Hoy hemos celebrado 159 primeras comuniones.
Como te decía es otra
prueba de la respuesta de este pueblo ante la
amenaza terrorista, la
miseria y tantas razones para no tener
esperanza. Ante la violencia,
un gesto de fe en la fraternidad, la
amistad y la vida. Ante la
dureza de la vida, una danza de gratitud y
belleza que es un
testimonio del verdadero valor de la humanidad.
Ante un horizonte
siniestro, la entrega confiada a Dios que da a la
vida su razón de
ser...
Hoy, muchos han hecho un gran esfuerzo para traer a la
iglesia unos boniatos o un paquete de espaguetis, un refresco o un
repollo... dones que además han venido envueltos en papel de
regalo... una gran belleza por fuera y un tesoro por dentro, sólo
para quien es capaz de verlo y de dejarse sobrecoger.
Algunos no
han podido traer nada y nos han dado sus manos para bendecirlas. He
sentido que una esperanza eterna se ha sembrado hoy donde todo parece
condenado.
Hace ya trece años, cuando llegué aquí a
Mahate y a la misión de Cabo Delgado, empecé a trabajar con la
pequeña comunidad de no más de 50 personas que estaban en el
barrio. Hoy aquel pequeño grupo se ha convertido en siete
comunidades, que lejos de amedrentarse o sucumbir, se levantan una y
otra vez, resisten y sobreviven, porque consiguen reconocer lo
importante de la vida
y son capaces de llenarlo de belleza y
alegría.
Cada día tengo que celebrar una muerte injusta
y cada día nace más esperanza... cada día siento la llamada a la
conversión de mis argumentos tan bien construidos, tan
realistas y desesperanzados..., entonces me voy a bendecir al último
pequeño que ha nacido y contemplo aquel portal de nuevo,
donde nació la fuente de la esperanza y sólo consigo
quedarme callado, acoger cada retazo de vida y celebrar que todo
depende de esta mirada sagrada y que el verdadero desafío es no
perderla.
Después de todos estos años algo que no sé
describir me ata irremediablemente
y llena de sentido todo lo que
hago y vivo.
Es una comunión que surge de haber nacido del água
y del espíritu...,
que se ha revelado en la misión a lo largo de los
encuentros, la vida compartida y el amor.
Y hay algo de tan
profundo en ella que hace sitio también al dolor y a la cruz, pero
los supera al ponerlos en su sitio, de cara a la plenitud de bien que
cumplirá los tiempos...
Eso es lo que vivo como una alianza que
no puedo romper, sin que al hacerlo yo mismo deje de ser, tan
sencilla como preparar un vaso de leche a Yuma, que ha vuelto a tener
su crisis mental y lo rompe todo por donde va menos cuando está
conmigo. O como hacer el desayuno para todos los pequeños que crecen
en nuestra escuela infantil, intentar que las famílias que llegan
sin nada
y las que se mantienen con muy poco puedan tener algo
más.
En nuestra iglesia los niños y los jóvenes
necesitan oír palabras de luz y esperanza y por eso siguen
adelante, resisten y avanzan. Cuando las malas noticias llegan, es
entonces cuando es más necesaria la buena nueva y entonces siento
que soy portador de esa pequeña luz
y que si se me apaga dejaré de
tener sentido.
La misión está llena de pequeñas llamas que se
pueden mantener vivas. Hacerlo depende del compromiso humilde y a
fondo perdido, que se renueva cada día y te hace vivir con
gratitud.
Sin el latido sentido del Espíritu, no es posible
vivir en la misión,
sin que te cobre un precio imposible de
pagar.
Pero con el Espíritu, poco a poco, lo que en verdad
importa se vuelve en lo único necesario.
A todos los que de un
modo u otro hacéis posible que esta misión siga adelante,
que Dios
os bendiga siempre.
Pe Eduardo
Paróquia Sao Carlos Lwanga
de Mahate, Pemba, Cabo Delgado.
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