oración colecta me despertó de mi sueño. Y aunque el frio y la lluvia no tuvieron piedad de nosotros, comprendimos que había venido el amigo y ahora el tiempo de la danza y el canto. Y así fue, nos arrebató el espíritu de la danza y empezamos a olvidar el frio y la lluvia, y supe que es así como se vence el dolor y el sufrimiento injustos, con la familia y los amigos en casa, mientras juntos limpiamos la vida

Esta es la impresión que me he llevado del Papa, en los tres encuentros en los que he participado a lo largo de estos días. Un hombre bueno, un hombre de Dios, un hombre preocupado por la humanidad que sufre, un hombre consciente de la pobreza que somos todos ante Dios, un hombre impregnado de Cristo y del Evangelio, un hombre de paz, un hombre dispuesto a cargar el peso de los que ya no pueden llevar sus cargas, un hombre para los pobres del mundo.


El otro punto de vista del paso del Papa por Mozambique quiero dedicarlo a todos las personas que a lo largo de estos tres días me han sabido decir que el mundo es enorme más allá de las fronteras de Europa o de occidente. Los millares de mozambiqueños que se han acercado en medio de la pobreza y conducidos por la bondad de sus corazones a ver al Papa. Los millares de personas que son la verdadera vida, convencidos del amor que actúa y capaces de seguir adelante cantando y danzando Aleluya, aunque sus heridas sean profundas. No soy capaz de distinguir lo preparado de lo espontaneo, lo que sale sencillamente de sus espíritus de lo que está bien ensayado porque normalmente no existe mucha diferencia entre los dos ámbitos.
 
Los jóvenes acudieron en multitud a la llamada del Papa. Se esperaba que fuesen dos millares de católicos y otros dos millares de otras religiones. Al parecer fueron unos seis mil, bastantes de los cuales no consiguieron entrar en el pabellón de Maxaquene. Entre danzantes y cantores sumarían unos quinientos. Tuve la oportunidad de participar, muy cerca del Papa y del palco principal de las actuaciones. También esta vez como en casi todas, al Papa le acompañó el presidente de Mozambique, Filipe J. Nyusi. Fue el primero en entrar y una gran ovación se hizo sentir en el pabellón, el presidente es un hombre querido. Pero lo diferente y muy especial fue la entrada del Papa. Esperábamos la ovación renovada del presidente, pero alguien empezó a gritar antes del Papa iniciar su trayecto por el tapete central la palabra Reconciliación!, y a repetirla una y otra vez. Alguien unió sus manos en un gesto de encuentro y compromiso, un gesto de alianza, al aire, en alto. Y todo el pabellón retumbó con la palabra. Reconciliación, Reconciliación, Reconciliación de pie, gritando fuerte, con las manos unidas en un gesto de compromiso. Yo sentí que la emoción se apoderaba de mí, por toda la carga de muerte que llevaba conmigo, por tanta noticia y tanta injusticia. Y el Papa se rindió ante este grito.

Los millares de jóvenes convocados le estaban diciendo al Papa que no estaban allí para pasárselo bien, que habían llegado muy temprano, hacía siete horas que esperaban, cristianos, musulmanes, hindúes, judíos, de las varias iglesias que se extienden por Mozambique, para decirle al Papa que son instrumentos, y que el Papa disponga de ellos, para reconciliar, para reunir, para vencer la violencia, para la Paz. La fuerza de tantos jóvenes a los que el Papa bendijo solo empezar: vosotros sois importantes, vosotros sois el presente, no dejéis que os dividan quienes están interesados en hacerlo, no dejéis de creer en vosotros, no dejéis que os roben la esperanza, no os resignéis, caminad siempre juntos, unidos, sin olvidar vuestros mayores, vuestras raíces

En todos los encuentros con el Papa, nadie se le acercó, estuvo continuamente protegido por seis hombres de negro, que impedían de antemano cualquier tentativa de acercarse. Me contrastó esta actitud con lo que suele presentarse de él, al mismo tiempo se le veía lleno de vitalidad pero envejecido, limitado, cojeando, frágil en cierto sentido. Desconozco si hubo algún protocolo añadido de seguridad por ser Mozambique un país en riesgo de terrorismo, eso podría ser un motivo. Este distanciamiento aceptado por el Papa no le impidió entregarse en sus palabras a todos los que le escuchábamos. Yo sentí que el encuentro con el Papa había llenado el espacio, y creo que así lo sintieron todos. Creo que todos comprendieron que el Papa es una señal más de un estilo de vida que merece la pena porque es fuente de una alegría y una esperanza inagotables.


Al volver a Pemba y retomar la vida, tan herida, de cada día, uno se da cuenta de que la realidad será la misma tensión de siempre las amenazas y los ataques que no terminan, el flagelo de la miseria, la indiferencia y el desprecio de los pobres, la injusticia que tienen que masticar constantemente pero ahora, una luz pequeña, protegida, interior, brilla sin vacilar, entonces, en la penumbra del inmenso océano sabes hacia dónde vas, y que no te acabarás perdiendo. Pero sobre todo sabes que, poco a poco, se juntan otras pequeñas luces, sin poder ni gran luminosidad, pero firmes y seguras, todo lo que el amor es capaz de mantenerlas.

Y el Papa, sí, ha tenido que ver a la hora de creer en este amor, a pesar de todo.

Eduardo A. Roca Oliver

Pemba, 14 de Septiembre de 2019