jueves, 10 de enero de 2013

Sombras y silencios




Sombras y silencios


Parece que la intensa luz de los comienzos empieza a dejarme ver, los contornos, las figuras, las sombras en las oquedades. Esperaba este momento, cuando todo se apacigua, la intensidad se destensa, las aguas que todo lo inundaban vuelven a su cauce. Pero toda la luz por la que me he dejado cubrir en este tiempo no se va, sólo se acostumbra, se amolda a mis pasos y a mi hacer de cada día, sencillamente se hace cotidiana. Ahora la musica guarda sus pausas, me deja su sabor, y luego vuelve, y la luz se atenúa, me permite descubrir aristas, grietas, sombras, allí donde hace poco tanta intensidad no me dejaba.

Debe ser la manera que tiene Dios de ser humilde ésta de acostumbrarse, de hacerse con nuestro paso, cuando seguramente podría ir muy aprisa. Pero además no deja de ser su provocación, para que dejemos de mirar al cielo, y de una vez por todas abramos los ojos al que nace mezclado en la tierra, y le reconozcamos en el que está tirado a la orilla del camino.

 
Los silencios y las sombras se descubren sobre las rocas volcánicas de ciertas partes de la bahía, cuando el mar se retira y muchos niños se acercan para rebuscar tesoros. Ahí, entre tantas cosas que las olas dejan sobre las rocas quedan también los desechos, muchas de esas cosas rotas o inservibles que un día alguien arrojó al agua, o quizás simplemente las que se fueron deteriorando con el tiempo y el mar fue su destino. Dicen que el mar siempre lo devuelve todo como si quisiese permanecer en su equilibrio, en su pureza. 

Uno de esos desechos es el poder. Es tan sencillo de descubrir como la suciedad que ha quedado debajo de la alfombra o de la estera después de mucho tiempo. El poder debe ser una de esas raíces que se resisten a abandonar el corazón humano aunque una y otra vez intentes arrancarla. Qué difícil es vivir en la vulnerabilidad de sí mismo, sin más protecciones que las de tu libertad y tus decisiones. 

Me doy cuenta que toda la humildad de los pueblos sencillos y pobres es como el mar que todo lo cubre, pero que a veces se retira dejando al descubierto, sobre las rocas de la vida y de la historia, los desechos inservibles de nuestros deseos de poder, nuestras ambiciones y luchas sin sentido, que están destinadas a desaparecer. Cuando lo que hemos dado a las personas no es el Evangelio sino nuestras pobres interpretaciones de lo que creemos que son Dios y el hombre, cuando las personas no han conocido al Dios de Jesús, sino apenas las imágenes deturpadas que hemos ofrecido, interesados quién sabe en qué, entonces raíces, como esta del poder, se entremezclan en la comprensión de la vida y lo pervierten todo. La envidia, la mentira, la corrupción, envuelven poco a poco el deseo de las personas.

Jesús dice que no podemos dejar que la sal se corrompa, y es muy difícil que eso suceda, pues es ella la que ayuda a otros alimentos a que no lo hagan. Pero si algo puede corromperla eso es el poder. 




Estoy convencido de la revelación de la persona humana como libertad que quiere ser reconocida, que contiene el Evangelio. Sin embargo hemos impuesto un modelo de ser persona en el que nos sentimos seguros con nuestros miedos y no enfrentamos el misterio de nuestra libertad vulnerable. Las personas no reconocen en el Evangelio esta revelación de la persona sino algo que hemos impuesto, podrán aceptarlo pero no lo asumirán como algo suyo. Nosotros mismos no sabemos qué hacer con la libertad que somos, preferimos encajar en modelos que nos protejan de una forma u otra aunque eso suponga renunciar a lo más sagrado de nosotros mismos. Y no hay ningún modelo en el que no esté el poder haciendo de las suyas. Si hasta para las vivencias más puras del evangelio es una tentación continua… 


El resultado son sombras y silencios. Conciencias de raza o creencias, deseos superiores de ser, tener o dominar, envidias y exclusiones, el olvido de los demás y hasta la indiferencia.

Lo peor del poder es que nos impide vivir la realidad como ella es, sacarle todo su jugo, amarla y disfrutarla, sufrirla y acogerla. Y, en el fondo, es una especie de vida que espera sólo la muerte…

Decir que todo será vencido por un niño… suena a locura. 

 
Pero así es y por eso es Navidad. Un niño que nunca negará su vulnerabilidad, su impotencia, su no-poder. Un niño que no permitirá que en su corazón enraíce el poder de ningún tipo. Un niño que escogerá siempre el amor, se hará uno con él, y podrá hacerlo porque habrá guardado su vulnerabilidad hasta el final. Este niño es como el mar que a ciertas horas lo inunda todo, luego se retira y nos permite ver tanto tiempo perdido, para que despertemos de una vez al ritmo de sus olas, y luego vuelve de nuevo a cubrirlo todo.

El amor cubre infinidad de pecados…

Cuando miras desde aquí a las instituciones, sean las que sean, inevitablemente reconoces la presencia de este desecho, te das cuenta que cuanto más nos institucionalizamos más nos perdemos y confundimos, que sólo desde la humildad Dios nos reconoce y enaltece, y entonces somos.


Esta tarde Yuma vendía películas pirata por la calle, ya se le han acabado las postales. Venía como uno de aquellos pastores, pero con su balanceo característico y la sonrisa permanente. Le he dicho que no me gustan las películas en las que sólo se dedican a matar gente y entonces me ha respondido que también tenía algunas para niños. He pensado en el niño y en el pastor Yuma llevándole una película para niños en la noche cálida que él está acostumbrado a vivir. Si pudiese escoger iría como un pastor, humilde y pobre, con algo de lo que tuviese para vivir, para ofrecérselo al mismo niño que él es capaz de ver en todas las personas a las que se acerca para venderles películas.


Jesús debía ver sal en cada persona, sal que no se ha corrompido a pesar de todo, Yuma ve al niño que hay en cada uno de nosotros, y con humildad se acerca. A mí me ha dado la impresión que más que pedir, me ofrecía, me hacía el regalo de poder ayudarle. Pensaba también en el evangelio: bendito tú porque has creído, no hay en ti raíces de poder, sólo luz y música sin sombras ni silencios.

Posos de café en Pemba 16, 22 de diciembre de 2012.



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