Apuntes de la memoria
Voy para los 54 años. Soy africano desde 1999. Me vienen a la idea algunas conexiones que me ayudan a comprender y a encajar el tiempo de necesario desasimiento que ahora me toca vivir...Me ayuda mucho pensar las relaciones que vivo hoy y las que he vivido en el pasado... Pueden haber quedado atrás unas, mientras otras también se alejan... Otras aún empiezan... Y es como un siempre avanzar, y siempre llenar de nombres tu vida. Pero en muchas, y no sé decir cuántas, mi humanidad dejó su impronta, su humanidad se unió a la mía, y ya no soy más, ahora somos.
Quizás se pueda vivir de otro modo y se pase haciendo el bien, sin dejar huella, y uno puede volverse sin mucho esfuerzo a donde salió. Quizás demasiada comunión, para otros, no sea muy célibe, y uno pierda su capacidad de libertad...
Muy joven todavía una tarjeta de recuerdo de 25 años cayó en mis manos. Me parecía entonces que faltaba mucho. Eran palabras del poeta indio Tagore: libertad, ¿quién quiere libertad?, No se ha atado él mismo? Decía, y justificaba esos años de entrega de aquellos que celebraban.
El pensamiento de atarse me acompaña desde entonces. ¿Acaso no es lo que hace este Dios humanado?
Pero, ¿hasta donde atarse, hasta donde llegar al encarnarse, si es que tiene que haber un límite... ?
No me parece que Jesús lo tuvo, no me parece que todos fueron Pedro, Santiago y Juan, o María, Marta y Lázaro de Betania...
Con todo, parece que esa vocación de disponibilidad, etérea, hacia unos ideales brillantes y creíbles, se resiente, si te atas demasiado...
Me impresionaba y sobrecogía escuchar a mi hermano de curso cantar con aquella voz de barítono la súplica de Isaac a su padre que se dispone a ofrecerlo en sacrificio: Aquedah! Gritaba Isaac. Y le pedía a su padre que lo atase fuerte, para que no se resistiese y no fuese en vano el sacrificio.
Hoy sé que donde estoy atado es donde Dios espera mi sacrificio. ¿Qué otra fidelidad puede tener sentido? ¿A qué ideal, si no es a la carne herida de los pobres?
¿Hay algo del amor crucificado en ese atarse a ideales?
No, una idea no puede redimirnos.
Dios sólo debe saberlo, pero yo rezo: Escóndeme y átame en tus heridas... Pero no dejes que se me nuble el corazón. Y si se nubla, átame fuerte y que yo no me resista...
Después de los años, pienso que muchos se han olvidado de mí. Como yo mismo me olvido de aquel que me redimió, o de mi padre y mi madre... Es cierto que a Jesús sólo le vuelve un leproso curado. Los demás acaban sintiendo que aquella salud recuperada les pertenecía, como a los niños que sienten que desde el pecho les pertenece la madre, y ya no hablan de ella, porque lo que ellos son ahora es también su madre.
Aquellos otros 9 no deben ser ingratos, para ellos Jesús se quedó en los cimientos, aunque no lo vean o no lo digan, pero Jesús hizo su parte.
Y es cierto, me he quedado en los cimientos de muchos que ya están lejos, en la memoria, soy algo más que les pertenece, no tiene sentido decirle a tu cuerpo gracias por curarte, es lo que tiene que hacer, curarte, porque le pertenece hacerlo.
Con otros por quienes pasé pero ya se habían construido, la gratuidad lo preside todo, forman aquel ciento por uno que uno recibe, en el misterio mismo de la libertad. Están en esa dimensión en la que no tienen sentido las medidas.
Hoy veo y comprendo mejor cómo se van soltando aquellos a los que ya les han crecido las alas... Ya no espero mucho, porque a veces no sé si estoy en los cimientos o soy una experiencia buena de un viaje... Pero sé que es así y me ayuda a quedarme quieto y silencioso... Pacificado por dentro... Con la sensación de estar, eso sí, lleno de nombres.
Empezamos el Adviento y tantos nombres no han vuelto mi corazón pesado. Las heridas de su cuerpo están sucias, sangran y supuran, el polvo y el sudor, y la muerte, huelen. No podré presentarme muy limpio, o muy bien vestido, espero que lo entienda, pero para la fiesta sí que estaré, si no le importa compartirla con los pecadores, y creo que no, porque son ellos los que arrancan a danzar cuando suena su música.
Aun sin fuerzas o enfermos, sin que luego haya algo esperando en la mesa, los pobres danzan porque esperan al esposo, danzan porque saben que vendrá siempre, saben que no los defraudará.
Y esto, sólo esto debe ser el Adviento.
Al final, la gracia de quedarme bien atado, para que esta historia nuestra continúe, es la que más necesito. Y lo es, sin duda, porque son ellos los que pueden atarte a sus vidas o nada tuyo lo conseguirá. Y cuando sucede, entonces puedes intentar lavar heridas, limpiar lo sucio, ayudar a consolar cuando llega la muerte, y sentir el milagro de la vida como nunca antes lo habías sentido.
Los hermanos musulmanes comienzan la oración con el gesto de sus manos lanzando hacia atrás todo lo que se anteponga al Dios a quien van a adorar. Es un deseo hermoso, porque lo que importa es esta historia de cada uno con Dios. Nuestro año nuevo tendría que empezar con este deseo. Que no te desates de aquellos para quienes Dios te llama a ser su humilde Encarnación.
Feliz Adviento
28 de noviembre de 2021
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