jueves, 17 de enero de 2013

Año Nuevo




Año Nuevo 


“Tocaremos los batuques, esperaremos a que la noche sea vieja y muera, porque aquí nosotros siempre esperamos, y acogeremos la luz tenue del día que comienza, lleno de esperanza, hasta que su intensidad nos obligue a bajar la cabeza. Las mujeres gritarán al viento, como sólo ellas saben hacerlo, el grito de África, la tierra madre, y despertarán a todos los que han caído y levantarán a los desesperados, porque habrán reconocido que no todo es noche en la vida. Y los niños, aunque dormidos en los regazos, no se apartarán de nosotros, ellos serán nuestro tesoro, la promesa que es nuestra, lo único que tenemos, pero ante ellos se doblarán el tiempo y todos los que siguen creyendo en el poder de este mundo. Y cuando llegue la hora nos levantaremos y nos tomaremos de las manos, y así de pié, desafiaremos todos los vendavales que quieren acabar con nosotros, porque estamos vivos, y esta vida que se nos ha regalado es nuestra fuerza.”

 
En la oscuridad de la Nochevieja, unos y otros se dispersan y reúnen, cada uno encuentra un lugar y se sienta, el mar acompaña los susurros de la noche, minúsculas fogatas o candeleros de petróleo convocan aquí y allí a caminantes que piensan aguardar al día del año nuevo. Esta noche las brumas marinas se cuelan por entre las estrellas, y la luna tarda. Todo es contemplativo, todo es de la tierra, todo es humano, demasiado humano. La bahía envuelve una ciudad expectante y esta noche en las calles de barro se amontonan los niños, las mujeres, los hombres… algunos preparan alguna bebida, otros se frotan las manos antes de golpear suavemente la dura piel de los batuques.

No lejos, sobre el mar o en sus orillas, en los lujosos restaurantes y en los navíos que nunca veremos, otros preparan su fiesta, pero no parece importarle a nadie. Fuegos de artificio, como artificiales son muchas vidas… lo único que llena el vacío de muchos. Nosotros esperamos, en la pobreza de nuestras casas, algo más que fuegos de colores en la noche, porque sabemos que todo lo que viene es un regalo.

 
Un ritmo suave comienza a elevarse, una vibración casi inaudible, aquí y allá, cerca y lejos, y se estremece poco a poco la tierra que pisamos. No se conocen, no se han visto, no rezan al mismo Dios, no son de la misma etnia, pero esta noche los ancianos bendicen el regalo del tiempo, el agua que riega la tierra y sacia la sed, las cosechas y los ganados que alimentan nuestro cansancio, la paz que nos permite vivir sin la violencia… esta noche los ancianos makondes y las ancianas makúas bendicen el año nuevo, piden al viento el favor y a los antepasados la protección de los suyos, especialmente de los más pequeños. Derraman el vino de la palmera y parten el pan del mañana para que no falte en cada hogar lo indispensable. 


Es un sueño de noche vieja, pero un sueño posible en la mirada y en el ritmo. Los ojos que se descubren en la oscuridad, se diría que ya divisan, ya presienten, al que viene vestido de esperanza. La tierra hace suyos los ritmos de todos los corazones y hasta las hojas de los árboles se unen en el mismo latido. Estoy seguro, ninguna harmonía, ninguna comunión, alcanza a esta. Es un beso que no termina, una fusión del corazón humano con todo lo que existe o ha existido, y en la mirada, todas las posibilidades. Sucede como si de repente todo cobrase vida arrastrado por el ritmo de miles de cuerpos que vibran y esperan…

En sus vidas todo es familiar hasta el punto de ser demasiado suyo: son pastores que han oído y, admirados, corren en su busca, conocen el barro, el sol que ya no tiene clemencia, la cabaña desvencijada que mal protege de la lluvia intensa. No hacen ruido pero vibran, sacudidos por la presencia que viene a morar en medio de ellos. Saben de pesebres en los que tantas vidas han nacido y de la intemperie que abraza sus vidas tantas veces. No les arredra aquella que, sin piedad, les arrebata a los hijos, porque confían y aman, en el silencio de las noches y la intensidad de los días.

Un niño se nos ha dado… Dios no nos ha engañado. Los senderos vulnerables de la luz pueden poblarse de sombras, pero es ella quien las proyecta. Y nadie, nadie puede alcanzar el vuelo de las menudas libélulas. Los velos del poder o del éxito embotan los sentidos, y con ellos no es posible ver en un niño al que viene a nosotros. La vida que se abre camino ha renunciado a ser poderosa pero la humilde paciencia de sus raíces es capaz de quebrar todas las rocas. Y toda la sabiduría se derrama del recipiente que no quiere agotarse en la presa de unas migajas: ¿por qué has de conformarte con un poco cuando puedes amarlo todo? En la inocencia el amor se hace plenitud y acabamiento. Los niños lo saben, en una sabiduría con la que han nacido… 

Mi año nuevo ha empezado en Mahate, el primer poblado después de los controles de policía que dan acceso a la ciudad de Pemba, la primera capilla cristiana que construyeron los misioneros de San Luis de Montfort allá por los años de 1920. Pequeña, como pequeña sería la primera comunidad entre musulmanes, se puede sentir entre sus muros, en la comunidad que no parece haber crecido demasiado, el deseo del evangelio, deseo del Dios del amor que a cada uno ama por su nombre. Lo ves en sus ojos, en su serenidad, en su escucha: un Dios que sigue enamorando, realizando el misterio de cada persona como nada puede hacerlo, desde el amor capaz de darlo todo, de empobrecerse y morir por los que ama. Para algunos, y es el mejor regalo de año nuevo, este es el que viene…  y por él suenan los batuques y todo es bendecido.
  

Por mucho que lo intente no puedo encontrar ni en las culturas ni en las otras religiones lo que el Evangelio me ha dado: la afirmación incondicional de cada persona, por un Dios que sigue diciendo a cada uno: tú eres mi hijo amado, en ti he puesto todas mis esperanzas. 

Parece que la tierra guarda una vieja memoria: el ritmo de batuques de miles de años la sigue estremeciendo. Pero hoy este latido ha encontrado un sentido pleno: es la expectativa, la impaciencia serena y la pasión contenida, mientras se espera al que viene a llenarlo todo en la vida.

Posos de café en Pemba 18, 1 de enero de 2013.



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